Cuando una compañía cinematográfica le concede trescientos millones de dólares a un tipo para que haga una película, no puede haber fallo posible. Por eso el tal tipo hubo de ser alguien de comprobada efectividad, como James Cameron. "Avatar" (2009) cumple las altas expectativas, no tanto porque llegue a ser una historia maravillosamente original en cuanto a su argumento, sino por el manejo de la tecnología implicada en su realización, que la transforman en eso que, a falta de un mejor término original, debemos sumarnos en llamar "toda una experiencia visual" (y auditiva, claro).
El universo interno del filme nos remite a varios antecedentes como "Matrix" y la realidad virtual, el manojo de películas épicas con batallas medievales tipo "Braveheart", las crónicas de la conquista del Nuevo Mundo, un poco de Pocahontas y pueblos aborígenes americanos, reminiscencias de Vietnam y la herencia ineludible de los comportamientos animales de "Jurassic Park", además de los propios auto-préstamos de "Aliens" (el vehículo robótico antropomórfico y quizá hasta la misma Sigourney Weaver).
Que si con esto se prueba la verdad del "nada nuevo hay bajo la luz del sol"... Sí, ¿y qué? La mezcla final ("remix" o reciclaje, llámesele como quiera) funciona e interesa durante las dos horas y cuarenta y dos minutos de que consta. Eso sí: esta película hay que verla en 3D, tecnología finalmente funcional después de varios intentos tormentosos para la vista. ¡Que ahora uno ya no distingue a los personajes de la película del tipo que va pidiendo permiso, butaca por butaca, para ir al sanitario a media función!
sábado, 19 de diciembre de 2009
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