Pese a la somnolienta experiencia de una noche malagueña en 1993, cuando los que éramos jóvenes escritores buscábamos las más diversas y discretas opciones para salir a toda costa de la sala de conferencias del CEULAJ, local donde el cineasta Víctor Erice en persona nos presentaba "El sol del membrillo" como una propuesta y alternativa ante el cine hollywoodense (no con todo éxito, por cierto); y aun cuando hube desistido, ya en épocas más recientes y en DVD, del tortuguesco ritmo inicial de "El espíritu de la colmena"; decidí hacer caso de la crítica especializada y ver "El sur" (1983), etiquetada como una de las obras cumbres del cine español.
En esta ocasión, la experiencia fue satisfactoria, no sé si decir "a pesar de" o "de la misma forma que" contemplar el recorrido de una hormiga en línea recta a través de una mesa rectangular de aquellas de los castillos antiguos, por el lado más largo.
Bien es cierto que Erice ha contado una historia muy enternecedora, pero privándola de casi toda provocación emotiva hacia el espectador, se diría que con actitud de taxidermista excelente aunque obsesivo. Con todo (y a pesar de) su invernal ritmo narrativo, y con la necesaria paciencia de quien se deleita en la contemplación de un lento amanecer o del pasar del tiempo silencioso, la obra es un drama intrigante, montado sobre un texto literario en primera persona, muy bueno por parecer natural y espontáneo, acorde a un apropiado guión cinematográfico; todo lo cual resulta en un final de esos que llamamos "abiertos" y, al mismo tiempo, reflexivos, simbólicos y plurisignificantes.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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