miércoles, 29 de febrero de 2012

De amenazas y fariseos

La defensa de la familia ha sido el argumento más enarbolado en la reciente campaña pro reforma constitucional promovida por varias organizaciones conservadoras y algunas recalcitrantes.

Creo que tal defensa es farisaica -es decir, hipócrita- viniendo de quienes viene.

Esa gente ve a las personas homosexuales como una gran amenaza para la familia. Se refieren, valga la aclaración, al modelo de familia nuclear ideal, tradicional: padre y madre unidos en matrimonio indisoluble, cuyas relaciones sexuales permitidas son únicamente con el fin de procrear.

No discutamos esto por el momento. Supongamos que esto es así y replanteemos la pregunta:

¿Son las personas homosexuales la mayor amenaza para la familia?

No.

En realidad, la mayor amenaza para la familia es el adulterio heterosexual.

Entonces, ¿por qué estos grupos emprenden una ruidosa y virulenta campaña contra la presunta amenaza de las minorías homosexuales y no contra amantes y queridas?

Simplemente porque la homofobia está fuertemente arraigada en la cultura local y además es reforzada constantemente por las prédicas religiosas mayoritarias; por lo tanto, la propuesta tiene aceptación pública, se pueden ganar adeptos y, sobre todo, se puede aprovechar electoralmente.

En contraparte, si conforme a lo que pregonan se les ocurriera proponer leyes penalizando el adulterio, sin duda alguna habría bastante rechazo popular y muy probablemente ellos mismos se estarían echando la soga al cuello.

Señoras y señores de las cruzadas contemporáneas: atacar así a grupos marginales para lavarse la cara es moralmente reprobable. Y no hace falta ser homosexual ni promover esta orientación para tenerlo claro.