Bien dicen que "buena película y buen libro casi nunca coinciden" y que "no se debe intentar arreglar lo que no está descompuesto". La película “The Princess Bride” es una joya, basada en la obra homónima de William Goldman. La novela es, sin embargo, insoportable.
Lo que en la película son simpáticos recursos de brechtianos de distanciamiento al intervenir el Abuelo narrador y el Nieto oyente, en el libro son intervenciones constantes del propio autor que, si bien en los primeros capítulos pueden tener algo de gracia, se vuelven digresiones empalagosas e incluso desesperantes. Por otra parte, la gracia, encanto y misterio de los personajes en pantalla no brotan de los párrafos: son méritos del celuloide.
Como guionista cinematográfico, Goldman es bueno y su trayectoria lo comprueba: dos premios Oscar por “Butch Cassidy and the Sundance Kid” (1970) y “All the President’s Men” (1976), además de nominaciones diversas por “Misery” (1992), entre muchas otras. Es cierto que la novela fue previa a la película, pero en ésta Goldman se combinó con un buen director, Rob Reiner, y entre ambos supieron colocar el material en la pantalla.
Es cierto que muy pocas personas en el mundo habrían resistido la tentación de dar a conocer la novela en la que se basó una película exitosa, pero... mejor lo hubiera dejado así. Que tiene buenos pasajes, claro está, pero ya con los previos, los medios y los finales, cambia la cosa. Lo peor para mi sensibilidad de lector es el terrible intento de insinuar una segunda parte, "El Bebé de Buttercup". Así pues, paso página y me quedo con la resplandeciente película.
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