Las marcas de huellas sobre el piso son imágenes de riñones. Estaban en la ruta que conduce a las unidades de diálisis y hemodiálisis y fueron colocadas en el Hospital Médico Quirúrgico del ISSS a propósito del Día Mundial del Riñón. Por una parte, es un detalle simpático ver los riñoncitos allí; sin embargo, desde la perspectiva del paciente no estoy totalmente seguro de la percepción, ya que son precisamente esos órganos los que, habiendo fallado mayoritaria o totalmente, requieren de los tratamientos pertinentes.
En cualquier caso, de acuerdo a la información disponible, en años recientes los padecimientos renales han aumentado significativamente en la región mesoamericana y quien no tiene la prestación laboral del ISSS realmente lo tiene muy difícil en el sistema público de salud, pues son pocas las personas que gozan de una posición económica que le permita sufragar los altos costos del tratamiento en hospitales privados.
Muchas personas tienen la opción de recibir un trasplante renal pero no muchos hay donantes. Tengo entendido que no hace mucho se hicieron gestiones para posibilitar el trasplante de riñón de alguien que ya falleció, lo que se conoce como “donante cadáver”, pero la burocracia o el desinterés de funcionarios y políticos todavía no agiliza este trámite.
Un detalle que me resultó extrañamente curioso fue que, allí donde esperan familiares y pacientes, dan charlas de prevención y detección de la insuficiencia renal. La enfermera dijo: “ustedes se preguntarán para qué damos estas charlas, si ya estamos enfermos; pues bien: es para que otras personas a quienes queremos y apreciamos puedan evitar este padecimiento”.
Y es cierto.
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