En varias ocasiones he manifestado mi postura contra todo fanatismo político o religioso, peligrosa actitud que lamentablemente "distingue" a tanta gente aquí en la Guanaxia Irredenta. Hoy encontré este artículo de Luis Armando González que explica, con bastante claridad, qué es el fanatismo. Por considerarlo importante, lo reproduzco aquí, citando la fuente: el periódico digital Contrapunto.
Sobre el fanatismo
Por Luis Armando González
Es bueno y hasta necesario que haya gente que asuma la defensa de causas religiosas, éticas o políticas. Pero hay un riesgo en esto de asumir causas por las cuales luchar: el fanatismo. No es inevitable eso de defender fanáticamente una causa, pero cuando se la absolutiza la caída en el fanatismo es casi automática.
El fanatismo es, además de una traba para resolver los problemas reales de la gente, un peligro en el plano del conocimiento y en el plano de las actitudes y prácticas a las que da lugar. Veamos algunos rasgos del fanatismo.
Primero, absolutiza la situación o problema que tiene en la mira, y que es la que alienta su causa. Es decir, en la visión de la realidad que tiene el fanático no hay nada más importante (trascendental) que aquello que le preocupa, y ante lo cual todo lo demás es totalmente irrelevante y prescindible.
Segundo, el debate y el diálogo –entendidos como mecanismos para lograr un mejor conocimiento y para corregir las visiones equivocadas de la realidad— no tienen ninguna utilidad ni pertinencia para las personas fanáticas. Cuando estas personas se las ven con otras para debatir lo que hacen es repetir monótonamente sus posturas de fondo, aunque varíen sus argumentos y “pruebas” de respaldo.
Tercero, el fanatismo es monotemático. Y lo es de manera obsesiva. Los nervios, el cuerpo, la inteligencia y la voluntad del fanático están volcados, plenamente, a la causa que se ha asumido. El ser del fanático se revela violentamente ante los “enemigos” de su causa.
Cuarto lugar, además de monotemático y obsesivo, el fanático (o la fanática), es intolerante. Rechaza visceralmente opiniones, valores y pruebas contrarias a las suyas. Le gustan y celebra las que confirman su visión de la realidad, pero rechaza violentamente las que la contrarían.
Quinto, el fanático suele ser incoherente en su discurso, y también en su práctica. No es extraño que su discurso mezcle indebidamente argumentos y “pruebas” de la más distinta procedencia, sin rigor y consistencia.
Y, sobre todo, al proclamar grandes formulaciones (abstractas) el fanático se olvida (o pasa por encima) de las personas concretas, de carne y hueso, a la cuales el fanático no duda en sacrificar con tal de imponer su visión de la realidad.
Sexto, la persona fanática, en su afán de mezclar cosas para defender su postura, violenta el carácter de aquello que usa para sostener o probar su visión de la realidad. Por ejemplo, puede mezclar ciencia, con religión, filosofía y moral. Pero es que, además de eso, no es infrecuente que traicione la naturaleza de esos saberes. En el caso de la ciencia, algunos fanatismos no entienden el significado de sus aportes teóricos y empíricos.
Finalmente, cuando el fanático proclama que posee la “verdad” sobre un asunto y esgrime argumentos científicos en su favor lo que hace es violentar le carácter de la ciencia, que se ha construido mediante la aceptación de que nadie posee la verdad, mucho menos los científicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario