No es habitual ver una sutil comedia con una sensación permanente de agrado y sonrisa sin que esta llegue a producirse de modo estentóreo, aunque sea omnipresente en el espíritu. Tal es la reacción que experimenté ante la película “The Grand Budapest Hotel” (2014). Basada en escritos de Stefan Zweig, buena parte de su humor ingenioso brota de la elegancia literaria que a todo se sobrepone, un lenguaje diplomático en situaciones tan inverosímiles como divertidas. La notable, hilarante y cautivadora caracterización de M. Gustave por parte de Ralph Fiennes bien puede considerarse la piedra angular del filme. Yo la vería de nuevo.
lunes, 18 de agosto de 2014
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