¿Conque te creíste el cuentecillo de que para ser artista famoso habías de ser, ante todo, artista? ¡Mira qué engaño! Pusiste gran esmero en aprender la técnica y la estructura, horas de horas afanándote en el pulimento, y todo para alcanzar apenas en un ilustre anonimato, pues resulta que equivocaste completamente el camino.
Así es, mi estimado/a: ahora te das cuenta de que la receta de la fama en la Guanaxia Irredenta no pasa por hacer buenas obras de arte. Con eso no conseguirás otra cosa que regatear o mendigar espacios para que te hagan el favor de presentar tu precioso arte, de gratis y acompañado principalmente de familiares y amigos, si tienes suerte.
En cambio, la realidad te ha demostrado que hay otros caminos mucho más efectivos para ganar la atención, la portada, la cámara, la foto, el post o el tuit viralizado. Usando uno o varios de estos recursos ya no necesitarás acosar al encargado/a de la sección cultural de tal periódico; por el contrario, este solicitará una entrevista tuya y la pondrá en agenda. Ni siquiera tendrás que ir tú al medio impreso, radial o televisivo, sino esperar orondo a que éste llegue a ti.
¿No es maravilloso?
Puedo sentir tu impaciencia por conocer el secreto, así que no te hago esperar más y paso a revelarte estos cinco recursos que puedes emplear a discreción, si la diosa Fortuna te pone en condiciones de hacerlo.
· Denuncia algún incidente ciudadano que te haya ocurrido, incluso de manera fortuita, de la que pueda deducirse algún tipo de discriminación. Ya con la atención del gran público, aprovecha la ocasión para dejar bien claro que tú, a quien se le ha infligido tal vejación, eres el non plus ultra del teatro, pintura, literatura, danza o cualquier otra rama del arte, aun cuando tu currículum no tenga relación alguna con el hecho denunciado. Verás cuántos mensajes de apoyo solidario e indignación cosechan estas cosas. Hay puteadas también, pero a esas no les hagas caso, que habrá fans de todos los niveles socioculturales a cargo de devolverlas a tu nombre (y de gratis).
• Haz un ridículo espontáneo a escala mayúscula. Canta horrible, dibuja espantoso, actúa fatal y pinta como con las de batir lodo, pero hazlo sin poner especial esmero en ello, sin proponértelo sino, por el contrario, creyendo que estás camino al éxito. Este logro es difícil de conseguir, pues requiere de mucha espontaneidad, incomparable autoconfianza, pérdida completa del sentido de realidad y un talento especial para hacerlo todo tan mal que hasta parezca intencional.
• Di que te persiguen en tu país y navega con bandera de exiliado. Incluye, eso sí, una anécdota de amenaza, no importa si puedes comprobarla. Dadas las condiciones históricas del Pulgarcito de América, no faltará quién te crea, incluso gente importante que dará su firma en manifiestos de apoyo. Algún periódico de gran tirada o agencia de noticias seria te dará una página completa para entrevistarte como perseguido. Ya con eso, hasta podrías pedir una beca de refugiado o directamente solicitar asilo político (obviamente, en un país europeo).
• Haz algo escandaloso (por ejemplo, plagiar) y, cuando te descubran, di que todo lo tenías fríamente calculado y fue intencional: una performance para mostrar el abandono del arte y otras incoherencias. Créeme: funcionó hace cuarenta años y funciona ahora. También puedes comer papeletas de votación.
• Procura que censuren tu obra, de preferencia a nivel institucional. El mejor medio es que primero te aprueben la publicación, presentación o exposición y luego, ya cuando alguien con más criterio que el amiguismo o tus pergaminos tenga una fuerte objeción artística o de contenido, esta se retire de circulación o de plano se suspenda. No tienes idea de lo bien que funciona la censura como publicidad, incluso con obras feítas.
Ten en cuenta, eso sí, que en ninguno de los casos anteriores importa la calidad de tu obra.
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Posdata: ante cualquier crítica, usa el infalible argumento de la víctima revictimizada.