sábado, 26 de abril de 2008

De documentos oficiales

Uno de estos días me vi en la necesidad de solicitar una copia certificada de cierto documento importante. Los requisitos para obtenerlo siempre fueron variables, algunos de ellos circulares (la necesidad de que para tener el documento “A” es necesario presentar el documento “B”, para cuya obtención es necesario presentar el documento “A”). Las trabas se solucionaron con menos dificultad de la esperada (una explicación detallada del problema o el hecho que los mismos empleados se contradijeron) y, verificado que fue el documento en cuestión, se me indicó que le sacara fotocopia “ahí cruzando la calle” (¡como a doscientos metros!), para ponerle los sellos y firmas requeridos a las reproducciones. En prenda quedó mi documento de identidad sobre el escritorio de la secretaria, pero fácilmente hubiera podido recuperarlo a hurtadillas, dado que ella se levantó antes de que yo me fuera. He aquí mi punto: si mi intención hubiera sido sustraer de allí el dicho papel por alguna razón de conveniencia, no habría tenido grandes dificultades en largarme con el documento original. De hecho, tardé como una hora entre las fotocopias y un par de pláticas “de pasadita” con varias personas conocidas que casualmente se hallaban en ese entorno. Y al regreso, todos muy campechanos. Por eso, cuando unos y otros hablan de la minuciosidad de las leyes y procedimientos, con documentos oficiales que certifiquen esto o aquello, como si todo fuera una película de trama detectivesca, me pregunto si no somos nosotros quienes estamos dentro de una realidad virtual de ficción... ¡con fines puramente cómicos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dada la nula distancia que dejaste entre documentos oficiales y comedia, me pregunto, siguiendo tu idea, si no somos alguna suerte de muñequitos en un país de juguete. Algo así ha dicho con mayor autoridad que yo la filosofía oriental. Y quizá hasta algún poeta.