lunes, 23 de julio de 2012

Bonita, exótica y un poquitín sentimentaloide.

A mis manos llegó, como una reminiscencia de cuando leía en formato físico antes que virtual, el libro “Memorias de una Geisha”, novela de Arthur Golden publicada en 1997 y llevada al cine en 2005.

Generalmente estos best sellers están construidos de tal modo que su lectura resulta bastante llevadera. Si a ello añadimos la ambientación en países y costumbres lejanos, el interés se mantiene y el avance resulta como una caminata ecológica: relajante y por ratos interesante.

Sin embargo -y no del todo para mi gusto- hay sobrada presencia de elementos del antiguo cuento maravilloso y las telenovelas actuales: la protagonista sufrida, inocente y enamorada de su príncipe azul; la malvada villana, que de algún modo recibe su merecido; y especialmente la resolución del amor platónico que no pudo ser más parecido al final de la telenovela “La Zulianita” y otras de su especie.

Tengo entendido que la película recibió muchos premios por ambientación de época, vestuarios y decoración, por lo que la veré con ojos de espectador pictórico. El tiempo transcurrido a través de las 551 páginas resultó ameno y funcionó, además, como recurso de puro entretenimiento.

Me quedan en el recuerdo dos frases, no tanto por estar de acuerdo como por su capacidad para generar conversación y debate:

"Las esperanzas son como los adornos del pelo. De joven se pueden llevar demasiados. Pero cuando envejeces, tan solo uno ya te hace parecer tonta."
(Mameha, página 379).

"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos."
(Sayuri, página 537).

Del trasfondo de la cultura machista, mejor ni hablemos, que a eso le llaman "tradición" y capaz se echa a perder el goce estético.