viernes, 31 de agosto de 2007
El espejismo de Coelho
Ya desde el primer párrafo fue evidente su estilo de parábola bíblica: aunque la historia es más extensa, la construcción de las frases procura ser tan clara y sencilla como para poder leerse con la mayor fluidez posible, de manera muy semejante a los cuentos infantiles y la "literatura juvenil" que producen los sellos editoriales contemporáneos, lo cual explica en parte la facilidad con que las masas pueden acceder al contenido, requisito indispensable para la creación de un "best-seller". En consonancia con lo anterior, en la trama hay un predominio casi absoluto de la acción y los diálogos, en desmedro de la descripción de ambientes y personajes, tarea que se reduce al mínimo posible. Quizá a la primigenia vocación teatral del autor se deba esta característica, para bien y para mal.
De cualquier forma, quizá no sean los detalles técnicos los que interesen a los lectores aficionados a Coelho, sino el contenido, fondo o mensaje. La historia es bastante sencilla: un joven que emprende una búsqueda esencial, a partir de misteriosas revelaciones. Sin embargo, el argumento es una excusa para incrustar en él decenas de pensamientos sobre el sentido de la vida, esas reflexiones que a tantísimas personas les parecen la revelación de verdades fundamentales (y que, sin duda, son objeto de vistosos subrayados al momento de leer y acaban transformadas en presentaciones en Powerpoint con suave música de piano de fondo, las cuales circulan como correos en cadena por todo el ciberespacio; sin olvidar la multitud de citas que rellenan las agendas con "copyright", a quince dólares cada una).
Es precisamente contra este supuesto "contenido fundamental" que apuntaban los comentarios negativos que mencioné al principio, antes de comprobarlo por mí mismo: trátase de frases, reflexiones y sentencias de carácter genérico, como pronunciadas por una sabiduría natural, las cuales podrían aplicarse a cualquier situación... o a ninguna, según el estado de ánimo y las circunstancias de la persona que lee.
Para el caso, cito un fragmento que me llamó la atención: "cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo". Si recientemente yo he estado meditando sobre la rutina, la estabilidad de la vida y las metas existenciales, al leer esta frase puede que sienta el estremecimiento propio de una epifanía y quizá le atribuya al autor la virtud de un hallazgo que yo mismo apenas intuía. Sin embargo, a otra persona cuyos afanes estén orientados en otra dirección, la frase pudiera resultarle insignificante. En este aspecto, el libro se parece mucho a esa multitud de aparatos, tratamientos y sustancias raras que dicen curar dolencias rebeldes a la medicina moderna: está comprobado que allí actúa el fenómeno de la sugestión, pues la persona siente lo que quiere sentir, oye lo que quiere oír y cree lo que quiere creer.
En síntesis, creo que mientras más dificultades tiene una persona para producir un pensamiento articulado, coherente y sustancioso sobre sí misma y sus circunstancias, más propensa está a adoptar algo compatible con su formulación ausente cuando lo oye en palabras escritas o dichas por otra persona. El problema es que, a menudo sin merecerlo, la simpleza de unos acaba provocando la ilusión de sabiduría de otros.
martes, 28 de agosto de 2007
¿Un "médico" pasado de la raya?
Coincido con uno de ellos cuando apunta que esta comedia no necesita vulgarizarse para resultar divertida y que la excesiva insistencia en bromas fálicas se aproxima mucho a la chabacanería; sin embargo, entiendo que este montaje fue diseñado "para jóvenes de educación media", queriendo con ello decir "para la majada", gente que posiblemente se aburriría si la obra presentara estos matices picarescos de modo más sutil.
A mi modo de ver, lo positivo del estilo de representación adoptado es que la carcajada, aunque fácil y primitiva, brota como reacción espontánea de la masa espectadora: nada hay menos divertido que explicar académicamente un chiste antiguo y, por ende, toda comedia que se precie de serlo debe cumplir con el objetivo primordial de hacer reír hoy, de manera genuina para que la catarsis sea verdadera, sin que el novel espectador deba pedir permiso para ello. Lo negativo, en contraparte, es el inherente machismo de la trama original, por razones históricas, tema cuya percepción por parte del público no sé si fue reflexiva o complaciente.
sábado, 18 de agosto de 2007
"Tebas", los objetos protagonistas.
Al final de los noventa minutos -y vaya en ello el reconocimiento del mérito actoral- me pareció que los protagonistas fueron, precisamente, los objetos; es decir, todo lo que, por virtud de los participantes, puede expresarse a través de cinco barriles, un par de tablones, dos o tres telas, una silla secretarial y una bicicleta estacionaria (además, claro, están las máscaras, la expresión corporal, las luces y los incipientes y dolorosos cantos en escena).
Lo antes dicho tiene sentido desde el momento en que el tono recitativo propio del teatro clásico es el mismo durante toda la obra, son los mencionados utensilios los que dan dinámica y mantienen el interés intelectual del público. Observo aquí que la obra no está dirigida al sentimiento sino a la razón, en tanto que el público no ríe ni llora, sino que reflexiona sobre el tema central: la orgullosa terquedad de un monarca, quien persiste en una injusticia. Quizá por ello en algunos medios la obra se promocionó como una reflexión sobre la realidad actual, aun cuando no me parecieron tan pertinentes los últimos objetos (fotografías) aparecidos al final, pues el paralelismo histórico entre estas y aquellas víctimas luce un tanto forzado.
En síntesis: buena obra, vayan a verla y, una vez allí... ¡deléitense con la plasticidad de tales armazones!
domingo, 12 de agosto de 2007
"Guanacos", ¿por qué?
El diccionario de la Real Academia Española de la lengua registra cuatro acepciones del término "guanaco": la primera se refiere a un "mamífero rumiante de unos trece decímetros de altura (...) animal salvaje que habita en los Andes meridionales". Como de estos seres se dice que no son muy inteligentes, la segunda definición aplica como adjetivo para una "persona tonta, simple", mientras que la tercera es sinónimo de "aldeano". Finalmente, en el cuarto apartado, se reconoce la palabra como gentilicio aplicado a las personas originarias de la República de El Salvador.
Bien es cierto que el proceder cotidiano de no pocos connacionales justificaría la relación de significados entre una y otra acepción, pero no estoy tan convencido de que ese sea el origen semántico de este modo coloquial de identificarnos. Por eso, a falta de una mejor explicación, o de que algún académico serio nos saque de la duda, lanzo la siguiente hipótesis.
La isla de las Antillas en donde Cristóbal Colón desembarcó el 12 de Octubre de 1492 fue bautizada por él como "San Salvador", mismo nombre con el que fue fundada en 1525 la ciudad que posteriormente sería la capital de este país centroamericano. Dicha isla era conocida por los aborígenes como "Guananí" o "Guanahani", de donde surge la posibilidad que en algún momento se haya relacionado una cosa con la otra, creándose la palabra derivada en cuestión, a partir del lexema "guana-".
El letrado Joaquín Meza nos deja ver parte de su estudio sobre el término "guanaco", gentilicio de los salvadoreños. ►http://t.co/zSveEVzISA
— Rafael Fco. Góchez (@rfgochez) febrero 18, 2015
viernes, 10 de agosto de 2007
Adita ya es "master"
miércoles, 8 de agosto de 2007
El procesamiento de los ratones
El único problema significativo de este procedimiento es la respuesta a la pregunta esencial, una vez que el preso está en la jaula: "y ahora... ¿qué hacemos con el ratón?". He aquí algunas soluciones, las primeras dos sólo recomendadas por terceros y la última, la elegida:
a) Aplicar un procedimiento salvaje, como patearlo o atacarlo con el palo de la escoba o trapeador. Evidentemente, no estamos por estas vías tan incivilizadas.
b) Ahogar al roedor, enviándolo directamente a una cubeta con agua. Aunque muy digno del cuento "El flautista de Hamelin" y recomendado por el vendedor de la ferretería, decidimos no hacerlo por no presenciar tantas muertes y, además... ¿qué tal si el animalito sale nadando?
c) Caminar hasta el tragante de aguas lluvias de la esquina de la cuadra y, una vez allí, liberarlo. Al fin y al cabo, un "mus musculus" más o uno menos no causará ni la salvación ni la extinción de la especie (la dificultad está en las miradas de los transeúntes cuando uno va en tal peculiar recorrido, caja y ratón en mano; por eso, hay que buscar horas de poco tráfico humano. Si hay pereza, conformémonos con la acera de enfrente).
Con este último proceder he tenido generalmente resultados exitosos en la deposición final, aunque ha habido excepciones notables, a saber:
- Una vez, el animalito en cuestión atravesó la calle a toda velocidad y volvió a entrar por la puerta principal de la casa. ¡Vaya necedad!
- Hubo un huésped muy pequeño que intentó escapar a través de las rejas, pero quedó infelizmente atrapado entre los fierritos. ¡Qué trabajo y qué derramamiento de vísceras ratoniles costó sacarlo de ahí!
- Otro de ellos, ante la puerta de su prisión abierta, se negaba a salir, por más sacudidas que se le diera, aferrado con uñas y dientes al interior del receptáculo. Para su mal, entre el zarandeo la puerta se volvió a cerrar de golpe, dejándolo sin cola antes de que finalmente fuera expulsado de ahí, por vías poco ortodoxas. ¡Feo espectáculo!
- En otra ocasión, el pequeño mamífero corrió unos cuantos metros antes de ser alcanzado por un zanate que, cual feroz depredador, lo acometió a picotazos, desayunándoselo en el acto. ¡Que Hitchcock tenía razón en "The birds"!