Ayer, luego de una posposición por lesión de la directora y otra por el sombrerazo de un huracán que afortunadamente no fue, finalmente este grupo de chicos y chicas aquí retratados pudieron presentar el resultado de su curso-taller de teatro ante sus compañeros y compañeras adolescentes de la institución educativa donde laboro, una obra de génesis propia cuyo título probablemente no exista.
La primera función fracasó (¡ahrggg... llanto, llanto!). De ello culpo a un telón impertinente (mas no a otro rebelde) y al exceso de nervios que bajaron el volumen de las voces hasta menos de la mitad de lo necesario. ¿Resultado?: que, salvo en momentos muy breves... ¡el público no se enteró de qué iba la cosa! (aunque en su beneficio hemos de reconocer que hubo más silencio del merecido, quizá porque fue bien tempranito y el lenguaje escénico compensó en algo el despiste). Pausa y llamado de atención al elenco.
La segunda función, cercana al mediodía, mejoró en cuanto a la ejecución, pero el público estuvo medio mudo, un tanto apático y quizá hasta indiferente, acaso por la hora, quizá por la edad, misterios del universo. Cero y van dos.
Luego del almuerzo, más reflexión y una terapia casi de levitación mística aplicada por la directora, llegó la función de la tarde. Y he aquí que... ¡éxito, exultate jubilate!: buena ejecución, buena recepción, resonancia magnética y vibras en armonía (muestra de ello es la plena y auténtica sonrisa estampada en los rostros y/o almas de los fotografiados).
Así pues, en honor a ellos, contento y para la posteridad, pongo aquí sus nombres (siguiendo el orden usual, primero los de pie, luego los del piso): Fernando, músico y actor infiltrado por lazos sentimentales; Ana, mima silenciosa (no sólo en el escenario); Armando, pero no Duval (je); Angela, haciendo cuentas cotidianas para cuadrar su reloj antipuntual; Nidia, sobreviviendo a la afonía repentina; Tania, allí siempre allí; Donovan, laureado escritor y alienígena; Adriana, clown y actriz trágica; Sara, ¡vaya pluma! (y no hablo de la máscara); Marta, la otra mima hermana; Eloísa, "always shining" y también de contrabando; Ivania, de tinte lejano-oriental y culpable de que fueran catorce y no trece; Alejandra, insectito multifuncional en recuperación; Margarita, de Rusia, zares e imprecaciones; y Alejandra, directora del curso, paticoja a causa del arte, exhausta pero satisfecha al final del día.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
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3 comentarios:
Gracias a actividades como el taller de teatro y a docentes como el autor de este blog pude notar en la obra como esos chicos( que de los cuales solo conozco a dos que tres) lograron vencer su timidez y aprendieron a confiar mas en ellos mismos...en verdad no pienso que el exito fue a la tercera creo que fue desde el momento en que se atrevieron a inscribirse y dejar a un lado su zona comoda...en verdad fue todo un exito.
Bueno!, ni tuve la oportunidad de ver la puesta en escena y ni tan siquiera pude presenciar un ensayo de estos que se suponen son mis compañeros (aunque las caras se me hagan desconocidas a excepcion de dos o tres) pero estoy rotundamente de acuerdo con que el exito esta en el simple, pero relevante, hecho de aceptar el reto. Aplausos para los encargados y organizadores. Ah! se me escapaba:
¿Por que no un taller literario? y por si se les ocurriera la espantosa idea, que sea para TODOS los niveles, incluyendo bachillerato.
como usted sabra, pude ver la primera obra.(mala por cierto)
Pero yo me quede en el colegio, y tube el privilegio de poder observar la ultima y mejor presentacion de parte de estos adolecentes.
yo los felicito por poder deleitarnos con su arte.
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