viernes, 8 de enero de 2010

¡Ah, pero aquí también!

Tartufo, el protagonista de la obra homónima clásica de Molière, también significa "hombre hipócrita y falso", conforme al diccionario de la RAE. Frente al escenario, uno disfruta a carcajadas del enorme ridículo que hacen aquellos que, dentro del universo de la obra, no se dan cuenta de que el susodicho es un vividor aprovechado y, por el contrario, lo defienden a capa y espada, pues lo consideran un tipo humilde, sincero, leal, dedicado, fiel, abnegado y no sé cuántos apelativos más. La tristeza viene cuando nos enteramos del caso de algún tartufo de nuestro entorno real que, ante la pérdida de privilegios comprobados e injustos, es capaz de arrancar hondas demostraciones públicas de sincero afecto y solidaridad a personas que -por desconocimiento, por ingenuidad o por conveniencia- se creyeron el cuento y ahora, en la partida, acompañan su éxodo con los violines más tristes del mundo. ¡Ah, mi pueblo!

1 comentario:

Tito! dijo...

Bueno, pasa.
La verdad la obra es muy buena!

Claro, como obra; como realidad se ve un poco... ¿lamentable?