lunes, 1 de enero de 2007

Preguntas personales más frecuentes

O UN SABIO RECURSO PARA AHORRAR TIEMPO

¿Por qué le puso "Roque" a su hijo?

Ciertamente, una de las ventajas de la época actual es poder elegir el nombre de nuestros descendientes, a diferencia de antes cuando –al consultar el catálogo de santos– solían obtenerse resultados, en el mejor de los casos, ariscos y sin nada que ver con nuestras expectativas; aunque, hay que decirlo, dicha libertad a veces conduce a la comisión de verdaderos crímenes psicológicos contra quienes, en el momento de ser asentados, nada pueden protestar (sobre ese tema, por cierto, hay un simpático pasaje en mi novela corta en forma de cuentos "Gotas muertas").

En cuanto a la elección, es claro que deriva de mi admiración por Roque Dalton, por cuanto fue un hombre fiel a sus principios, consecuente con sus ideas –aunque con algunas de ellas no haya total acuerdo– y, fundamentalmente, que escribió cosas trascendentes e inolvidables.

Los otros dos nombres de mi hijo, Francisco y Rafael, se explican por simple tradición familiar.

Sobre el mismo tema, es raro que cuando se refieren a los nombres de mi hija, Diana Ximena, las personas manifiesten su agrado pero no su inquietud, especialmente porque no tiene nada que ver con María del Carmen, el nombre de mi esposa.

Recuerdo que la elección del nombre fue motivo de ardua búsqueda enciclopédica, resultado de lo cual apareció Diana, una diosa de la antigua mitología que, según sé, era muy segura de sí misma, lo cual coincide con mis expectativas sobre la pequeña. Sin embargo, el complemento vino por casualidad: hay una canción cuya melodía me encanta, original de Waldo de los Ríos, que lleva por título precisamente "Jimena". Para darle más abolengo, preferimos regresar a la antigua "X", lo cual requirió más de una explicación, documentada y en tono docente, al momento de inscribirla en la alcaldía municipal.

¿Por qué se casó tan joven?

Hablando por mí, debo decir que, debido a las circunstancias familiares y sociopolíticas que me tocó vivir durante mi niñez y adolescencia, desde muy temprano fui insertado en las realidades de la vida adulta. Creo que mi visión de mundo avanzó a marcha forzada, por lo que, en ciertas áreas de la vida, llegué a la madurez antes de lo que mi edad cronológica me hubiera pedido.

Otro elemento importante es que, una vez me gradué del bachillerato, me vi convertido en punto de referencia básico para la toma de decisiones importantes dentro del núcleo familiar, lo que implicó involucrarme directamente en varias actividades que se realizaron para aportar el ingreso económico mensual de subsistencia.

Sin embargo, todo lo anterior no hubiera significado nada de no ser porque había encontrado a la persona adecuada, y como ya teníamos los medios suficientes –aunque mínimos– para sobrevivir, concluimos que no había por qué dilatar innecesariamente el inicio de un destino común.

Como todo en la vida, en nuestro matrimonio ha habido momentos de diversa índole, pero lo cierto es que llevamos ya dos décadas en esto.

¿Por qué es tan alto?

No soy "tan" alto, sino "relativamente" alto. Mido 1.91 m (aproximadamente 6 pies y 3 pulgadas), lo que, comparado con Cortázar o con los centrales de la NBA, me vuelve minúsculo. Otra cosa es que el promedio de estatura local masculina sea de veinte centímetros menos.

Una observación frecuente –y, según la ajena percepción, relacionada con este hecho– es que, desde que tengo memoria, he tenido la tendencia natural a ser un poco caído de espaldas, es decir, no completamente erguido. Cuando la vanidad así lo exige, hago cierto esfuerzo por pararme bien, completamente recto, lo cual implica una molestia física que no estoy en condiciones de mantener por siempre. Y como la vida no es para pasársela incómodo, más vale ignorar a quienes, inseguros de sí mismos, le dan tanta importancia a una simple apariencia.

¿Por qué estudió Letras?

En parte, por vocación; en parte, por casualidad. En 1985 mi intención era dedicarme al periodismo y las comunicaciones. Como la Universidad Nacional estaba, por aquel entonces, "en el exilio", entré en otro centro de estudios en donde servían una carrera llama "Ciencias de la Comunicación", pero de una manera tan simple y mercantilista (se trataba, según recuerdo, de "mantener la clientela") que pronto admití que estaba perdiendo mi tiempo. Coincidió entonces que conocí a un vecino mío –Milton Hernández, fiel exponente de la trilogía "músico, poeta y loco"– quien me presentó a Serrat y toda su parentela, y me mostró el "pensum" de la carrera de Letras en la UCA, la cual –para mi sorpresa– coincidía en mucho con el campo de las comunicaciones. Hice el cambio de universidad y lo demás es historia.

¿Por qué no se dedica a otra cosa?

La pregunta no es, pese a su apariencia, malintencionada: todo lo contrario, suelen hacérmela no porque desempeñe mal mi trabajo, sino porque mis habilidades darían para dedicarme a profesiones más "importantes y lucrativas". Respondo entonces que, para mí, la profesión más importante es justamente esta que desempeño; en cuanto a lo lucrativo, puesto que no es mi propósito vital la acumulación obsesiva de bienes materiales, estoy a gusto con mi estilo de vida. Que podría haber sido lo que quisiera (médico, ingeniero, etc.) no me cabe la menor duda; lo que no entiendo es por qué hay quienes asumen que no he querido ser lo que soy.

¿Dónde puedo conseguir un libro suyo?

La pregunta es muy razonable, tomando en cuenta que la respuesta estándar "en la librería" no calza del todo bien.

En el caso de los libros de UCA Editores, la única librería en donde parecen estar en escaparate es, justamente, la librería de la UCA, cuando no en la distribuidora de publicaciones de dicha universidad. Aunque no lo he comprobado, parece que también puede gestionarse un envío por correo, para lo que seguramente habrá que entrar en su página web, en la sección “publicaciones”.

En cuanto a la Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, el misterio es aún más recóndito, ya que en la bodega -cuyo espacio, ciertamente, utilizan con sepulcral eficiencia- debe estar casi la totalidad de la edición de "Desnudos en una capilla". Sin embargo, lo anterior es tan solo una feliz suposición, pues ya que tal organismo ha movido menos de un dedo para promover la obra, ha tenido el singular detalle de omitir mi publicación de su catálogo y, por si fuera poco, en sus dictámenes editoriales ha demostrado una feliz y directa proporcionalidad entre el nivel literario y el nivel de amistad entre el autor y el consejo editorial, no me sorprendería que dicho cuadernillo de mi inspiración fuera pasto de las inclementes llamas o, en el mejor de los casos, de las ilustres polillas.