La convocatoria "revisada y corregida" para los Juegos Florales 2015, lanzada por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la República a través de la Comisión Nacional Organizadora de los Juegos Florales de El Salvador, no es precisamente un dechado de economía de lenguaje, claridad conceptual y eficiencia institucional, pues en su conjunto refleja cierta necedad, un poco de enredo mental, algún descuido y hasta un involuntario espíritu de comedia.
La necedad más notoria plasmada en el documento es seguir negándose a poner sin ambages como requisito que la obra sea “original del participante”, omisión que en la edición 2012 bien pudo haber utilizado el ya célebre Mario Rojas para justificar la estafa literaria que cometió. En aquella ocasión, más allá de su bellaquería, el implicado puso en notorio ridículo a los organizadores, quienes en la revocatoria de aquel malogrado premio sólo pudieron alegar, conforme a las bases, que ese trabajo “no era inédito”. Para prevenir cualquier nuevo engaño esta vez se pusieron bien atentos e incorporaron como novedad el requisito de “no ser plagio”.
Luego de varios meses de intensos análisis, la tal Comisión -supongo que en conjunto con la Dirección de Letras de Secultura- logró plasmar otras excelencias verbales en las nuevas bases, como esa que dice: “podrán participar todos los autores salvadoreños de nacimiento, residentes en el país o en el extranjero, así como naturalizados salvadoreños, mayores de 18 años, sin importar su afiliación política o religiosa”. La formulación podría ser algo peor, pero también les bastaría haber escrito simplemente esto: “podrán participar todos los autores salvadoreños mayores de 18 años”, con las excepciones mencionadas en el numeral once.
Lo demás no sé si fue por por magnanimidad o espíritu progresista, pues quisieron reconocer y dejar establecida la libertad de “afiliación política o religiosa” de los participantes. Ya que estaban en esa labor bien pudieron haber insistido en que “tampoco se discriminará por raza, orientación sexual, estrato social, condición económica, estado civil o afición futbolística”, así nadie se siente excluido.
En el tercer numeral vuelven a la carga con que los trabajos no “hayan sido difundidos por medios físicos o electrónicos”. ¿Y no habían dicho ya en el numeral dos que debían ser inéditos, pues? A menos que se refieran a que no los debe haber conocido de primera mano ninguna otra persona distinta al autor, mucho menos los miembros del jurado, pero eso es otra cosa. En ese mismo párrafo piden que “no estén compitiendo en otros certámenes”, requisito ocioso por cuanto no me imagino cómo podrían verificarlo.
Ya que mencionamos al jurado calificador, es curioso que no se diga nada al respecto. Uno supone que ha de existir tal instancia y ciertamente no estaría de más una cláusula redactada en estos términos: "Los organizadores delegarán la tarea de elegir al ganador a un jurado calificador, el cual estará formado por cuatro personas idóneas cuya identidad se reservará hasta que se publique su fallo, que será definitivo e inapelable". Pero ya pensándolo bien, esta omisión es comprensible, pues con la política de no pagar por ese trabajo especializado aún es incierto que encuentren personas idóneas para hacerlo de gratis.
Hay otros gallitos, como cuando especifican las extensiones requeridas para todos los géneros convocados... excepto para novela corta. Uno sigue leyendo y no entiende exactamente qué es eso de presentar los trabajos en “formato tipo Word”. ¿Qué pasa si alguien lo hace en OpenOffice o en máquina de escribir IBM? ¿Y si fuera una antigüedad mecánica como una Underwood o Remington?
No faltan las indicaciones repetitivas y contradictorias a la vez, como la del numeral siete (“en la portada de cada copia debe estar escrito el título de la obra y el seudónimo del autor”) y la del numeral ocho (una “carátula en la cual se indique la rama en que participa, título de la obra y seudónimo”). O sea: ¿quieren que vaya o no la rama?
Otra cuenta más del rosario es el término “plica cerrada”, el cual es redundante (pues una plica es, precisamente, un “sobre cerrado y sellado en que se reserva algún documento o noticia que no debe publicarse hasta fecha u ocasión determinada”). Créanme: está en el mataburros.
Si en el numeral cuatro piden que presenten los trabajos personalmente o que los envíen por correo certificado, sale sobrando el numeral doce (“no se aceptarán trabajos enviados por e-mail”); pero si a esas nos vamos, hubieran dicho algunas otras formas en que tampoco recibirán obras, por ejemplo: enviadas a través de un amigo, deslizados subrepticiamente por debajo de la puerta, etc. En este punto, es un enigma saber si en el plazo de recepción cuenta o no la fecha de envío, conforme al sello de la oficina de correos.
En el numeral trece les faltó especificar que al finalizar el certamen incinerarán los trabajos “no premiados”, para que no se entienda que quemarán hasta al galardonado. Eso sí: den parte anticipada al Cuerpo de Bomberos Nacionales, no vaya a ser y la pira se les salga de control.
Valga lo siguiente como aviso: pese a la corrección gramatical de los nombres de género no marcado (como “escritores” para referirse a “hombres y mujeres que escriben”), esperen más de una protesta por la falta de lenguaje inclusivo, mas no seré yo quien la haga.
¡Ah, pero no todo es crítica! Admito que añadir al final la exigencia de una declaración jurada haciendo constar por enésima vez que la obra “es inédita" y -¡oh, finalmente!- "de su autoría” es un avance significativo. Eso sí: debieron advertir -visto lo visto- que de comprobarse lo contrario el infractor quedará sujeto a demanda judicial y no se admitirá en su descargo que esté haciendo un performance>.
Ahi me cuentan si no se les pasó algún otro detallito.