All these people want to do is fuck!
(Boyle en “Salvador”)
Documentales aparte, “Salvador” (1986), dirigida por Oliver Stone, fue el primer largometraje de cine que tocó el tema de la guerra civil en El Salvador. Los otras fueron “Romero” (1989), “Voces inocentes” (2004) y la terrible película nacional “Sobreviviendo Guazapa” (2007), pero antes que ellas existió la casi desconocida película para televisión “Choices of the heart” (1983), basada en la vida de Jean Donovan, misionera laica estadounidense asesinada junto con tres monjas de esa misma nacionalidad por guardias nacionales.
Cuando vi “Salvador” hace dos décadas y media, me pareció malísima. Recuerdo que el visionado fue en una copia pirata borrosa en cinta VHS y sin subtítulos, casi clandestina. El argumento es tan sencillo como decir que Boyle, un periodista norteamericano en franca decadencia familiar y profesional, viene a El Salvador en un tiempo ficticio construido con sucesos históricos de entre mediados de 1979 hasta los primeros meses de 1981 (alterados en su secuencia para fines dramáticos), donde es testigo de varios acontecimientos violentos de aquella época al mismo tiempo que se reencuentra con María, una campesina humilde con quien ya había tenido una relación previa.
De aquel primer e inexperto visionado, me quedaron en la retina algunas escenas absurdas y otras de mal gusto, pero conforme fue pasando el tiempo comencé a dudar si este primer juicio no habría sido condicionado por las expectativas, el contexto y la cercanía emotiva, considerando especialmente que -si bien la película fue un fracaso de taquilla- estuvo nominada para el premio Oscar en la categoría de mejor actor principal (James Woods) y mejor guión original (Oliver Stone & Rick Boyle) y tiene un respetable promedio de 7.5 en IMDB luego de más de trece mil votos.
Un cuarto de siglo después la he vuelto a ver con más experiencia literaria, presunta madurez crítica y el necesario distanciamiento que favorece la objetividad... y me sigue pareciendo mala.
Desde este lado sur de la frontera, el principal error conceptual de la película es su visión caricaturesca de la realidad salvadoreña, la cual aparece retratada a base de prejuicios y estereotipos, como el de la isla paradisiaca del Caribe, con palmeras y mujeres desnudas que hacen el amor en hamacas a la vista de todos sus familiares
.En todo lugar abundan los villanos con aspecto de luchadores rudos del Consejo Mundial de Lucha Libre o la WWF ochentera.
Y no faltan los comandantes guerrilleros con bigotón de Emiliano Zapata, dignos de un ejército insurgente entrando a lomo de caballo a Santa Ana como si fuera la mismísima Revolución Mexicana de 1910.
Sobre estos y otros problemas de tópicos tropicales, encontré una crítica interesante en Film Affinity, que puede leerse en este enlace.
No obstante, hay que reconocerle al director y guionista algunas escenas que, si no hubieran sido planteadas como “serias”, bien habrían cabido en algún episodio de Los Simpsons, con lo cual Stone se habría adelantado a su época, como este par:
- María, madre soltera de dos hijos y concubina de Boyle, rechaza su propuesta matrimonial con este argumento: “Soy católica, no puedo casarme con un hombre divorciado”.
- Boyle entra a un puesto policial apaciguando a las bestias con una botella de whisky por delante y como escudo, logrando así liberar a su comparsa Doctor Rock (James Belushi), con quien antes se han salvado de morir a manos de paramilitares obsequiándoles cerveza y un reloj de puño.
Pero como se dijo antes, estos problemas son tales desde una óptica -si se quiere- nacionalista. Lo cierto es que la película pretendió exponer ante el mundo la barbarie de un ejército y fuerzas de seguridad financiados y sostenidos por el gobierno de Ronald Reagan, en el contexto de la Guerra Fría y la lucha anticomunista. El devenir del personaje principal, el periodista Boyle, es lo que hilvana los sucesos y de este filme no puede esperarse más que una visión externa, un “así nos ven desde fuera” construido con simplificaciones no del todo falsas, pero que le quitan seriedad a cualquier película que pretenda ir más allá de la pancarta o el titular de prensa.
Quizá puedo entender la nominación al Oscar como un gesto de solidaridad de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, que suele hacerlos y se agradece, aunque no sé si un filme caricaturesco y con tantos puntos débiles pueda lograr este cometido. A lo que no le encuentro sentido es a la nominación del guion, que incluso tiene errores garrafales y mayúsculos sinsentidos típicos de las películas de bajo presupuesto (que, de hecho, esta lo es). Resumo dos secuencias para ilustrar este punto:
a) Cassady (John Savage), un periodista experto amigo de Boyle, quiere tomar la foto de su vida al captar a un avión de combate en plena batalla por Santa Ana, para lo cual se le ocurre ponerse exactamente en la línea de fuego, donde cae abatido. Y todo, ¿para probar qué? ¿Que el gobierno de los Estados Unidos financiaba con armas y entrenamiento al ejército salvadoreño? Come on, Mr. Stone, give me a break!
Aparte, el recurso de “la foto clave” y el posterior suspenso por el envío del rollo de película fotográfica a un importante periódico norteamericano es tan solo un mal remedo del final de “Under fire” (1983), que narra el asesinato del periodista de ABC News, Bill Steward, a manos del ejército somocista, con la esencial diferencia de que en este último caso la realidad superó por mucho a la ficción.
b) Boyle, María y sus hijos salvadoreños finalmente logran salir de El Salvador (que así se escribe, siendo incorrecta la contracción “del Salvador”). Atraviesan por tierra Guatemala y México y, sin ningún problema de documentación migratoria, ingresan a los Estados Unidos por una frontera oficial con toda tranquilidad, sin necesidad de subterfugios, tretas ni sobornos. Mas a los pocos kilómetros, ya en territorio estadounidense, el autobús es detenido por una patrulla y, al pedir los documentos de María y sus dos hijos... ¡sorpresa: no los tienen y nunca los han tenido! Así, los tres inmigrantes ilegales son deportados. Aquí, aplica el “¡plop!” de Condorito.
En suma, don Oliver: nice try!, gracias por la intención y no se angustie, que todos los grandes tienen sus malas páginas... o pésimas películas.