domingo, 22 de febrero de 2015

Un filme fallido pese a su justa causa

All these people want to do is fuck!
(Boyle en “Salvador”)

Documentales aparte, “Salvador” (1986), dirigida por Oliver Stone, fue el primer largometraje de cine que tocó el tema de la guerra civil en El Salvador. Los otras fueron “Romero” (1989), “Voces inocentes” (2004) y la terrible película nacional “Sobreviviendo Guazapa” (2007), pero antes que ellas existió la casi desconocida película para televisión “Choices of the heart” (1983), basada en la vida de Jean Donovan, misionera laica estadounidense asesinada junto con tres monjas de esa misma nacionalidad por guardias nacionales.

Cuando vi “Salvador” hace dos décadas y media, me pareció malísima. Recuerdo que el visionado fue en una copia pirata borrosa en cinta VHS y sin subtítulos, casi clandestina. El argumento es tan sencillo como decir que Boyle, un periodista norteamericano en franca decadencia familiar y profesional, viene a El Salvador en un tiempo ficticio construido con sucesos históricos de entre mediados de 1979 hasta los primeros meses de 1981 (alterados en su secuencia para fines dramáticos), donde es testigo de varios acontecimientos violentos de aquella época al mismo tiempo que se reencuentra con María, una campesina humilde con quien ya había tenido una relación previa.

De aquel primer e inexperto visionado, me quedaron en la retina algunas escenas absurdas y otras de mal gusto, pero conforme fue pasando el tiempo comencé a dudar si este primer juicio no habría sido condicionado por las expectativas, el contexto y la cercanía emotiva, considerando especialmente que -si bien la película fue un fracaso de taquilla- estuvo nominada para el premio Oscar en la categoría de mejor actor principal (James Woods) y mejor guión original (Oliver Stone & Rick Boyle) y tiene un respetable promedio de 7.5 en IMDB luego de más de trece mil votos.

Un cuarto de siglo después la he vuelto a ver con más experiencia literaria, presunta madurez crítica y el necesario distanciamiento que favorece la objetividad... y me sigue pareciendo mala.

Desde este lado sur de la frontera, el principal error conceptual de la película es su visión caricaturesca de la realidad salvadoreña, la cual aparece retratada a base de prejuicios y estereotipos, como el de la isla paradisiaca del Caribe, con palmeras y mujeres desnudas que hacen el amor en hamacas a la vista de todos sus familiares

.

En todo lugar abundan los villanos con aspecto de luchadores rudos del Consejo Mundial de Lucha Libre o la WWF ochentera.

Y no faltan los comandantes guerrilleros con bigotón de Emiliano Zapata, dignos de un ejército insurgente entrando a lomo de caballo a Santa Ana como si fuera la mismísima Revolución Mexicana de 1910.

Sobre estos y otros problemas de tópicos tropicales, encontré una crítica interesante en Film Affinity, que puede leerse en este enlace.

No obstante, hay que reconocerle al director y guionista algunas escenas que, si no hubieran sido planteadas como “serias”, bien habrían cabido en algún episodio de Los Simpsons, con lo cual Stone se habría adelantado a su época, como este par:

- María, madre soltera de dos hijos y concubina de Boyle, rechaza su propuesta matrimonial con este argumento: “Soy católica, no puedo casarme con un hombre divorciado”.

- Boyle entra a un puesto policial apaciguando a las bestias con una botella de whisky por delante y como escudo, logrando así liberar a su comparsa Doctor Rock (James Belushi), con quien antes se han salvado de morir a manos de paramilitares obsequiándoles cerveza y un reloj de puño.

Pero como se dijo antes, estos problemas son tales desde una óptica -si se quiere- nacionalista. Lo cierto es que la película pretendió exponer ante el mundo la barbarie de un ejército y fuerzas de seguridad financiados y sostenidos por el gobierno de Ronald Reagan, en el contexto de la Guerra Fría y la lucha anticomunista. El devenir del personaje principal, el periodista Boyle, es lo que hilvana los sucesos y de este filme no puede esperarse más que una visión externa, un “así nos ven desde fuera” construido con simplificaciones no del todo falsas, pero que le quitan seriedad a cualquier película que pretenda ir más allá de la pancarta o el titular de prensa.

Quizá puedo entender la nominación al Oscar como un gesto de solidaridad de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, que suele hacerlos y se agradece, aunque no sé si un filme caricaturesco y con tantos puntos débiles pueda lograr este cometido. A lo que no le encuentro sentido es a la nominación del guion, que incluso tiene errores garrafales y mayúsculos sinsentidos típicos de las películas de bajo presupuesto (que, de hecho, esta lo es). Resumo dos secuencias para ilustrar este punto:

a) Cassady (John Savage), un periodista experto amigo de Boyle, quiere tomar la foto de su vida al captar a un avión de combate en plena batalla por Santa Ana, para lo cual se le ocurre ponerse exactamente en la línea de fuego, donde cae abatido. Y todo, ¿para probar qué? ¿Que el gobierno de los Estados Unidos financiaba con armas y entrenamiento al ejército salvadoreño? Come on, Mr. Stone, give me a break!

Aparte, el recurso de “la foto clave” y el posterior suspenso por el envío del rollo de película fotográfica a un importante periódico norteamericano es tan solo un mal remedo del final de “Under fire” (1983), que narra el asesinato del periodista de ABC News, Bill Steward, a manos del ejército somocista, con la esencial diferencia de que en este último caso la realidad superó por mucho a la ficción.

b) Boyle, María y sus hijos salvadoreños finalmente logran salir de El Salvador (que así se escribe, siendo incorrecta la contracción “del Salvador”). Atraviesan por tierra Guatemala y México y, sin ningún problema de documentación migratoria, ingresan a los Estados Unidos por una frontera oficial con toda tranquilidad, sin necesidad de subterfugios, tretas ni sobornos. Mas a los pocos kilómetros, ya en territorio estadounidense, el autobús es detenido por una patrulla y, al pedir los documentos de María y sus dos hijos... ¡sorpresa: no los tienen y nunca los han tenido! Así, los tres inmigrantes ilegales son deportados. Aquí, aplica el “¡plop!” de Condorito.

En suma, don Oliver: nice try!, gracias por la intención y no se angustie, que todos los grandes tienen sus malas páginas... o pésimas películas.

martes, 17 de febrero de 2015

Veinte años de odio... y contando.

En la sección de colecciones especiales de la UCA hay un ejemplar del libelo titulado La infiltración marxista en la Iglesia, escrito por un tal Álvaro Antonio Jerez Magaña, del domicilio de Santa Ana, y publicado en 1989 bajo el sello del Instituto de Relaciones Internacionales y Editorial Dignidad.

No hay ninguna referencia biográfica del autor y no recuerdo haberlo visto en ningún medio de difusión masiva de la época, pero sí tengo presente que el propósito del Instituto de Relaciones Internacionales era propagar el anticomunismo más recalcitrante, muy al estilo de la Cruzada Pro Paz y Trabajo pero con cierto rigor académico, pues sus publicaciones abundaban en citas y referencias bibliográficas.

Este texto expone con bastante amplitud y ferocidad una línea argumental muy arraigada en la oligarquía salvadoreña desde la década de los setentas, enquistada en la esencia del ejército y los cuerpos de seguridad estatales de la época, y trasladada a través de la ideología dominante al resto de sectores de la población, esto es: que la Iglesia Católica, infiltrada por curas comunistas, sembró el odio de clases, agitó a las masas y propició la guerra civil de doce años.

En su afán de demostrarlo, el supuesto autor (que curiosamente emplea estilos distintos en los sucesivos capítulos) no vacila en distorsionar u omitir algunos situaciones y hechos históricos, hacer gala de un fanatismo religioso medieval y, además, difamar y calumniar, etiquetando de comunistas a todos aquellos que denunciaron la injusticia social. Hay en él una rabiosa dedicatoria contra los jesuitas y en particular para el sacerdote Rutilio Grande, asesinado por paramilitares en 1977, a quien se le llama con sorna “el catequista catequizado”.

Este libro es un importante testimonio de esa letanía de acusaciones no demasiado variada pero sí muy extensa y, lamentablemente, harto conocida. Es la esencia del odio que propició los salvajes asesinatos de presuntos opositores políticos a manos de soldados, guardias, policías y miembros de los escuadrones de la muerte de los setentas. Es el mismo espíritu que ordenó y se alegró del magnicidio de Monseñor Romero. Es la inspiración de los gritos homicidas que pidieron la muerte de Ellacuría y sus compañeros jesuitas en la cadena nacional de radio en noviembre de ese nefasto año. Es también el mismo discurso presente en ese documental seudohistórico que, más de dos décadas después de aquellos crímenes, todavía le pasa factura a la iglesia popular.

Es, en suma, la ciega condensación ideológica de quienes nunca quisieron reconocer en sus oprimidos a seres humanos con derechos y dignidades, y vieron en la conciencia y denuncia de la injusticia una amenaza tan terrible que fueron capaces de lo más atroz para mantener el statu quo, generando así esa vorágine de violencia de la que nadie salió indemne.

domingo, 15 de febrero de 2015

Dios, religión y espiritualidad.

Dios, religión y espiritualidad son conceptos distintos, pero generalmente la gente los entiende como una sola cosa, indisolubles y conectados de tal forma que uno de ellos no puede existir sin los otros. Ciertamente, hay personas en quienes los tres aspectos son interdependientes y bien por ellas si les funciona, pero esta opción de creencias no es la única posible, pues la realidad es mucho más amplia.

La existencia de un dios o dioses es un tema filosófico y un problema de fe, sin respuesta concluyente más allá de la creencia, duda o increencia particular. Para los creyentes, el universo es la Creación, el resultado de una voluntad divina suprema a la cual se atribuyen una causa primera y una finalidad última. Para los ateos, el universo es el resultado del azar esencial sin necesidad de tal intervención. Los agnósticos reconocen la imposibilidad humana de saberlo con certeza, aunque no descartan que pudiera haber una entidad superior y acaso un propósito.

Así visto el problema, de haber un dios cabe preguntarse por sus características. Una de las más importantes en cuanto al género humano es saber si este ser se comunica o no con nosotros y por qué medios: si por apariciones en sueños, por voces interiores, por mediación de otros humanos a quienes les habla directamente, por señales misteriosas que debamos interpretar concienzudamente, por apariciones selectivas, por libros sagrados, por instituciones que lo representan o incluso a través de la realidad cotidiana que deberíamos analizar con toda nuestra inteligencia racional y emocional.

De la necesidad de comunicarse con un dios en el que se cree, nace la religión. Esta, en su definición más simple (que es la del diccionario) es un “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.

Aunque toda religión es una construcción humana inspirada en una determinada imagen de lo divino, generalmente se presenta a sí misma como fundada y avalada por la divinidad, directamente o a través de personas elegidas para tal fin. No ha sido históricamente inusual que muchas veces las religiones se hayan arrogado el derecho de imponerse a otras confesiones, incluso por medios violentos, pero la estructura de las religiones y el papel de quienes ejercen autoridad en ellas es un tema interesante de estudio que excede los límites de estos párrafos.

Obviamente, quienes practican una religión son personas que creen en un dios, pero no todos los creyentes son necesariamente religiosos, ya sea porque no compartan sus dogmas o rituales, porque consideren que el dios en el que creen no es el que predican quienes dicen representarlo, porque crean tener un contacto directo y sin intermediarios con este ser supremo, o por cualquier otra razón. Dios, en cualquier caso, no tendría que ser forzosamente así como lo plantean las religiones.

Finalmente, está eso que llamamos vida espiritual, de la psique o del alma (“principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”). Tradicionalmente se ha entendido como algo etéreo, eterno e inmaterial, pero también hay filosofías que entienden lo anímico arraigado de tal forma en lo orgánico que es imposible concebirlo fuera de su sustento material.

La vida espiritual amerita reflexión y constante perfeccionamiento. Esto se puede lograr por medios religiosos o no religiosos. Aunque es un ideal, no todos los creyentes alcanzan una vida espiritual satisfactoria y muchos se quedan en un nivel apenas ritual. En contraparte, es perfectamente posible profundizar en la propia psique sin necesidad de acudir a entidades sobrenaturales ni hacerlo desde una religión. Desde el punto de vista psicológico, según el modelo de inteligencias múltiples, de lo que se habla es de inteligencia intrapersonal: aquella que “se refiere a la autocomprensión, el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones de estas emociones y finalmente ponerles nombre y recurrir a ellas como medio de interpretar y orientar la propia conducta”.

De lo dicho, se pueden sacar muchas combinaciones deseables, desde creyentes religiosos con gran riqueza espiritual, hasta ateos y agnósticos con notable capacidad de introspección y perfeccionamiento anímico. Con el debido respeto a la diversidad de opciones de fe, lo importante en todo caso es el crecimiento en valores para dignificarse como ser humano.

martes, 10 de febrero de 2015

¿En serio...?

Leyendo la Ley de Símbolos Patrios de la República de El Salvador (publicada en el Diario Oficial 171, tomo 236 del 14 de Septiembre de 1972, con posteriores reformas), me hago algunas preguntas como de niño curioso, no vayan a creer que con ánimo cáustico.


El escudo de armas “también podrá usarse en el interior de casas e instituciones privadas, excepto en lugares reñidos con la moral y el orden público” (art. 3, inc. 3º).

O sea que en chupaderos y casas de tolerancia, neles; si no, les cae una multa de US$ 2.86 (que son veinticinco colones). ¿Y la Asamblea Legislativa cuenta como lugar reñido con la moral? Porque vieran qué de cosas se hacen allí...

El Himno de la República o Nacional “se ejecutara en todo acto público oficial y en las demás ocasiones que el caso amerite, iniciándose con el coro y finalizando con la primera estrofa” (art. 15, reforma de 1992).

¿O sea que ya no es legal la cantada de la segunda estrofa (♫ “Libertad es su dogma, es su guía, que mil veces logró defender”) que entonaba la guerrilla al iniciar las transmisiones de Radio Venceremos? ¿O siempre fue ilegal?

El árbitro de cualquier evento deportivo que no cumpliere con la obligación ejecutar el himno antes de iniciar éste "sufrirá la pena de tres meses de suspensión, periodo en el que no podrá actuar en ningún evento" (art. 15-A, reforma de 1977).

A pues nos quedamos sin árbitros en voleibol, ajedrez, baloncesto, etc.; porque no me acuerdo que jamás se haya ejecutado el Himno Nacional antes de una partida en torneos oficiales de categorías menores (y a veces, ni de mayores).

"En los centros de enseñanza parvularia, básica y media, oficiales y privados, los días cívicos del año, el primer día de clases del año y de cada semana antes de iniciar las labores educativas, los estudiantes deberán recitar en coro, bajo la inmediata dirección y vigilancia de sus profesores, la oración a la bandera" (art. 18, reforma de 2001).

Mire: ¿y si los profesores no se la pueden?

"El primer día de clases de cada mes, y en el interior del centro educativo, se izará el pabellón o bandera nacional, sin listones, antes de iniciar la primera clase, y se arriará a la hora en que concluya la última clase del mismo día, con los honores establecidos en el artículo anterior y los profesores y alumnos cantarán en Himno Nacional. Luego de este acto, se recitará la Oración a la Bandera por alumnos y profesores. Cada profesor en su aula hará el correspondiente elogio cívico al comenzar la primera hora de clases, haciendo referencia al origen, significado, respeto, culto y espíritu de sacrificio sobre los símbolos patrios, ejemplificando con hechos históricos y haciendo referencias al Estado y su forma de Gobierno y a los Poderes Públicos que establece nuestra Constitución Política" (art. 20).

¡Qué chivo! Con todos esos discursos, esos días no van a dar clases.

"Incurrirán en falta grave, con las consecuencias legales, incluso la destitución, según el caso, los funcionarios, jefes o empleados de oficinas y dependencias del Gobierno Central, de instituciones oficiales autónomas o semi autónomas, municipales, así como aquellos de nombramiento oficial que trabajen en instituciones que reciben ayuda del Estado que no cumplan con las disposiciones contenidas en esta ley o que irrespeten de cualquier manera los Símbolos Patrios" (art. 24).

O sea que si ponen sólo el coro del Himno o se les pasó un par de centímetros la medida oficial de la bandera... ¡pa’ fuera! Por otra parte, ¿cuenta como irrespeto el decir mentiras a la par de la bandera, en alocuciones oficiales?

"En todos los actos públicos o en cualquier lugar o momento en que el pabellón o bandera nacional sea izada o arriada o ejecutado el himno nacional, toda persona demostrara su respeto y culto a esos símbolos, descubierto en posición de firme con la mano derecha apoyada sobre el pecho y a la altura del corazón; durante el acto de izar o arriar el pabellón o bandera nacional, los salvadoreños además acompañaran la ejecución del himno nacional, con su canto" (art. 25, reforma de 1991).

Entendido: nada de puños en alto. Ahí me cuentan cómo van a sancionar a toda la fanaticada en el estadio, que no se quitan la cachucha cuando lo gritan en vez de cantarlo.

"Se permite el uso de los Símbolos Patrios en objetos de uso personal, siempre que se guarde para ellos, el respeto y decoro debidos" (art. 26).

Eso explica que ya no se vean toallas con diseño de bandera, pues qué más irrespeto para un símbolo patrio que estárselo pasendo por donde la espalda pierde su nombre, después de bañarse.

Ojo con quién escribió "libertad"

El Himno Nacional de El Salvador -letra de Juan J. Cañas, música de Giovanni Aberle- tiene un coro y tres estrofas de doce versos cada una. Según la Ley de Símbolos Patrios, debe cantarse únicamente el coro y la primera estrofa (3:15 minutos, aproximadamente), pero en la práctica solo suele ejecutarse el coro (más o menos 1:20 min.). Si se cantara completo, duraría cerca de 12 minutos.

Un error común en el pueblo salvadoreño, en cuanto a su letra, ocurre en la última parte de la primera estrofa, donde dice:

Le protege una férrea barrera
contra el choque de ruin deslealtad,
desde el día que en su alta bandera
con su sangre escribió “libertad”.

La idea es que la “férrea barrera” protege al país desde el día que éste -el país- escribió “libertad” con su sangre, sobre su bandera.

Sin embargo, lo que mucha gente dice, de modo incorrecto, es esto:

... desde el día en que su alta bandera
con su sangre escribió "libertad”.

Con la sola inversión del orden de palabras (“en que” por “que en”) cambia la idea, pues así pareciera que quien escribió “libertad” en algún sitio indefinido fue la propia bandera, con su misma sangre.

Ojo con esto, compatriotas.

lunes, 9 de febrero de 2015

Respuesta de Juan Valiente

Hace unos días le dirigí tres preguntas a Juan Valiente, candidato a diputado por La Libertad. Hoy he recibido respuesta, que transcribo íntegramente del comentario puesto por él a la entrada original. Le agradezco su gentileza y sinceridad. Mi recomendación a mis estimados lectores/as es la misma de Don Macario (ese entrañable personaje del universo literario de Jorge Kattán Zablah): "¡Ahi saquen ustedes sus propias conclusiones!" Yo ya tengo las mías, luego les cuento. RFG.




1. ¿Canta usted el himno de Arena en las ceremonias del partido y mítines de campaña?

Sí canto el himno del partido y completo. Por supuesto que muchas de sus partes (especialmente la de la tumba de los rojos) responden a la cultura de enfrentamiento armado y de lucha a muerte de la guerra civil. En ella ambos contendientes querían la muerte del contrario. Si escuchas con detenimiento el himno del FMLN, también contiene alegorías a la muerte del enemigo.

Para mí cantarlo significa mi adhesión y afiliación a ARENA como partido político que defiende las libertades. En la coyuntura actual solo ARENA tuvo la valentía de abrir sus puertas a la sociedad civil para permitir que llegáramos personas diferentes a las candidaturas. Ojalá en el futuro las fuerzas políticas continuemos renovándonos y permitiendo que nuestros símbolos respondan más al futuro que esperamos que al pasado del que venimos.

2. ¿Rinde homenaje, culto o pleitesía al mayor Roberto D’aubuisson, fundador de Arena?

Lo reconozco como líder y fundador del partido. No me enorgullece que lo involucre el Informe de la Comisión de la Verdad en el asesinato de Monseñor Romero.

Sin embargo, gracias al Mayor también hay paz en el país. Los Acuerdos de Paz no hubieran sido posibles sin el apoyo decidido del Mayor y de todos los miembros de la cúpula del partido. Y han sido precisamente estos acuerdos los que han permitido que el país llegue a la situación de democracia actual.

Encuentro en algunas ideas del Mayor inspiración para el servicio. Poner al país de primero es un mensaje de renovación que necesitamos. No buscar elogios por el servicio también. Descubrir que es mejor dar que recibir y que nuestro único juez sea el Señor también. Como ves el estudio de la personalidad del Mayor D'Abuisson requiere de mayor profundidad.

3. Recientemente la Asamblea Legislativa aprobó un indulto para Guadalupe Vásquez, una de “Las 17”, condenada por homicidio agravado en contra de su hijo. La Corte Suprema de Justicia dictaminó que procedía la gracia porque tuvo dudas razonables sobre el debido proceso.

No he tenido tiempo de conseguir y leer la documentación del caso. En principio lo que puedo decirte es que tal decisión se basa en una recomendación de la CSJ, aunque diputados de ARENA han reclamado fraude procesal en la decisión de la comisión legislativa. La CSJ es la que debe responder por la debida aplicación de la justicia. Que Florentín Meléndez (admirado miembro de la Sala de lo Constitucional) haya sido uno de los firmantes de dicha recomendación me hubiera llamado a dar la debida atención al caso. No sé cómo hubiera decidido votar, pero mi oposición al aborto no me ciega en mi lucha contra la injusticia.

sábado, 7 de febrero de 2015

Un santo más allá del catolicismo

Esta semana se conoció la noticia que Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue declarado mártir de la Iglesia Católica por el papa Francisco I. Desde la perspectiva eclesial, esto significa que su asesinato en 1980 fue “por odio a la fe”. También implica que puede ser declarado beato sin necesidad de atribuirle milagros.

Sin embargo, Monseñor Romero ya es un santo, si tomamos este adjetivo en esta acepción: persona “de especial virtud y ejemplo”, pues la dimensión de su figura y su palabra trasciende los límites del catolicismo.

El maestro Francisco Andrés Escobar, en su discurso de aceptación del Premio Nacional de Cultura 1995, nos lo explica de esta manera:

Los grandes santos de la historia -entendida la santidad no como un decreto canónico, sino como una tensión real del espíritu, la acción y la palabra hacia la encarnación, en la vida y en el mundo, del bien, la verdad, la libertad y la justicia- empeñaron sus fuerzas y hasta sus sangres, en ocasiones derramadas por el martirio, en hacer que los ojos humanos pudieran verse entre ellos con los fulgores del amor que todo sana y salva, lejos de los velos oscuros de la indiferencia, el rencor o el odio, que todo enferman y matan.

Y más adelante añade:

Santos, porque la ilusión de una vida en común más digna y más alta guió sus horas; porque la tarea de labrar para el bien, la verdad, la libertad y la justicia un lugar preferencial en el entramado de la historia dio sentido a sus mayores acciones cotidianas; porque en la obsesión sublime de hermanar a los unos con los otros para heredar a los que vienen un mundo más justo y más noble, entregaron lo mejor de sus luces interiores y trasegaron los pálpitos de su sangre.

La veneración por Monseñor Romero es cosa que va mucho más allá de religiones, decretos y altares, llegando al más puro y elevado humanismo. Si este amado pastor llegase a ser beato o santo, qué bien, pues ese título representaría el reconocimiento y asunción institucional de su valiente mensaje evangélico en uno de los contextos más demenciales de la historia. Pero para descubrir la riqueza de su palabra y entender la importancia de su mensaje lo que hace falta no es llamarse católico, sino tener la mente y el corazón orientados hacia la justicia.

Así nos lo ilustra don Paco en el citado discurso:

Él también quiso ordenar el desorden de la vida nacional y convertir a la misericordia los corazones más duros. Su propósito era detener otro deslave, mediante el recurso de hacer valer la razón moral por encima de la razón económica, de la razón política y de la razón militar. (…) Sonó peligrosamente extremista para los intereses de unos, y extremadamente peligroso para los propósitos de otros. Puesto en el fuego cruzado, su sentencia de muerte le advino por su encontronazo directo contra todo poder, en elección radical a favor de quienes poco o nada tienen.

Mientras su causa estuvo detenida por cautelas vaticanas de papados anteriores, se supo extraoficialmente que una condición -efectiva aunque no escrita- para su beatificación era que los salvadoreños/as hubiésemos madurado lo suficiente como para valorar y honrar su figura universal. Tristemente, al ver el tipo y tono de comentarios odiosos y revanchistas en el mundo real y virtual de hoy, el panorama es decepcionante. Además del veneno que aún circula en la gente que comparte y reproduce la mentalidad que propició su asesinato, están otros/as que dicen defenderlo pero pareciera que les interesa más vilipendiar a sus opositores políticos. Si por esto fuera, tendríamos que esperar siglos o la refundación nacional desde cero para merecernos un santo de estas dimensiones.

Ante esto, traigo a cuenta una última cita del notable discurso que nos sustenta, con la esperanza de que su propuesta vaya tomando visos de realidad en medio de tanta ofuscación. Dice así don Francisco Andrés (en alusión a quienes, como Monseñor Romero, intentaron desde su íntima convicción del bien, legarnos un mejor país por la vía de la transformación emancipadora):

Se trata entonces de salir a su encuentro, de mirarlos a los ojos, de saberlos hermanos, de saber que nos dan los medios y los modos para sabernos hermanos, y de poner a producir sus palabras -siempre actuales, siempre vivas y siempre válidas- en beneficio de una patria común necesitada de una transfiguración de su presente y su destino.

Así sea.

martes, 3 de febrero de 2015

Tres preguntas para Juan Valiente

Juan Valiente
Candidato a diputado de Arena
por el departamento La Libertad,
periodo 2015-2018.
En línea.

Estimado candidato:

Reciba un atento saludo.

Aunque no lo conozco personalmente, tengo cierta impresión de usted a partir de los artículos que publica en El Diario de Hoy. También sé de su excelente perfil profesional y he escuchado buenos comentarios sobre sus cualidades personales, por parte de gente que lo conoció en la década de los setenta. Y aunque no viene al caso, por cuanto usted aspira a un cargo público en el marco de un estado laico, percibo como sincera su devoción cristiana que le impulsa a ser un hombre de bien.

Su candidatura me plantea, no obstante, un serio dilema.

Por una parte, veo a un profesional capaz con deseos de aportar al país, de ideología de derecha pero moderada y razonable, con quien no concuerdo en varios puntos pero que sin ninguna duda preferiría me representase en la Asamblea Legislativa en vez de otros políticos de perfil tradicional (entiéndase: demagogos, fanáticos, serviles y deshonestos).

En contraparte -y he aquí el problema- está el instituto político bajo cuya bandera usted se postula. Por historia personal, jamás podría votar el partido fundado por personajes sobre quienes pesan fundamentados señalamientos de violaciones a los derechos humanos y represión ilegal. Por creencias, nunca le daría el voto a un partido cuyo discurso de discriminación, intolerancia y negación de derechos sigue patente. Y si consideramos a las figuras políticas históricas y emblemáticas… mejor ni pensarlo.

No obstante lo anterior, la elección 2015 presenta la novedad del voto cruzado y por rostro, y en el ejercicio de esta posibilidad está el quid del asunto. Si acaso votara por usted, podría hacerlo sin marcar la nefasta bandera de Arena. Sería, eso sí, una fracción de mi voto repartido otros candidatos/as, muy probablemente del FMLN y el CD, pero en todo caso también una marca a su favor. Créame cuando le digo que no lo tengo decidido todavía.

Así pues, para discernir mejor voy a hacerle algunas preguntas que espero tenga a bien responder. Aclaro que no he leído todas sus entrevistas y declaraciones; por lo tanto, no sé si ya las contestó y espero sepa comprender si suenan repetitivas. Son muy simbólicas, dos concretas y una hipotética. Las considero decisivas porque de detalles aparentemente pequeños uno puede sacar sus conclusiones sobre qué esperar de las personas.

Aquí van.

1. ¿Canta usted el himno de Arena en las ceremonias del partido y mítines de campaña?

Si su respuesta es afirmativa, ¿lo canta todo o sólo partes? ¿Qué siente cuando dice “El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán”?

Si su respuesta es negativa, ¿qué hace y qué siente al ver que toda la gente a su alrededor grita esas palabras?

2. ¿Rinde homenaje, culto o pleitesía al mayor Roberto D’aubuisson, fundador de Arena?

Si su respuesta es afirmativa, ¿cómo concilia esa actitud con el informe de la Comisión de la Verdad, documento “de lectura obligatoria para todos los salvadoreños”, en palabras suyas publicadas en el artículo Monseñor Romero y Arena, del 25 de marzo de 2014?

Si su respuesta es negativa, ¿cómo se siente al estar rodeado de personas que veneran y defienden ciegamente a su “máximo líder”?

3. Recientemente la Asamblea Legislativa aprobó un indulto para Guadalupe Vásquez, una de “Las 17”, condenada por homicidio agravado en contra de su hijo. La Corte Suprema de Justicia dictaminó que procedía la gracia porque tuvo dudas razonables sobre el debido proceso.

¿Usted hubiera votado a favor del indulto, en contra o abstención? ¿Cómo razonaría su voto?

Le agradezco su atención a la presente.

Atentamente,

Rafael Francisco Góchez
Docente, escritor y músico.


lunes, 2 de febrero de 2015

Discutir con una piedra

La verdad absoluta existe, la posee el Dr. Luis Fernández Cuervo… ¡y ay de aquel que lo contradiga!

Cada lunes a través de las generosas páginas de El Diario de Hoy, este ilustre galeno acomete con furiosas diatribas, anacrónicas amonestaciones, peroratas ultraconservadoras y viscerales admoniciones.

Paladín de la rancia moralidad, azote de los anticonceptivos, adalid de la homofobia, acorazado insignia contra las feministas, apologeta de proles colosales e inquisidor implacable de conspiraciones demoníacas que buscan socavar las buenas costumbres, se percibe a sí mismo como auténtico titán de los valores familiares, contando con la aprobación, aplauso y homenaje de los sectores más retrógrados de la burguesía, además de poderosos grupos eclesiales que aún habitan en épocas preconciliares, hogueras punitivas e iras divinas. En el resto de estratos sociales sin duda tiene adeptos y adeptas, cortesía de la alienación inconsciente.

Pese a lo dicho anteriormente, no se crea que nuestro doctor es torpe o carece de inteligencia; por el contrario, su discurso es semánticamente diáfano, ideológicamente asertivo, sintácticamente impecable y filosóficamente fundamentado, incluso en ocasiones dice cosas sensatas.

Tampoco es sabio concluir que por el solo hecho de sostener esquemas mentales vetustos este ínclito profesional sea una mala persona; por el contrario (y quienes lo conocen seguramente abonarán a su causa), él ha de manejar su vida conforme a principios inspirados en su idea del bien universal, y seguramente actúa movido por nobles propósitos.

El problema con él no es de forma ni de intenciones, el problema es su intolerancia objetiva, el no respetar “las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. En estos afanes, ha llegado a pedir cárcel y pena de muerte para quienes promueven causas contrarias a su fe.

Él y otros que le acompañan en esta cruzada (p. ej.: Evangelina del Pilar de Sol, Rafael Domínguez, Regina de Cardenal y sus correligionarios) viven en el estrecho compartimiento mental de las verdades absolutas, lo cual puede tener algunas ventajas y quizá no estaría mal… de no ser porque esta actitud maximalista no la limitan a sus propias vidas y tampoco la promulgan a partir de la sana persuasión ni la invitación humilde, sino que pretenden imponerla por diferentes medios al resto de la colectividad: desde el chantaje moralista y las llamas infernales, hasta la promulgación o modificación de leyes que restringen o eliminan derechos humanos ya conquistados o por conquistar.

Claro está que para él y sus acólitos/as, estos derechos (que generalmente entrecomillan) son parte de un malévolo conjuro internacional, un cáncer que ha infiltrado a la ONU y varias oenegés con el propósito de exterminar el cristianismo. Todo lo que luzca diferente a su credo es degradante, perverso y criminal.

Con este buen doctor no se puede discutir, así como es imposible cualquier esfuerzo de entendimiento con sus homólogos/as de prédica. No solo se enorgullecen de su tozudez sino que lo publican hasta el delirio. “Estoy al final de mi vida y lo que más me importa es el juicio de Dios sobre mi conducta y mis palabras”, escribió el mentado médico. Es una elegante manera de decir “me importa un pepino lo que ustedes, herejes depravados, piensen de mí”. Aquella señora -que en su momento se definió como recalcitrante- dijo que gustosa ingresaría a prisión cantando himnos de alabanza, cuando hizo propaganda a favor de un partido político en nombre de la Virgen de Fátima y enfrentó un proceso por violar la ley electoral. “No las moverán”, exclamó el otro periodista generador de opinión, refiriéndose a sus prejuiciosas afirmaciones basadas en la ignorancia.

Evidentemente, el fanatismo no es patrimonio exclusivo de estas cohortes, pues de otras calañas también los y las hay, comenzando por las de izquierdas; sin embargo, el ala derechista llama más la atención por la magnificencia con la que se les dan los espacios editoriales de mayor circulación.

Con estas personas, lamentablemente amplificadas por ese y otros medios de difusión masiva, lo que nos queda por hacer -además de ponerlos en evidencia- es comprenderlos y compadecerlos, sin dejar por ello de rebatirlos. De fondo, queda la esperanza de que al final del día sea la misma realidad objetiva -esto es, la legítima diversidad humana- la que acabe por derrumbar los castillos medievales que tienen por ideología.