MONOMANÍA TELEFÓNICA III
(con suerte, el capítulo final)
Pedir la baja como usuario de una compañía de teléfonos celulares y servicio de internet, una vez que se ha cumplido el plazo obligatorio contratado, no es tan sencillo como presentarse en el centro de atención personalizada y manifestarlo asertivamente: hay allí un pequeño y amable interrogatorio acerca del porqué del retiro.
Como en lo particular (y de modo más o menos absurdo) me parece poco elegante decir la verdad más simple (es decir, que tomaré una mejor oferta de servicios en otra empresa), en lugar de eso respondí con una verdad a medias: "la persona que lo tenía ya no lo va a usar". También me siento descortés cuando no escucho atentamente lo que el ejecutivo o ejecutiva de ventas quiera decirme en el afán de evitar la pérdida de un cliente, aunque en esto he notado enormes diferencias en cuanto a la habilidad persuasiva de las distintas personas que me atendieron. Pues bien: por este par de debilidades mías, resultó que a fin de cuentas (y diría que casi por casualidad) he logrado lo que no me proponía: seguir allí, en condiciones más favorables.
Hace más de un año lo viví cuando me disponía a cambiarme de proveedor de internet (sigo con los mismos) y ahora lo he vuelto a experimentar con esto de los telefonitos. La estrategia utilizada por ellos en ambos casos se basó en la existencia de planes de consumo prácticamente secretos, tarifas y condiciones de comercialización que no las anuncian abiertamente ni se encuentran en ningún catálogo ni en su sitio web, pues sólo las ofrecen en privado en casos como el mío: un cliente antiguo, libre de contrato y que piensa marcharse. He aquí su as bajo la manga: una oferta irresistible que echó por tierra todo el razonamiento que me llevó a pedir la baja.
El epílogo es un tanto curioso: después de seis semanas de debates, indecisiones y tormentosas monomanías conversatorias, sí contraté un nuevo plan en otra compañía (que estará con "migo")... ¡pero todavía tengo activos los números y aparatos de la empresa inicial! Como el gasto total proyectado representará, con la mesura debida, apenas los dos tercios de lo que la familia en conjunto gastaba antes, ¿será entonces que la competencia es la mejor garantía a favor del consumidor?