miércoles, 31 de octubre de 2007

"El bebé de Rosemary", horror de museo.

La contraportada del DVD la presenta como "posiblemente la mejor película de horror realizada", aunque les faltó añadir un preventivo "hasta ese momento". Me imagino al público de aquella época (1968) realmente muy impresionado: la escena de la fecundación de Rosemary debió resultar perturbadora ante una sensibilidad poco acostumbrada a enfrentarse, siquiera en la imaginación, a un hecho tan horrible. Su mérito es, entonces, contextual: una película fuerte en una época donde no se hablaban ni mucho menos mostraban muchas cosas, cuando las personas palidecían de sólo imaginar un engendro diabólico que, por cierto, nunca aparece en pantalla ni siquiera parcialmente ("el peor monstruo es el que te imaginas"). Pero pasados casi cuarenta años, veo en ella un horror de museo: ya no asusta, ya no angustia; lo cual es un pecado mortal para una película con tal etiqueta. El contraste inevitable surge al pensar en otras que mantuvieron su fuerza a través del tiempo y han seguido sacudiéndonos por la efectividad con que está armada la estructura de imágenes, palabras, música, efectos, diálogos y sugerencias. Pienso así en filmes como "El exorcista" (1973) y "La profecía" (1976), de la misma forma que comparo a un Porsche 911 con un Volkswagen escarabajo: aunque diseñados por el mismo ingeniero y sin que nadie demerite en su contexto al popular carrito merecedor de la saga de "Herbie", es aquel deportivo -y no este compacto- el que todavía sigue cautivando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para no perder la cosrumbre: discrepo. La escena donde la protagonista se sorprende devorando el hígado crudo de un pollo es impresionante. Y creo que la película no aterroriza, de acuerdo, pero inquieta muchísmo. Es la inquietud de lo cotidiano lo que hace que aumente la temperatura. A mi modo de ver, sólo el final es un poco desabrido. Pero es que, se sabe, acabar es taaaaaan difícil (todo, no sólo las películas).