Una referencia fundamental de la infancia de mi Generación X es el programa televisivo de Los Picapiedra, del cual incluso publiqué un top five personal. Sin embargo, pese a ciertos inolvidables momentos, una mirada adulta, consciente y mejor informada acaba descubriendo elementos no tan divertidos y hasta perniciosos.
El primer análisis que conocí de este tema fue un breve ensayo que elaboró mi hermana Delfy en su primer año de universidad, en la carrera de psicología en la UCA en el año 1977. Yo tenía diez años de edad y, aunque sus argumentos tenían fundamento racional, no rechacé emocionalmente la teleserie y la seguí viendo por años.
Hoy, ya de mayor, volví a ver algunos episodios y encontré escenas chocantes presentadas cual puntadas humorísticas (v. gr.: un reloj de cuco en el que, para marcar las tres de la tarde, un hombre le da tres garrotazos en la cabeza a su mujer). También logré comprender mejor esos paradigmas subyacentes de los que habló la estudiante de psicología antes mencionada, los mandamientos ideológicos sobre los cuales están construidas esas situaciones “graciosas”, mismos que a continuación formulo, reconociendo en ellos la influencia de aquel análisis.
1. Le ocultarás tus proyectos y acciones a tu esposa.
Buena parte de los episodios transcurren sobre esta base: Pedro hace o quiere hacer algo, pero siempre a escondidas de Vilma; no obstante, ella se acaba enterando de una u otra forma y sobreviene el conflicto. El adjetivo que lleven las intenciones o acciones realmente no importa: pueden ser o no lícitas, riesgosas, imprudentes, osadas o hasta estúpidas; el punto es no conversarlo porque “ella nunca lo entendería” (ya sea tomar clases de ballet para mejorar en el boliche o escaparse con los Búfalos Mojados a Ciudad Frenética). Buen modelo de comunicación familiar.
2. Naciste para ser obrero, no empresario.
Las veces que Pedro renunció o fue despedido de su trabajo en la cantera para emprender proyectos particulares se cuentan por los fracasos de estos intentos, ya sea como propietario de un drive-in, fabricante de pasteles de piedramora, dueño de una sala de billar o empresario circense. La moraleja permanente es que la mejor y casi única vida a la que puede aspirar es, justamente, esa donde tiene un trabajo mal pagado y peor tratado (¿recuerdan la Operación Rebaja?), y no son pocas las ocasiones en que Vilma se encarga de recordárselo.
3. No trabes amistad con el sexo opuesto.
“Los chicos con los chicos, las chicas con las chicas”, tal es el lema en el universo picapedresco, seguramente porque hay cosas de hombres (béisbol, billar, boliche, boxeo, carreras, cartas, golf y una logia expresamente vedada a las féminas) y cosas de mujeres (chismes, salón de belleza, supermercado, tiendas de ropa y todas esas superficialidades femeninas). No recuerdo ningún episodio en donde Pedro hable con una mujer, que no encienda en Vilma las alarmas de infidelidad y celos. Y la vez que Vilma presentó a un amigo, era su exnovio Rodney Pedernal, quien de Pedro decía: “¿Dónde está, dónde está? ¡Quiero grabarle mis iniciales en la piel! ¡Jh, jh, jh!” (capítulo en donde, por cierto, hubo varios atentados sospechosamente accidentales).
4. Trata mal a tu mejor amigo.
No sé si Pablo (nombre en español que le pusieron a Barney) sea en realidad un tipo con tan buena autoestima como para comprender y soportar amistosamente el tóxico carácter de Federico (el Pedro que aquí conocemos). Lo cierto es que éste ejerce bastante violencia verbal contra su pal, aparte de una amplia gama de ingratitudes a las que el condescendiente vecino parece acceder de buen grado, no importa si lo ridiculiza en público o le roba el crédito de sus acciones meritorias.
5. Esfuérzate por ser una buena esposa-doméstica.
Vilma, “la feliz ama de casa”… poco más se puede añadir al estereotipo que promueve. Su lugar está en las labores domésticas, sacrificando siempre sus propias posibilidades de desarrollo laboral en función de preparar la cena de Pedro, todo un dogma hogareño. Quizá esto no estaría del todo mal si el buen Pedro ayudara en las tareas de la casa, pero lo único que le vemos hacer es exigir, quejarse, ensuciar… y a veces cortar el césped con la máquina-tortuga, muy a regañadientes.
Es cierto que el programa se produjo en el periodo 1960-1966 y como tal responde a la mentalidad de la época. Lo triste es que todos los de esa generación (y muchos de las posteriores) al final todavía seamos un poco picapiedras.