lunes, 2 de abril de 2007

Sombrero defectuoso

Dice el refrán que “a caballo regalado no se le mira el diente”, expresión que halla su origen y sentido en el hecho de que la dentadura equina permite saber su edad y, por lo tanto, su verdadero valor. Aplicado a cualquier situación de la vida, el mensaje es: si te regalan algo, acéptalo con gusto y no andes buscando detalles que criticarle. Si no te gusta, simplemente no lo uses... y ya.

La canción “El sombrero azul”, compuesta por el cantautor venezolano Alí Primera, fue ciertamente un regalo y homenaje a la lucha de la izquierda armada durante la guerra civil salvadoreña de la década de los ochenta. Tal vez haya sido hecha con más prisa que cuidado, pero igual se le agradece el gesto.

Sin embargo, al margen de la justeza de la causa, la solidaridad internacional y lo que para los otrora combatientes y actuales simpatizantes evoca la canción, lo cierto es que la pieza tiene un par de elementos endebles. No me refiero al error en la cadencia rítmica en la estrofa donde se escucha un /dalé/ en lugar del correcto /dále/, sino a dos asuntos de cultura e identidad nacional.

En la primera estrofa se describe la lucha del pueblo como “pura”, seguramente en su acepción de “libre y exenta de imperfecciones morales”, así como “una muchacha cuando se entrega al amor con el alma liberada”. Dentro de la mentalidad de aquellos días, estaba claro que la virginidad era un "esquema burgués" y entregarse al amor desde "la moral revolucionaria" era un acto de rebeldía contra “el sistema” (por cierto, el mismo que hoy promueve el pansexualismo y que nos lleva a vivir el tema pareciéndonos cada vez más a los gringos).

Claro que en países de añeja tradición machista, como los nuestros, no hay nada mejor que una muchacha bien liberada (y muy poco informada) para satisfacer a un buen macho copulador (al respecto, habría que revisar las estadísticas de embarazos adolescentes y madres solteras, a ver si esta analogía no será un mero culto hormonal a la conveniente ingenuidad, por llamarla de algún modo).

Luego, de los cuatro versos de la segunda estrofa, tres de ellos son una pancarta anti-imperialista contra las /bo-í-nas/ verdes del ejército estadounidense en Vietnam: una protesta justificada, sí, pero que nos deja a los salvadoreños como una mera excusa introductoria.

Ahora bien: cuando tú exhibes y hasta presumes de un regalo defectuoso, el problema no es ya de quien te lo ha obsequiado, sino tuyo. ¿Será acaso que no tienes otra cosa mejor que ponerte?