miércoles, 8 de agosto de 2007

El procesamiento de los ratones

De los varios métodos para eliminar ratas y ratones caseros, simpáticos pero dañinos roedores (aparte de los accidentes como el descrito en "electrocución contigua"), finalmente nos decantamos por la trampa de jaula, en donde la presa queda atrapada casi siempre sin sufrir daño alguno (excepto el psicológico, si cabe, y alguna que otra cola prensada por la portezuela). Preferimos este artefacto por sobre la tradicional trampa de resorte, por el feo espectáculo que ésta deja como testimonio de su funcionamiento: el animalito destripado o mutilado; tampoco nos convenció la conveniencia el veneno, que no su efectividad, pues animales de otras especies podrían morir al ingerir el cadáver; y mucho menos nos parecen bien las trampas de pegamento, pues no garantizan el éxito en armonía con la higiene.

El único problema significativo de este procedimiento es la respuesta a la pregunta esencial, una vez que el preso está en la jaula: "y ahora... ¿qué hacemos con el ratón?". He aquí algunas soluciones, las primeras dos sólo recomendadas por terceros y la última, la elegida:

a) Aplicar un procedimiento salvaje, como patearlo o atacarlo con el palo de la escoba o trapeador. Evidentemente, no estamos por estas vías tan incivilizadas.

b) Ahogar al roedor, enviándolo directamente a una cubeta con agua. Aunque muy digno del cuento "El flautista de Hamelin" y recomendado por el vendedor de la ferretería, decidimos no hacerlo por no presenciar tantas muertes y, además... ¿qué tal si el animalito sale nadando?

c) Caminar hasta el tragante de aguas lluvias de la esquina de la cuadra y, una vez allí, liberarlo. Al fin y al cabo, un "mus musculus" más o uno menos no causará ni la salvación ni la extinción de la especie (la dificultad está en las miradas de los transeúntes cuando uno va en tal peculiar recorrido, caja y ratón en mano; por eso, hay que buscar horas de poco tráfico humano. Si hay pereza, conformémonos con la acera de enfrente).

Con este último proceder he tenido generalmente resultados exitosos en la deposición final, aunque ha habido excepciones notables, a saber:

- Una vez, el animalito en cuestión atravesó la calle a toda velocidad y volvió a entrar por la puerta principal de la casa. ¡Vaya necedad!

- Hubo un huésped muy pequeño que intentó escapar a través de las rejas, pero quedó infelizmente atrapado entre los fierritos. ¡Qué trabajo y qué derramamiento de vísceras ratoniles costó sacarlo de ahí!

- Otro de ellos, ante la puerta de su prisión abierta, se negaba a salir, por más sacudidas que se le diera, aferrado con uñas y dientes al interior del receptáculo. Para su mal, entre el zarandeo la puerta se volvió a cerrar de golpe, dejándolo sin cola antes de que finalmente fuera expulsado de ahí, por vías poco ortodoxas. ¡Feo espectáculo!

- En otra ocasión, el pequeño mamífero corrió unos cuantos metros antes de ser alcanzado por un zanate que, cual feroz depredador, lo acometió a picotazos, desayunándoselo en el acto. ¡Que Hitchcock tenía razón en "The birds"!

1 comentario:

KR dijo...

jajajajajaja...