sábado, 2 de diciembre de 2017

Elucubraciones por los pies subidos

La anécdota real

Ocurrió hace veinte años en la iglesia de Suchitoto, mientras acompañaba a unos estudiantes de bachillerato.

Entramos a la iglesia colonial del lugar y los visitantes se disgregaron en varios grupos: unos curioseando los camarines de los santos, otros tomándose fotos con el altar de fondo y algotros inspeccionando los antiguos confesionarios; en fin: tanta diversidad de actividades como intereses y ánimos había.

En eso, una chica se sentó en una de las bancas de madera dentro del templo a descansar. Tranquilamente, se quitó los zapatos y subió los pies en la banca de enfrente, cruzándolos como cualquiera haría en la sala de su casa o el parque de la colonia.

Me acerqué a llamarle la atención, pidiéndole –con la mayor amabilidad de la que soy capaz– que se sentara correctamente.

Como buena adolescente se molestó, respondiendo en la frontera de las malas maneras, pero acatando al final, aunque a regañadientes.

Igual le di la correspondiente explicación: que estábamos en un lugar ajeno donde había otras personas que podían considerar tal manera de sentarse como una falta de respeto, y dejando aparte la discusión sociocultural del gesto en sí, convenía tener prudencia en atención a las tradiciones del lugar.

La chica recibió una amonestación verbal institucional y dejó de dirigirme la palabra por varias semanas, pero a la fecha de hoy, creo que ninguno de los dos guarda resentimientos por el incidente y (asumo que) estamos en paz.

La hipótesis especulativa

Contexto de 1997: tomar fotografías era un pasatiempo caro, no al alcance de todos. Las cámaras eran analógicas, había que comprar un rollo o carrete de 12, 24 o 36 exposiciones y administrar con prudencia cada disparo. Luego venía el proceso de revelado e impresión, que tardaba no menos de tres días. Internet y el correo electrónico eran prácticamente un lujo y las redes sociales apenas comenzaban. El fenómeno de la viralización de imágenes no existía o estaba bajo el estricto control de los medios impresos tradicionales.

Pero especulemos un poco.

¿Qué habría pasado si alguien hubiera tomado una fotografía de la chica así sentada, publicándola en una revista o periódico, denunciando el presunto irrespeto del tempo de la localidad y al Santísimo mismo?

Habría hubiera habido una avalancha de comentarios, unos a favor y seguramente la mayoría en contra.

El linchamiento virtual

Conociendo el manejo que en la Guanaxia Irredenta suele hacerse de estos temas, profundicemos en la especulación e imaginemos qué se habría dicho, si en aquel tiempo se hubieran tenido los medios de comunicación digitales que hoy poseemos.

No es descabellado pensar que, mientras unos pocos discutirían sobre la gravedad del gesto en sí (subir los pies en una banca de un templo), en la primera fila de vociferaciones aparecerían los haters contra la institución en donde ella estudia, aprovechando la ocasión (esa como cualquier otra) para despotricar.

Por la idiosincrasia nacional, no dudemos que otra buena parte se habría enfocado en comentar, con toda la vulgaridad posible, el aspecto físico de la chica.

Cierta porción de comentarios, que supuestamente serían en su defensa, tendrían el siguiente aspecto:

Cosas peores hemos visto, como [inserte aquí un hecho marcadamente reprobable] y no han dicho nada.

Es decir: "eso es esencialmente malo pero no tanto".

No descartemos alguien que, con cierto sentido de responsabilidad, enviase una carta o se apersonase a la institución, reclamando la mala educación que dan a sus alumnos/as y dando por hecho que allí se les instruye en ese sentido.

Si en ese universo paralelo e hipotético hubiese una Biblia que mandase al infierno a quienes suben los pies en las bancas de los templos, ya no digamos.

(O pensándolo bien… quizá eso no sea tan paralelo ni hipotético: hay lugares en nuestro mundo actual donde a uno le pueden dar golpiza y mazmorra por ingresar a ciertos lugares sagrados, por ejemplo, sin descalzarse.)

Y luego… que si la premeditación o inocencia del gesto, y que si la falta de valores de la juventud actual, y que si se han perdido las buenas costumbres, y que si deberían expulsarla o sancionarla fuertemente por desprestigiar al centro educativo… En fin: un escándalo moral, educativo y religioso.

¿Les parece un escenario improbable y exagerado, todo por subir los pies en una banca de un templo?

Consideren esto: ya hubo hoy, en este año, una agria discusión en redes sociales, cargada de insultos, porque un importante funcionario edilicio publicó la foto de sí mismo con los pies subidos en el escritorio de su oficina.

Y tengan esta otra anécdota tangencial: mi abuelita, como buena señora tradicionalista, consideraba un insulto a la memoria de Nuestro Señor Jesucristo el solo hecho de escuchar música el viernes santo. Su argumento lo hacía valer con palo en mano… y no solo por música vulgar, fiestera o de doble sentido, sino música a secas, del tipo que fuese.

La tolerancia

En última instancia, en el escenario antes descrito asistimos a un conflicto de valores entre la tradición conservadora y las nuevas costumbres de la juventud.

Como es un conflicto inter-generacional, difícilmente va a existir una postura neutral o plenamente conciliadora.

Lo que sí se puede exigir es tolerancia, es decir, “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.

_______________

Posdata:

Paradójicamente, y como ya definió en 1945 el filósofo Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, la tolerancia no es un valor absoluto.

¿Cómo así?

Dice Popper que "si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y de la tolerancia".

Así, “deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley, y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución. Tenemos que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia”.

sábado, 26 de agosto de 2017

Discutamos sobre el aborto

Desde 1998, el aborto en El Salvador está penalizado sin excepciones con cárcel de 2 a 8 años. Esta penalización absoluta sólo ocurre en otros 4 países del mundo: Malta y tres latinoamericanos, que son Honduras, Nicaragua y República Dominicana.

Oficialmente hay uno más: el Estado de la Ciudad del Vaticano, pero en la práctica no cuenta porque otorga la ciudadanía por motivos laborales sin anular la nacionalidad de origen.

· Las posturas

A nivel mundial, las posturas y leyes sobre el aborto se resumen así:

- Aborto libre: cuando basta la sola decisión de la mujer para abortar. 58 naciones lo permiten, dentro de ciertos márgenes según las semanas de gestación.

- Aborto en casos excepcionales:

a) Para salvar la vida de la madre (132 países).
b) Por inviabilidad del feto (p. ej. anencefalia).
c) Por ser el embarazo producto de violación.
d) Por motivos económicos o sociales.

(47 países admiten una o varias de las causales “b”, “c” y “d” en adición a la “a”.)

- Aborto prohibido absolutamente: 5 países.

En este enlace hay información más detallada.

· Debatir o no

El Salvador es, con poco margen de duda, un país con marcada polarización ideológica, en donde difícilmente se puede tener un debate que no esté contaminado por el fanatismo, el insulto y la descalificación.

Quienes rechazan el aborto en términos absolutos, sin considerar excepciones, se niegan a cualquier debate al respecto. Para estas personas, el tema ni siquiera es discutible: todo aborto es un asesinato y quienes defienden al menos una causal de excepción son genocidas de bebés inocentes. Punto.

Organizaciones como la Fundación Sí a la Vida, partidos políticos como Arena, la jerarquía de la Iglesia Católica y pastores de poderosas iglesias evangélicas lo han dicho y reiterado hasta la saciedad.

Desde esta perspectiva “pro vida”, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Malta son la última línea de defensa de la vida en un mundo corrompido, a merced de una criminal conspiración internacional abortista que ya tiene a 190 naciones de su lado.

El espectro de las distintas posturas sobre el tema, estas personas lo ven así:

Con esta gente es estéril cualquier argumento, dato o razonamiento; sin embargo, ejercen una enorme influencia política y rápidamente se encargan de satanizar a quienes no aceptan completamente su discurso. Y sin embargo…

· Religión y política

Quienes están contra el aborto en toda circunstancia generalmente esgrimen argumentos religiosos, basándose en la creencia que, desde el instante de la concepción, un cigoto ya tiene su alma inmortal creada por el Supremo Hacedor.

Quede claro que, en términos metafísicos, cada quien elige en qué creer y está en su derecho; pero el estado salvadoreño es laico y, como tal, las leyes no deben ser impuestas a partir de creencias religiosas particulares. Si esto fuera así, los Testigos de Jehová bien podrían imponer, con el apoyo de diputados/as afines, una ley que prohibiera las transfusiones de sangre.

Si los católicos y evangélicos dan fervientes prédicas contra el aborto a su feligresía, de acuerdo y bien por ellos. El problema es cuando quieren trasladar la Biblia o el Catecismo a la Constitución Política de la República y las leyes secundarias.

· Embrión o ser humano

El debate sobre el aborto implica consideraciones biológicas y filosóficas acerca de cuándo un embrión debe ser considerado un ser humano. Sobre el tema, hay diversas posturas y tratados que abarcan extensos volúmenes, sin alcanzar unanimidad.

Las legislaciones pro aborto generalmente aceptan el criterio de las 12 semanas para permitirlo, basándose en el hecho que es solo hasta el tercer trimestre del embarazo que se han formado las estructuras cerebrales capaces de conectar al nuevo ser con el ambiente, lo que le daría al feto cierto grado de conciencia.

Por el contrario, la Constitución salvadoreña reconoce, desde la reforma vigente en 1998, que un ser humano lo es desde el instante de la concepción, lo que impide el aborto por la sola y simple voluntad de la madre en cualquier fase del embarazo.

Esta reflexión, no obstante su importancia, no es el punto central de lo que se discute hoy en El Salvador, ya que no se está planteando el aborto libre sino la despenalización por causales específicas que implican conflicto de derechos fundamentales del nasciturus y de la propia madre (p. ej. la vida).

Las reformas legales propuestas para el artículo 133 del Código Penal podrían ser aprobadas sin necesidad de otra reforma constitucional que revierta la del 98.

· Salvar vida de la madre

La propuesta de despenalizar el aborto para salvar la vida de la madre fue presentada en octubre 2016 por la diputada Lorena Peña, del FMLN. La iniciativa incluye además otras tres causales. Por su parte, el diputado Johnny Wright Sol presentó en agosto de 2017 otra propuesta coincidente de dos causales, una de ellas la antes mencionada. Cabe aclarar que aunque Wright Sol es miembro del partido Arena, dicho instituto político ha rechazado tajantemente dicha acción.

Dato interesante: Juan Valiente, también diputado de Arena quien sostiene una postura “pro vida” consistente, ha aceptado que en este punto hace falta legislar adecuadamente para permitirle al médico luchar por la vida de la madre y del nasciturus por igual, sin temor de ser encausado judicialmente. Por esta sola declaración de apertura a escuchar argumentos, ha sido increpado por fanáticos dentro y fuera de su partido.

Pese a las muchas argumentaciones médicas presentadas por diversas personas y organizaciones, los opositores dogmáticos al aborto sencillamente niegan que existan casos en donde se tenga que sacrificar al feto para salvar a la madre y rechazan incluso el concepto técnico de “aborto terapéutico”. Esto a pesar de que la ministra de salud, Violeta Menjívar, dio estadísticas e informes de muertes de mujeres por embarazos ectópicos, por no evacuarse a tiempo.

· Embarazo por violación a menor

La causal de despenalización del aborto cuando el embarazo sea producto de violación a menor de edad está en la propuesta de Lorena Peña y Johnny Wright Sol. Al igual que en el punto anterior, aquí se contraponen los derechos del nasciturus con los de la madre, niña o adolescente menor de 18 años.

Quienes se oponen a esta reforma argumentan básicamente dos cosas: la primera, que con ello se castiga con la muerte a quien no tiene la culpa (el nasciturus); y la segunda, que con un crimen (el aborto) no borra otro crimen (la violación).

Ambos argumentos son debatibles, si se tiene en cuenta el ya mencionado conflicto de derechos fundamentales. De lo que se trata es de no aumentar o perpetuar el sufrimiento ya infligido a la víctima. Una niña de 10 años violada y embarazada por un pariente no tendría por qué ser obligada a llevar a término su embarazo.

· Embarazo por violación a mujer adulta

Esta causal de despenalización no está contemplada en la propuesta de Wright Sol, únicamente en la de Lorena Peña.

Los argumentos en contra son los mismos antes señalados, a los cuales suelen añadir estadísticas de dudosa fiabilidad, que mencionan depresión y suicidio de mujeres que han abortado. También sugieren que, si la madre no quiere al producto del ultraje, puede darlo en adopción.

En este punto hace falta más discusión, análisis y muy amplio consenso, pues tampoco está claro que la propuesta sea constitucional y entonces habría que pensar en una contrarreforma de la Carta Magna.

· Inviabilidad del feto

Esta causal de despenalización sólo está en la propuesta de Lorena Peña y seguramente el caso emblemático es el de Beatriz en 2013.

Quienes se oponen a esta causal usualmente no aceptan el diagnóstico de inviabilidad (es decir, que el feto no va a sobrevivir fuera del útero); en cambio, se aferran a la posibilidad de un milagro y citan casos extraordinarios.

Cierto: la esperanza es lo último que se pierde, pero debería ser la propia madre quien decidiera libremente llevar a término su embarazo o interrumpirlo cuando no hay esperanza médica.

No obstante, como en la causal anterior, hace falta mayor análisis médico y sobre todo jurídico para determinar si esta posibilidad es constitucional.

· Temor a la puerta abierta

Hay quienes afirman que despenalizar el aborto por una o más causales es, en realidad, dar puerta abierta a abortos por doquier. Incluso hay personas que, aun cuando aceptan la legitimidad de algunas causales, se aferran al “no” por un miedo abstracto y genérico.

A primera vista parecieran tener razón, ya que la fuerza de la ley en El Salvador es poca y más bien campea la filosofía de “hecha la ley, hecha la trampa”. Pero desde esta lógica simplista, ninguna ley podría existir, por lo que el argumento se derrumba por su propio peso.

El problema es, en realidad, la prohibición absoluta. Muchos se habla de clínicas de abortos clandestinos en condiciones inseguras, si bien no tengo memoria de ningún caso judicializado. Por otra parte, es un hecho que quienes tienen recursos para abortar fuera del país, con o sin causales, lo hacen. Así, la prohibición solo afecta a las mujeres pobres.

· Entonces...

En El Salvador es necesario un debate serio, responsable e informado sobre el aborto, considerando diversos ángulos y enfoques realistas de dicha discusión, más allá del usual dogmatismo.

Mi postura es la siguiente: lo más adecuado es racionalizar las leyes y permitir las excepciones que ya estaban antes de 1998.

sábado, 19 de agosto de 2017

Caracteres en Twitter

En la red social Twitter no es infrecuente verse envuelto en más de un rifirrafe (“contienda o bulla ligera y sin trascendencia”).

No es mi estilo usar términos vulgares, pero aún así tales pleitos virtuales son casi inevitables y hay algunos que uno busca, mientras que en otros uno se ve envuelto sin qué ni para qué; sin embargo, con un poco de experiencia y criterio, uno aprende las tácticas necesarias para sobrevivir en ese mundillo y divertirse, al tiempo que se informa o argumenta.

El de hoy fue todo un descubrimiento: de cómo una persona (profesional universitaria, según su perfil público, y aparentemente normal, “como tú y como yo”) se considera ofendida ante un desacuerdo o, peor aún, si se le señala una equivocación.

Todo comenzó con un doble retuit que vi en mi “timeline”, de una usuaria a quien no conozco (a quien llamaré “Usuaria” para no alborotar más el avispero).


Usuaria:
- Cortesía de Trump despertando el odio en el mundo.

(Vengo yo y comento.)

RFG:
- La diferencia es que en Alemania los pueden meter presos.

Usuaria:
-No sé adónde usted ha leído eso, porque no es así y se lo digo con la propiedad de conocer la ley fundamental de Alemania.

RFG:
Tengo entendido que la simbología y apología nazi está prohibida. En Alemania, a los de Charlottesville los habrían arrestado por eso.

Usuaria:
- Antes que se hiciera tan público han habido múltiples manifestantes nazis y ninguno ha ido preso, ¡es de leer! Saludos.

RFG:
- Cabal: es de leer.

(Pongo el enlace de una noticia del diario español El Mundo, donde menciona que hay una investigación policial en curso.)

Usuaria:
- Y no darle credibilidad a medios digitales, hay que ir a Alemania y ver, lo cual no es lo mismo que leer; cuando vaya a Alemania me cuenta.

RFG:
- Bueno, pero entonces dirija su aclaración o reclamo al diario español El Mundo, que además de digital es bastante antiguo e impreso.

Usuaria:
- Le voy a dar una mejor sugerencia: NO se meta adonde no lo llaman y no opine si no sabe, aclaración y reclamo lo hace usted.

(La Usuaria me bloquea.)

(Minutos más tarde, alguien más que había visto la conversación y es también abogada escribe este tuit.)

Abogada:
Hay una ley de prohibición de símbolos nazi. El Tribunal Constitucional también ha sentenciado que se pueden exhibir si es para su rechazo.

(Fin de la conversación.)


Conocimiento adquirido: la Usuaria ha ido a Alemania.

Duda: ¿La Usuaria también habrá bloqueado a quien hizo el último comentario?

Lección: Si voy a Alemania, hago el saludo nazi, ondeo una esvástica y me llevan preso, no debo contratar los servicios profesionales de la aludida Usuaria.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Estafando ilusiones

Transcribo, con mínimos ajustes, la denuncia publicada por la señora Naty Molina, acerca del evento Ronaldinho en El Salvador. El enlace es elocuente y no tengo motivos para dudar de su autenticidad.


Si no fuera porque jugaron con los sentimientos de un niño de 10 años, publicar esto no es algo que haría, pero merecen que todo mundo se entere cómo engañaron a la gente.

Por US$ 225, prometían en su página (y en el local de venta de las entradas) "una interacción futbolística” con el brasileño, quien les “mostrará diversas técnicas del futbol que él domina y que los muchachos pueden practicar y aplicar". Disponibles: 90 entradas.

Fui la primera en decir que iba a ser un “baje”, pero garantizaron que no y que eran 90 entradas.

Después de la emoción del sobrino, de insistir, de compararlo con la mitad del precio de un Nintendo Switch y pedirle pisto a toda la familia, al final dijeron “ok, una experiencia única".

En el evento había más de 200 niños en la cancha. De 2:00 a 3:20 p.m. no apareció Ronaldinho (el evento era de 2 a 4). Al llegar a las 3:20, lo único que hizo fue recorrer la cancha y tomarse una foto grupal con los niños divididos en grupos de 20. Después subió a la tarima, habló unos minutos y a las 4 de la tarde se retiró… ¡sin tocar ninguna pelota! Y mucho menos "mostrar diversas técnicas de fútbol"

Les escribí a los organizadores y les valió. Al reclamar en el lugar, la respuesta fue: "ese era el plan, pero NO pasó". Por teléfono no contestan. Lo menos que deberían de hacer es devolver el dinero, aparte de eso uno esperaría una disculpa pública por engañar a tanto niño emocionado.

Díganme cómo se le explica a un niño de 10 años que “no pasó” en el lugar lo que prometió la publicidad. ¿Fue Ronaldinho o fue una empresa que, con fachada de buenas causas, le estafó US$ 225 a más de 90 familias por una foto grupal?

sábado, 5 de agosto de 2017

Duda medicinal

Hace algún tiempo, al caer la tarde, llamó a la puerta una señora que tenía toda la aflicción posible en su rostro. Entre su turbación, dijo ser una vecina de a la vuelta de la esquina. Le creí, aunque jamás la había visto antes.

Me dijo que a su señor esposo, enfermo de no recuerdo qué, se le había agotado una medicina vital y la necesitaba con urgencia, pero no tenía efectivo a la mano y tampoco encontraba la tarjeta de débito.

Entre sobresaltos y visibles lágrimas, me pidió de favor -superando la vergüenza que ello implicaba- que le diese en préstamo la cantidad de dinero necesaria para salir del percance.

Ofreció firmar un pagaré, comprometiéndose a regresar horas más tarde para retornar la cantidad recibida, en cuanto llegase una pariente cercana a quien no había podido contactar en la urgencia.

La señora firmó el documento redactado a mano, recibió el dinero y se retiró con la natural prisa que ameritaba salvar una vida.

Han pasado ya más de cinco años, el pagaré aún lo tengo aquí y a la señora no he vuelto a verla.

He considerado varias hipótesis para explicar lo sucedido.

Si el esposo se agravó y requirió inmediata hospitalización por varios días, es lógico que la señora no haya podido venir a pagar el préstamo. También es posible que, si la situación fue a peor, algún pariente se haya ofrecido a venir en su nombre, pero no haya encontrado la dirección o haya venido precisamente en un momento en que no había nadie en casa. Incluso puede ser que a la propia señora le haya dado algo, dado el estado de extremo nerviosismo en que se encontraba.

No sé, este asunto me tiene muy intrigado. ¿Qué habrá ocurrido?

viernes, 4 de agosto de 2017

La cultura del baje

Al contrario de las ancestrales enseñanzas familiares, tengo por principio no regatear en el mercado municipal ni a vendedores/as ambulantes. Si no hay posibilidad de hacerlo en el supermercado, donde todo está etiquetado con precio fijo, no veo por qué deba exprimir la moneda en la calle para que dé más de sí, a costa de reducir la ínfima ganancia de quienes allí se ganan la vida.

De lo que sí debo cuidarme más es de la cultura del baje, instalada en la idiosincrasia nacional como marca de fábrica.

Hace un par de días fui a comprar fruta. La señora del puesto, bien amable, ofrecía esto y aquello, mientras una su asistenta se movilizaba con insólita agilidad poniendo en sendas bolsas guayabas, zapotes, fresas, duraznos, peras, manzanas, mamones y una piña de aquellas galanas. El billetito de veinte dólares no fue testigo.

Pero al llegar a casa y poner cada cosa en su sitio... ¡rayos y centellas!

Resulta que la ayudanta, así mansita como se veía, eligió con toda intención los zapotes más remaduros que tenía... y no porque fueran para comer ya, sino porque estaban pasados; las peras estaban más aguadas que la Corte de Cuentas de la República y la piña era más cáscara que otra cosa. Y tampoco, pues...

Es que aquí, si te pueden bajar, te bajan. Y esa cultura va más allá de clases o estratos sociales.

domingo, 25 de junio de 2017

El concierto de Montaner

Por 24 años habíamos esperado este concierto de Ricardo Montaner, luego de que en 1993 no nos fuera posible asistir. Quizá fue mejor así, pues aunque en aquella época ya se conocían algunas de sus canciones más emblemáticas, faltaban otras para completar la entrega y, por supuesto, la tecnología audiovisual en el escenario.

Estimo que en el auditorio de Cifco estábamos unas 5,000 personas (muchos, como nosotros, ya casi de la tercera edad), lo cual supuso una taquilla no inferior a los US$ 200,000 y de esa manera se posibilitó el evento.

La potencia del sonido anduvo arriba de los 30,000 watts RMS, suficientes para sacudir las entrañas de cualquiera que estuviese en las cercanías.

Montaner tiene 59 años y está en plena posesión de sus facultades artísticas. La banda que lo acompañó la integraban 10 músicos y 4 coristas, profesionalismo puro.

Cantó por 2 horas y 10 minutos, acompañado por un público entregado que se dio por satisfecho… aunque pudo haber sido un poquito más, dada la cantidad de canciones de sublime romanticismo que tiene en su repertorio.

No faltaron dos elementos relativamente ajenos a lo estrictamente estético: primero, la mención a la crisis venezolana y, segundo, el tema divino. A ambos les dedicó una breve alocución y una canción. Entiendo que tenía que hacerlo y ya, no hay más vueltas que darle.

En cuanto a mi gusto personal, los momentos más emotivos vinieron con estas canciones, mis preferidas (en orden alfabético):

♥ Me va a extrañar
♥ Resumiendo
♥ Sólo con un beso
♥ Tan enamorados
♥ Yo sin ti

(También me habría gustado mucho escuchar “Es así”, una de sus canciones con mejor arreglo musical.)

Al final del día (literalmente, a medianoche), regresamos a casa con el ánimo recargado por el arte, ese que de alguna manera nos mantiene vivos y esperanzados.


Posdata:

No habría estado de más que los organizadores se hubieran tomado la molestia de solicitar agentes o asignar personas para dirigir el tráfico de salida, pues ¡vaya hazaña la que nos tocó!

miércoles, 7 de junio de 2017

Una estafa literaria

Roberto d’Aubuisson, la más polémica biografía, libro escrito por Geovani Galeas y publicado por Editorial Cinco en 2017, es una estafa literaria.

Admito y confieso que caí en ella con bastante ingenuidad, pues me creí las etiquetas publicitarias que me vendieron el libro como “la inquietante y a la vez fascinante historia de su vida” y “la descripción del hombre más allá del mito”.

Luego de concluir tortuosamente la lectura de sus 374 páginas, tengo ánimos de pedir la devolución de mi dinero, pues el producto no cumple con lo ofrecido. En cuanto al tiempo allí dejado, no hay modo de recuperarlo. Escribir una crítica es, si acaso, una manera de que esa pérdida contribuya en algo a prevenir incautos/as.

Pero vamos por partes.

En cuanto al formato, observo que la diagramación del volumen es bastante tosca, con fotografías insertadas sin ton ni son y, además, varios textos “de contexto” en recuadros grises de casi el 50 % de opacidad, que abarcan varias páginas. Esto dificulta su lectura e interrumpe el hilo conductor de cada capítulo; pero aún así, se lee.

Y en cuanto a la sustancia, pues…

El libro no es tanto la historia de la vida del extinto Mayor, como la historia de la génesis y evolución del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que surgió como reacción de la derecha política al golpe de estado del 15 de octubre de 1979. Claro está: no tiene sentido una cosa sin la otra, pero fuera de ese tema y en términos estrictamente biográficos hay apenas un par de episodios y escenas de la infancia y juventud de d’Abuisson, contados por familiares y amigos en tono risueño y benevolente.

El grueso del texto se centra, pues, en el periodo político comprendido entre los años 1979 a 1985: desde que el venerado Mayor concibió su proyecto, hasta que estuvo cerca de ganar la presidencia de la república, cediendo luego cierta cuota de protagonismo a personajes más moderados y potables, tanto nacional como internacionalmente.

Todo lo anterior es relatado por varios personajes ligados estrechamente a d’Aubuisson y al partido Arena, de cuyo sonsonete anticomunista y de salvación nacional ya conocemos (y hemos tenido) bastante.

¿Cuál es, entonces, la estafa?

Es que si a mí, como lector interesado en la historia salvadoreña, me hubieran venido a ofrecer este mismo libro, pero titulado correctamente (por ejemplo: Génesis y esplendor del glorioso partido Arena), seguramente no lo habría adquirido, porque he leído y escuchado ya suficiente sobre el tema y, francamente, me harta ese discurso que oscila entre la fantasiosa autoalabanza y la grave distorsión de la historia que desembocó en la guerra civil de los ochentas.

Pero dijeron que era algo distinto, y eso es publicidad engañosa.

Imaginemos una biografía seria y algo más completa del mayor Roberto d’Aubuisson. Allí, uno esperaría encontrar detalles sobre su labor en la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (Ansesal), responsable de graves violaciones a los Derechos Humanos durante el gobierno del general Carlos Humberto Romero. El trabajo que realizó en esa dependencia bastaría para haberlo condenado en un juicio por crímenes de guerra (porque, recuerden, la tortura es uno de ellos).

En lugar de eso Geovani Galeas, redactor del mamotreto, se esmera por exculpar a d’Aubuisson, validando testimonios interesados o estratégicamente seleccionados.

En este afán, una de las partes más chocantes sobre el Mayor y Ansesal es lo que cuenta sobre él la excomandante guerrillera Ana Guadalupe Martínez, quien prácticamente lo describe como un secuestrador amable, desde esa visión psicológicamente enfermiza que es el Síndrome de Estocolmo.

Ahora bien, en cuanto al anunciado propósito de presentar al “hombre más allá del mito”, no hay nada de eso; por el contrario, página tras página se va reforzando la idea que d’Aubuisson fue prácticamente un prócer, al transcribir -con esmerado cuido de estilo y sin mayor cuestionamiento- las palabras de quienes así lo sienten. “Poca gente he conocido yo con tanta, nobleza y generosidad de espíritu”, dice el coronel Ochoa Pérez, uno de sus ilustres amigos (como otros del calibre de Domingo Monterrosa y compañía).

En una biografía mínimamente razonable de un ser humano, en quien se suponen virtudes y defectos, habría habido espacio para algunas zonas oscuras; pero en este caso el afán adulatorio es tan burdo que, por no menoscabar su imagen inmaculada, ni el redactor Galeas ni sus patrocinadores se atrevieron siquiera a contar una razón específica del divorcio del Mayor a mediados de los ochentas, pese a que -muy entre líneas- se puede deducir que no fue por ser aquel hombre ejemplar que nos quieren pintar.

Tales son los aspectos más notorios del contenido, en cuanto a la figura de d’Aubuisson se refiere: nada distinto de lo que sus adeptos han venido repitiendo por décadas, si acaso con algunas anécdotas poco conocidas y otras con marcada sensiblería, pero encaminadas al mismo propósito.

Sin embargo, hay un aspecto intelectualmente repulsivo que nos ofrece el libro en cuestión, y tiene que ver con el escribiente, quien se puso como personaje de su propio libro.

En varios pasajes y de manera muy reiterada, Geovani Galeas insiste en dos temas, prácticamente a nivel de suplicatorio ante el público: primero, su objetividad y profesionalismo como investigador histórico; y segundo, que él es un hombre de izquierda.

En cuanto a lo primero, es muy difícil aceptar la pretendida objetividad de alguien que valida y transcribe todas las adulaciones (o incluso las dice como afirmaciones propias que denotan fascinación), pero al mismo tiempo muestra severas reservas frente a las acusaciones contra su biografiado, hasta el punto de desacreditar el informe de la Comisión de la Verdad y los elementos de juicio que le entregó el Idhuca.

¿Una muestra? En la última parte del libro, Galeas refiere que Marisa d’Aubuisson (hermana del finado Mayor e ideológicamente antagónica), le negó una entrevista, de lo cual se lamenta en estos términos: “Lástima, porque algunas cosas que tenía que preguntarle son muy graves”. Y algunas páginas después, revela cuáles eran esas preguntas: ¡puros ataques y cuestionamientos personales contra doña Marisa!

Otra más: es curioso que no haya en todo este libro “objetivo e imparcial” siquiera un mínimo análisis de los programas televisivos en donde el mayor d’Aubuisson arremetía contra sus enemigos, acusando con nombre y apellido a personas que, días después, eran asesinados por los temidos Escuadrones de la Muerte, como fue el caso de Mario Zamora Rivas y tantos otros.

Otra joya de razonamiento “objetivo” es esta: pese a saber del trabajo del Mayor en Ansesal, y que éste robó los archivos de dicha organización inmediatamente después del golpe del ’79 (entiéndase, listas negras de opositores reales o supuestos), el buen Geovani no ve en esto una vinculación con los escuadrones paramilitares.

Y así por el estilo.

En cuanto a la otra insistencia de Galeas, es cuando menos paradójico que un tipo que se denomina “de izquierda” (casi como para validarse éticamente) acepte y les dé sustento textual a las tesis políticas de la derecha más recalcitrante.

En esa línea, la conclusión general a la que llega es particularmente llamativa. Formulada en parte con sutileza y en parte con intencionada ambigüedad, Galeas viene a decir de d’Aubuisson lo siguiente:

Que, como el Mayor fue formado en una sociedad y en una institución autoritaria, en labores de inteligencia militar y una época de guerra, él “actuó en consecuencia”.

Esta perversa idea es prácticamente la que todo este tiempo han esgrimido como defensa los militares acusados de crímenes de guerra y de lesa humanidad, desde las masacres de finales de los setentas, pasando por el genocidio de El Mozote hasta el asesinato de los jesuitas de la UCA en los ochentas. Invariablemente, repiten este estribillo: “las acusaciones son falsas, pero lo hicimos en defensa de la Patria”. Esto es, sin más, una justificación del terrorismo de Estado.

Personalmente, me resulta curioso y difícil de entender ese afán de Geovani Galeas por presentarse a sí mismo como investigador serio y, además, dentro del espectro ideológico de la izquierda. Alguien me sugirió que podría ser debido a un fuerte complejo de culpa y la hipótesis no es descabellada.

A mi modo de ver, este Galeas podría resolver su dilema con bastante sencillez: ya que él domina más o menos las artes de la escritura y necesita de ingresos, está en todo su derecho de vender sus servicios profesionales a quien mejor le parezca, sea Arena, GANA o el team Nayib (como ahora). Eso es legítimo, no es ilegal y nadie tendría que reprochárselo, mucho menos en términos verbalmente violentos. Le quedaría mejor admitir su trabajo en el marco de la oferta y la demanda, así como la libre contratación, sin intentar convencernos de que lo hace desde el fondo de una conciencia ética y política coherente. Así, de paso, no habría producido esta estafa literaria, porque desde un principio habríamos sabido a qué atenernos.


Lecturas relacionadas:

· Un autorretrato oligárquico.
Reseña del libro El oligarca rebelde, de Marvin Galeas.

· Distorsión ideológica en alta definición.
Crítica al documental Los archivos perdidos del conflicto, de Gerardo Muyshondt.

· Veinte años de odio… y contando.
Reseña del libro La infiltración marxista en la Iglesia, firmado con el nombre de Álvaro Antonio Jerez Magaña.

· ¡Ya me imagino!
Reseña del libro El general Martínez, un patriarcal presidente dictador, de Alberto Peña Kampy.

lunes, 5 de junio de 2017

Max Mojica se disculpa... con peros.

Fragmento de la entrevista del programa "Hablemos claro", transmitido por TVO el 5 de junio de 2017, donde Max Mojica se disculpa (con un par de peros) por el tuit antiexternadista y antijesuita de la semana pasada



INICIO DE LA TRANSCRIPCIÓN

Yo quiero decir públicamente que fue un tuit desafortunado, creo que herí muchas sensibilidades.

No estoy atacando al colegio, reconozco que tanto el Externado como la UCA son planteles de primer nivel, han generado y generan actualmente muy buenos profesionales… pero no es mi costumbre desdecirme de lo que yo digo o lo que yo hago.

Definitivamente, creo que puse un tuit que lesionó sensibilidades, pero que yo creo que se tiene que visualizar dentro del contexto histórico del Colegio Externado de San José en la época del conflicto.

Entonces, desde esa perspectiva considero que es prudente de mi parte pedir disculpas públicas a la comunidad externadense, y también por derivación a la comunidad de la UCA, en ese sentido: que no estoy expresando ni condenando algo en contra del plantel, los planteles educativos (tanto del Externado como de la UCA) que sí, se han distinguido por una excelente educación… pero lo que se dijo fue dentro del contexto de lo que vivimos en los setentas y ochentas y que la misma historia lo confirma.

FIN DE LA TRANSCRIPCIÓN


Por contraste, relación, referencia y contexto, dejo aquí este otro tuit del mencionado personaje, sin más comentarios. (RFG)

domingo, 28 de mayo de 2017

¡Don Max, don Max, 'tese sosiego!

El buen abogado y máster en leyes, don Max Mojica, publicó hoy este tuit:

Ya en enero de este año se había despachado un artículo difamatorio en El Diario de Hoy, al cual respondí apropiadamente.

No contento con aquel incidente, hoy volvió a la carga y ya ven…

A poco más de 5 horas, la ola de repudio en su contra ha crecido lo suficiente como para que él mismo se retractara, si fuera persona medianamente sensata y no pusiera en entredicho cierto tipo de inteligencia que hacen suponer sus títulos académicos.

Pero, por el tono de sus escritos y por lo que dicen de él quienes lo conocen, creo que persistirá en su necedad y nada podemos hacer para evitar que siga hundiéndose, allá él.

Sin embargo, nunca está de más poner en evidencia a la estupidez, lo cual es de alguna manera profiláctico.

Así pues, pasemos al análisis del mencionado despropósito.

Primero, el tuit pareciera sugerir que los malvados jesuitas (o al menos algunos de ellos) en algún momento se apoderaron del Externado de San José. No sé si este iluminado activista de un tal Movimiento Libertad (cuya página en Facebook al parecer fue suspendida por infringir las normas de la red), sabía que el colegio, desde su fundación en 1921, siempre ha sido dirigido por padres jesuitas. Si don Max teme entrar a la página del colegio y revisar la historia de la institución, aunque sea debería probar en Wikipedia, que también allí está el dato.

Segundo, dice que en cierta época el Externado era para las “familias más distinguidas” de El Salvador. Lo que don Max quiere decir es que en el Externado (como en todos los colegios católicos de la época) estudiaban los hijos de las familias de mayores recursos económicos del país a mediados del siglo XX.

Eso cambió a mediados de los setentas, cuando también se abrieron oportunidades para familias de menores ingresos, una política con la que don Max puede no estar de acuerdo (si cree ser de sangre azul, por ejemplo).

Lo que no puede hacer el aludido máster, en pleno siglo XXI y sin que le dé algo de pena, es sacar a relucir un clasismo tan anacrónico como identificar a las familias de mucho dinero como “las más distinguidas”.

Y tercero, lo del “semillero de comunistas”.

¡Ay, don Max, don Max: elija mejor sus batallas!

O por lo menos infórmese para no pelear una que los sectores para los que usted trabaja perdieron… ¡hace 44 años!

Mire, don Max lo voy a ilustrar un poco: en 1973, un año en que seguramente usted ni había nacido, los sectores más recalcitrantes y ultraconservadores del país (muchas de ellos, parte de sus “familias más distinguidas”) organizaron una virulenta campaña de difamación contra el Externado, a través de los principales medios de difusión masiva e incluso hasta la Fiscalía, como feroz represalia por seguir los lineamientos establecidos por la Iglesia en el Concilio Vaticano II y en la Conferencia de Medellín.

¡Esa sí que fue campaña!

En aquel momento, la respuesta del colegio se publicó en un documento titulado El Externado piensa así, adecuado a aquel contexto y a aquellas acciones. Debería leerlo, es gratis.

Y no obstante aquellas calumnias y acusaciones, 44 años después el Externado no solo ha sobrevivido, sino que además sigue siendo un colegio de sólido prestigio, tanto por la formación académica como humana que reciben sus estudiantes. Me imagino que eso ha de dolerles mucho a usted y sus empleadores, pero no debería hacer tanta bilis, menos domingo en la mañana y todavía peor si se levanta con dolor de cabeza.

Y no lo digo solo por el tema externadista que tanto lo atormenta, sino porque veo que usted (curiosamente los domingos) también trolea al Arzobispo y hasta al Papa Francisco, pese a que dice pertenecer y admirar a la Iglesia Católica.

En serio, don Max, téngase un poco de respeto. Los poquísimos adeptos que vaya a ganar escupiendo ese veneno anacrónico no compensan la vergüenza que está pasando.


Posdata I: Ya para que hasta el Mesiyas (que no es exalumno) le dedique un tuit, es que don Max ha tenido "éxito".



Posdata II: y para rematar, el tal Movimiento Libertad le da una patadita ya saben dónde.



Posdata III: Y una semana después, vino esta "disculpa". Queda a su consideración".

De reflectores y escenarios juveniles

Desde hace más de 25 años, buena parte de mi trabajo consiste en descubrir y promover el talento artístico en jóvenes en edad escolar.

En muchas ocasiones, debido a una misteriosa y persistente timidez, ha sido muy difícil lograr convencer a un chico o chica para que pase a un escenario a decir un discurso con elocuencia, declamar un poema, escribir un texto literario o participar en una pequeña obra teatral. Esta reticencia inicial suele ocurrir incluso con quienes ya tienen una formación previa en música o danza.

Pero cuando finalmente deciden pasar frente al público, la ganancia es grande no solo estéticamente, sino también en cuanto a seguridad personal y autoestima, y de eso afortunadamente he escuchado varios testimonios favorables.

Sin embargo (especialmente en tiempos más recientes), también he conocido a jóvenes adolescentes que no necesitan ningún tipo de inducción, presión o motivación adicional para estar en escena, tanto así que pareciera no haber poder humano que les detenga en este empeño.

Son chicos y -sobre todo- chicas con una inquietud artística excepcional, cuyos nombres son los primeros en las listas de inscripciones para tal o cual festival, certamen o presentación que implique público y reflectores.

Esto me alegra sobremanera.

Y no obstante… hay un pequeño detalle que me llama la atención y deseo comentar, no como censura sino como genuina curiosidad.

Sabemos que, en muchos jóvenes y jóvenas, el afán por participar en cierta actividad artística a veces tiene una base objetiva de habilidad específica (p. ej.: “a esta chica le gusta actuar y además lo hace muy bien”), pero en otras ocasiones ese entusiasmo no es directamente proporcional al talento requerido para dicha rama del arte.

No quiero decir que carezca de él en absoluto, pero quizá no lo ha cultivado sistemáticamente para desarrollarlo bien, o tal vez simplemente no le alcance para superar las audiciones clasificatorias (necesarias por razones de tiempo, espacio y salvaguarda de la imagen).

Hay quienes lo intentan en uno o dos eventos, a veces por simple curiosidad, y no pasa nada. Pero ¿qué ocurre con quienes se inscriben y participan absolutamente en todo? Pues lo mismo: hay unas artes que se les dan mejor que otras; en aquellas son protagonistas indiscutibles y brillan, mientras que en estas tienen una participación a lo sumo discreta.

El detalle en cuestión es que hay personas que asumen y aceptan sus talentos diferenciados con cierta madurez… y otras no tanto. Hay quienes disfrutan su estancia en el escenario, en aquellas ocasiones en que han hecho méritos para estar allí, y recuerdan esos momentos con alegría… aunque haya habido otras veces en que quedaron al margen.

Pero también hay quienes, a pesar de haber tenido momentos memorables en escena, parecieran concentrarse en la inconformidad, el reclamo y la molestia por aquel evento en donde no clasificaron, como si sufrieran algún tipo de injusta discriminación.

Supongamos que esta chica (no tan hipotética) se lució en teatro, lo hizo bien en música y se presentó en danza, pero no destacó en declamación: ¿qué sensación le quedará al final? ¿O qué dirá este chico que estuvo magnífico en oratoria pero no pasó a la presentación en público con su instrumento musical?

Yo creo que ambos deberían estar contentos, fortaleciéndose en sus virtudes y aceptando sus limitaciones en ciertos ámbitos (que tampoco tendrían que ser definitivas), pues al final del día lo bonito es haber estado frente a los reflectores en el escenario, con al menos una virtud por mérito.

domingo, 21 de mayo de 2017

La tercera del Tecla City

El Santa Tecla FC ha obtenido su tercer título en su corta historia, al vencer 4-0 al Alianza FC en el Cuscatlán, estadio pintado de blanco por la enorme afición alba, que esta vez tampoco pudo celebrar.

Por complicaciones logísticas no pude asistir al estadio, como sí lo había hecho en las dos coronas anteriores, así que me tocó verlo y celebrar desde casita.

La clave de este triunfo fue el juego de conjunto, que tiene su centro donde debe ser: en el medio campo liderado por Gerson Mayén, un jugador que no solo marca, sino también le da dinámica y sentido al equipo. A él se suma el excelente trabajo de Saviolita Baires, complementado por Marlon, Aldaír y Kevin. El capi Chavarría estuvo lesionado en esta fase de play-off, aunque jugó unos minutos al final.

Mención especial merece la línea defensiva: Juancito, Domínguez, Iván y Tamacas, que no son sencillos de sobrepasar y saben sumarse al ataque cuando es necesario. La voz comandante del arquero Pitukas Almeida aporta mucho allá abajo, mientras que adelante estuvo un buen Ricardinho, sabiendo que desde la banca pueden venir el veterano Charly Good o el novato Canales, sin descartar a Sergi Souza o el mismo Maldonado.

Sin embargo, que estos muchachos jueguen así de bien no es casualidad, sino producto de una buena planificación deportiva, estabilidad económica y cuidadosa selección del cuerpo técnico, lo cual es mérito de la junta directiva.


© Foto: El Diario de Hoy.

Del rival, el Alianza, diré que estoy impresionado por el número de aficionados que convoca, aunque me sigue chocando que irrespeten el Himno Nacional con su grito en el "consagrar", innecesario puesto que ya tienen el mejor himno deportivo del país (♫ ¡Alianza, Alianza, Alianza campeón...!). De sus jugadores, espero que los agrandados Larín, Cerén, Sosa y especialmente Fito vayan agarrando algo de humildad, pues también se les necesita en la Selecta (bueno, a Fito mejor no).

Un comentario tipo "yo pasando iba" es que este campeonato saca una espinita con el periodismo deportivo local, entregado (y no creo que de gratis) a los así llamados “grandes”: FAS, Águila y Alianza. Pese al buen juego tecleño y los logros conseguidos, es a tigrillos, aguiluchos y elefantes a quienes les otorgan portadas en periódicos y desproporcionados espacios en radio, invisibilizando el trabajo del Santa Tecla. Cierto que aquellos tienen aficiones muy numerosas, pero con no poca frecuencia la objetividad de algunos cede paso a la pasión… u otros compromisos.

A futuro, espero que el Tecla City continúe con esta dinámica, y que la afición tecleña crezca con mayor rapidez, pues este equipo lo merece.

¡Vamos, Tecla!


domingo, 14 de mayo de 2017

Dejar de seguir

Las redes sociales virtuales son una parte prácticamente irrenunciable de nuestras vidas. Tenemos entre nuestros contactos a personas con quienes, de otra forma, difícilmente podríamos interactuar si no fuera por mensajes de chat, llamadas de video y comentarios en publicaciones. Esto ha fortalecido nuestra vida social y qué bueno que sea así.

Pero también hay una contraparte oscura, pues los medios cibernéticos facilitan e incluso potencian peleas que acaban no solo rompiendo los vínculos preexistentes en la vida real, sino creando enemistades nuevas.

Hace un par de años, en una entrada anterior me referí a ciertos bloqueos en mis redes sociales. En esta ocasión contaré algunos usos discrecionales que he hecho del botón “dejar de seguir”, una opción menos tajante pero igualmente profiláctica.

Además de quienes usan el TL de Twitter como si fuera su chat, hay personas a quienes uno deja de seguir en Facebook simplemente porque publican en demasía y a veces con sobrada irrelevancia, lo cual resulta un tanto pesado.

Ya en el campo de las creencias, de cierto tipo de publicaciones religiosas sólo diré que trato de permanecer a salvo, sobre todo cuando lo que está en la base es la marcada e irremediable superstición, o ciertas imágenes de la divinidad un tanto retorcidas. Aquí lo que procede es el botón de “ocultar publicación” y ya sabrá el algoritmo de Facebook qué hacer después.

El mayor problema está en los temas políticos y, sobre todo, partidarios.

Por principio, respeto y entiendo las opciones políticas de las demás personas, merced a su ideología, vínculos, intereses u otros elementos racionales o emotivos; sin embargo, a veces uno se encuentra con publicaciones tan carentes de sentido que desconciertan.

En el tema internacional, una de las más célebres fue aquella seudoteoría de que a Hugo Chávez lo mató el Imperio, provocándole cáncer a través de radiaciones tipo microondas o “rayos cósmicos”, como dijo un iluminado sapiente. Él y otros también afirmaron, en su momento, que el terremoto en Haití ocurrió porque “falló la máquina imperial” que lo había diseñado originalmente para Venezuela. Por supuesto, se enojaron ante los comentarios (admito que) un tanto socarrones.

Sobre el tema venezolano actual, hay otro par de intelectuales (y uso el término sin ninguna ironía) que publican diez veces por día como si trabajaran en la sección de propaganda más burda (si es que cabe otra opción) de Nicolás Maduro. Esto provoca pesar, no por la causa que defienden (que por último es calentura ajena), sino porque, al verles los títulos académicos que poseen, uno acaba preguntándose qué ocurrió con la capacidad de pensamiento crítico, raciocino o sentido común de estos jóvenes, llamados a ser la nueva intelligentsia.

En el tema del Sitramss y la habilitación temporal para uso público de su carril exclusivo por parte de la Sala de lo Constitucional, no han faltado “análisis” espeluznantes. Uno que se lleva las palmas lo vi dos días antes de que entrara en vigencia la medida, cuando varios automovilistas ansiosos invadieron anticipadamente el carril segregado. Eso se debe sencillamente a la cultura del desorden vehicular en que vivimos en la Guanaxia Irredenta desde hace décadas, vicio que no distingue colores políticos ni estratos sociales (todos sin excepción se la quieren llevar de vivos). Pues bien: un buen internauta, en un arrebato partidario, publicó lo siguiente: “¡Activistas de Arena invaden carril del Sitramss!”. Sin comentarios.

Uno de los unfollow que más me costó dar corresponde a alguien de quien no dudo es un buen hombre y excelente profesional, pero a quien sus fanatismos y temas en los que “agarra llave” lo pierden en las conversaciones reales y virtuales. Al parecer, no solo yo lo he notado, sino que seguramente ha recibido críticas de otras personas, pues un día de estos declaró, con orgullo, no solo su filiación ideológica que conocemos y respetamos, sino prácticamente su adhesión incondicional a los dictámenes de la cúpula su partido. Ahí ya no hay nada que hacer.

A estas alturas del “post”, no faltarán quienes crean que sólo con gente “de izquierda” he tenido roces, y de seguro estarán sacando sus conclusiones. Pues se equivocan, estimados/as, porque también con gente de derecha he tenido que acudir al uso medicinal de la distancia.

El más reciente caso es el de un excompañero de colegio, quien -como muestra de su apoyo ideológico- reprodujo en su muro el comunicado de unos militares en situación de retiro, de la época de la guerra, quienes manifiestan allí su persistente visión anticomunista y se notan algo molestos por los señalamientos de crímenes de guerra que sobre ellos pesan. A ese pronunciamiento respondió, en términos muy correctos, el sacerdote jesuita José María Tojeira, cuyo enlace pegué en la sección de comentarios de la mencionada publicación, con el fin de contrastar puntos de vista. Grave error. No imaginé el nivel de odio visceral que aún guardan estas personas, transmitido de generación a generación.

A estas alturas, alguien puede cuestionar el porqué uno se mete a comentar publicaciones con las que no está de acuerdo. La razón es sencilla: porque aparecen en el propio muro.

Aclaremos algo: desde el momento en que alguien decide “publicar” algo es porque lo pone a consideración "del público” y es susceptible de recibir reacciones y comentarios. Claro que puede haber respuestas fuera de tono o incluso ofensivas, las cuales (troles aparte), muestran intolerancia y mala educación por parte de quien las escribe. Pero fuera de estos casos, ¿por qué publican y luego se enojan?

En fin… pese a lo enriquecedor que puede llegar a ser el juego de ideas, lo cierto es que cuando la pena pesa más que el sano interés por debatir, el botón “dejar de seguir” aparece como una salida mucho más elegante que “eliminar de mis amigos”.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Hermosas canciones enfermizas a la madre

Año con año, cada Día de la Madre son sacadas del baúl telarañoso de los recuerdos ciertas canciones tradicionales dedicadas a la figura materna, con sabor vernáculo, textura de discos de vinilo y olor a moho de fotos en blanco y negro.

Ejemplos típicos son “A ti, madrecita”, de Julio Jaramillo, y “Cariño verdad”, de Los Churumbeles, escritas (como casi todas) por varones a mediados del siglo XX.

Pareciera como si, por implacable mandato del subconsciente, estas y otras piezas igualmente famosas debieran cumplir con estos requisitos:

  • Música en tono triste, melancólico y lastimero.
  • Énfasis en el arrepentimiento por todo el dolor causado a la progenitora, ya que el protagonista ha sido un mal hijo: "madrecita querida, ¡cuánto te hice sufrir...!"
  • Nostalgia por volver a la infancia idealizada (p. ej.: "Lady Laura", de Roberto Carlos): "tengo a veces deseos de ser nuevamente un chiquillo, y en la hora que estoy afligido volverte a oír..".
  • Bipolaridad respecto a la figura femenina: por una parte, el amor idílico a la mujer que le dio la vida; por otra, resentimiento, desprecio y hasta odio hacia esa mala mujer (novia o esposa) por cuya causa abandonó a la doña: "y maldigo hasta la hora en que yo la abandoné..." ¿Complejo de Edipo no superado…?
  • Reconciliación tardía con la mentada madre, porque ella ya ha muerto o está en las últimas.

¿Qué tipo de homenaje es este, señores?

Más allá de lo que puedan gustar o no esas melodías, ¿acaso no hay una canción famosa que exprese una relación madura, sana y actual con la propia madre?

miércoles, 3 de mayo de 2017

Dos tercios

Cumplo 50 y, estirando un poco el dato estadístico de la esperanza de vida promedio, no creo insensato tener una expectativa final de 75 años (salvo accidente, repentina enfermedad terminal o cualquier otra desgracia que, en el contexto local, no sería algo tan inesperado).

Al día de hoy son, pues, dos tercios de vida los que ya habría consumido y estoy contento con mi medio siglo a cuestas: racional, artístico, agnóstico, escéptico y crítico… aunque no totalmente exento de eventuales ataques de emotividad descontrolada, ciertas artes mundanas, alguna ficción sobrenatural, episodios de marcada ingenuidad o esa terrible tentación de “dejar hacer, dejar pasar”.

Tengo la fortuna de ejercer una profesión que me gusta mucho y he podido, además, encontrar cauce para mis inquietudes creativas en diversos campos, a veces solo y en muchas ocasiones gracias al talento de los jóvenes y jóvenas con quienes he trabajado.

Si fuera posible viajar en el tiempo, no pediría regresar y quedarme en ninguna época anterior, pues aunque todas tuvieron su gracia y su dolor, fue la experiencia acumulada en cada una de ellas la que al final acabó dándoles sentido en edades posteriores. Por eso, espero poder seguir diciendo lo que hasta hoy he mantenido: que la mejor época es el tiempo presente.

Recuerdo aquellas épocas pretéritas con sus luces y sus sombras, que no fueron pocas, pero ya sin esa nostalgia ilusoria que deriva de la creencia idílica de una “época de oro” en el pasado.

Por supuesto que he vivido experiencias muy dolorosas, pero ¿quién no...? Lo importante es haberlas sobrellevado con estoicismo y no dejar que sean una tortura permanente en los recuerdos.

Por los tiempos y circunstancias particulares de mi vida, a esta edad puedo decir -junto con mi esposa- que ya cumplimos con el compromiso de poner a nuestros hijos en la vida con las mejores herramientas que supimos darles (materiales, académicas y personales) para que se desarrollen a plenitud, confiamos en que lo harán. En esta labor, tuvimos la inestimable ayuda de su abuela ya fallecida, quien partió de este mundo con la satisfacción de haberlos visto culminar con éxito muchas de sus metas.

Con la jubilación en el horizonte a mediano plazo y cumplidas muchas facetas de la vida adulta, la vida de pareja cobra un nuevo sentido: ahora tenemos mucho más tiempo para nosotros y, puesto que aún no entramos a la temida “tercera edad”, podemos atendernos mejor y aprovechar esta época para hacer algunas cosas que, por diversas limitaciones de cuando éramos muy jóvenes, se nos quedaron pendientes.

Y aunque sea un cliché, “agradezco a todas las personas” que han tenido gestos favorables para conmigo y mi familia durante todo este tiempo. También pido disculpas a quienes ofendí injustamente, con o sin intención. Y a quienes están alejados/as de mis espacios vitales, por mutua voluntad o por necesaria salud emocional, sepan que ya no hay resentimientos, pero es mejor mantenernos así, a prudente distancia, pues para qué alborotar panales o revolver aquello que ya saben.

Así pues, ¡gracias, medio siglo mío… y venga más vida, que esto sigue!

lunes, 17 de abril de 2017

Un infame entre los ilustres

En enero de este año, el alcalde de Santa Tecla, Roberto d'Aubuisson Munguía, inauguró el Paseo de los Ilustres y el Salón de los Ilustres, ambos ubicados respectivamente en el Paseo El Carmen y en el Palacio Municipal Tecleño. En esos sitios hay placas y fotografías de 25 personajes célebres relacionados con la ciudad, para “ratificar la memoria histórica y la identidad cultural del municipio”, según voceros de la alcaldía.

Un ilustre es alguien “conocido y admirado por su excelencia”, y por ello no extraña que entre los elegidos estén los fundadores de la ciudad, cuyos nombres identifican también a lugares emblemáticos tecleños: José Damián Villacorta, José Ciriaco López, Manuel Gallardo, Daniel Hernández, Pilar Velásquez, así como miembros de la familia Guirola (Ángel, Eduardo y Concepción). También están dos expresidentes de la república (Francisco Dueñas y José María San Martín) y los autores del Himno Nacional (Juan Aberle y Juan José Cañas).

Fuera del ámbito político, encontramos personajes que hicieron mucho bien a sus semejantes, como la docente Margarita Durán, la religiosa Clara María de Jesús, el médico Rubén Rochi y el filántropo Walter Soundy, todos de grata y unánime recordación. Destacan también tres artistas: los escritores José Mª Peralta Lagos y Alberto Rivas Bonilla, así como el notable caricaturista Toño Salazar. Por supuesto, no podía faltar el baloncestista José Adolfo “Chorro de Humo” Pineda.

Todos los antes mencionados fueron personas de gran valía para la ciudad y el país. Salvo los expresidentes (que, por su cargo, nunca pueden estar exentos de crítica), nadie habla mal de ellos y cualquier referéndum o consulta popular validaría sus merecimientos.

¿Qué hace entonces el difunto e infame mayor Roberto d’Aubuisson Arrieta entre dichos ilustres?

El cuestionamiento no es porque este personaje haya sido líder de la ultraderecha en la década de los ochentas, cuya expresión política fue (y aún es) el partido por él fundado, Alianza Republicana Nacionalista. Ideologías aparte, ese hecho es legítimo.

Tampoco es que su inclusión en dicho homenaje sea antiética por el solo hecho de que su hijo sea el actual alcalde, pues si de veras lo mereciera no habría por qué quitarlo por causa del parentesco.

Incluso, si nos vamos a lo estrictamente legal, el solo señalamiento de haber sido parte de la conspiración para asesinar a Monseñor Romero (que consta en el Informe de la Comisión de la Verdad), así como la vox populi que lo vincula con las actividades de exterminio selectivo de los “escuadrones de la muerte”… técnicamente no bastarían para quitarle la presunción de inocencia, pues nunca fue encausado formalmente por estos delitos. Otra cosa es el juicio moral de gran parte de la población, que si bien en este caso es extrajudicial deberían haberlo tenido en cuenta.

Y no obstante... lo que sí consta en cientos de testimonios, incluso vertidos judicialmente, son las masivas violaciones a los derechos humanos cometidos por los cuerpos de seguridad de los regímenes militares de Molina y Romero, en la década de los setenta en las cárceles del sistema. Toda esa actividad de terrorismo de Estado fue coordinada por la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL), bajo la dirección del finado Mayor.

Así pues... solo en la torpe mentalidad de sus partidarios, quienes al interior de su partido lo veneran casi religiosamente, pudo gestarse la retorcida idea de incluirlo en una lista de tal calibre.

Lo más triste es que la manía de venerar infames trasciende las fronteras partidarias e ideológicas, pues del otro lado también encontramos pleitesías y veneraciones que dan pena, propia y ajena.

viernes, 14 de abril de 2017

Cinco sinrazones de "Por 13 razones"


Transcripción de la 22ª emisión de RFG TV

¡Hola! Hoy les voy a comentar cinco sinrazones de "Por 13 Razones"

Recientemente se estrenó por Netflix la serie Thirteen reasons why o Por trece razones, basada en el best-seller de Jay Asher, publicado hace una década.

La trama es que Hannah Baker, una estudiante adolescente suicida, grabó 6 cassettes y medio antes de cortarse las venas, en donde culpa específicamente a 12 personas de quitarse la vida. La cuenta de 13 se ajusta porque una de ellas es doblemente responsable.

El paquete de esas grabaciones debe ser escuchado por cada una de estas personas señaladas y luego pasárselo al siguiente de la lista, con la amenaza de que, si no lo hacen, hay otra persona que tiene en custodia una copia de todo ese material, con el mandato de hacerlo público si alguien rompe la cadena.

En este video voy a comentar mis impresiones sobre la serie, que pese a su éxito de audiencia… no son muy favorables. Al igual que las demás opiniones expresadas en mi canal, no tienen la pretensión de que alguien tenga que coincidir a fuerza con ellas, pero sí trato de darles algún fundamento para que no sean tan antojadizas.

Pero antes de enumerarlas, debo decir algo importante a nivel personal. La experiencia del suicidio la padecieron cuatro personas a las que conocí en diferentes momentos de mi vida: un compañero de colegio, un amigo muy querido en la universidad y dos estudiantes adolescentes en diferentes edades. Por eso, por lo que sé y por lo que me afectó, creo que puedo hablar del tema no sólo desde una perspectiva teórica.

Primera sinrazón: culpar a otros del suicidio de alguien.

El suicidio es una decisión íntima, personal, que -por cruel que pueda parecer decirlo- no depende tanto de las circunstancias objetivas como de la imposibilidad subjetiva o psicológica de la persona para lidiar con dichas circunstancias, y eso lo admite hasta la misma protagonista, Hannah, en los capítulos finales.

Claro que hay personas que pueden haberle hecho daño (con o sin intención) a quien se acaba suicidando, pero no hay una relación automática de causa y efecto que establezca que “esta situación o este daño tiene que acabar en suicidio”. Es más: lo que para alguien puede ser una causa para el suicidio, para otra persona puede ser un motivo para fortalecerse y seguir luchando.

De lo que se debería tratar aquí no es de repartir culpas como una venganza personal, o como si el mundo tuviera la obligación de girar a tu alrededor, sino de fortalecer el carácter para poder hacer frente situaciones difíciles.

Segunda sinrazón: da igual cómo sean tus padres

Veamos: mejores padres que los de Hannah, la protagonista, no puede haber. Son dedicados, comprensivos, amorosos, siempre tienen una palabra de ánimo, están dispuestos a escuchar… incluso hasta en las llamadas de atención sanciones son tolerantes, respetuosos y equilibrados.

¿Y de qué sirvió eso? De nada, porque Hannah nunca buscó apoyo, consejo ni ayuda en su papá y su mamá, que son al final los más castigados por la tragedia. Y no es porque ellos no estuvieran dispuestos a dársela, ni porque estuvieran pendientes “sólo del negocio”. ¡No! Es porque ella, al igual que muchos otros adolescentes, los mantuvo siempre al margen y jamás se dejó ayudar.

Tercera sinrazón: banalizar los factores de llevan a un suicidio.

Seguramente este es el punto más débil y más notorio de la serie, y lo que más comentarios negativos ha provocado.

Con una lista de 13 razones, y dedicándole un capítulo a cada una, se les da la misma jerarquía a todas, desde las más serias hasta las más banales. Todas quedan al mismo nivel.

En un rápido recuento, de esas 13 “razones”, está claro que hay 3 situaciones muy graves (dos de abuso sexual y un accidente no reportado que provoca una muerte). Hay otras 3 más o menos graves, relacionadas con fotografías inapropiadas. Pero hay otras 4 bastante triviales, bromas de escuela que si bien son incorrectas también son bastante comunes y para lo único que sirven, en la serie, es para dejar ver un carácter de “drama queen” y de sobrerreacción de Hanna.

Luego, hay otras 2 en donde los supuestos “culpables” (Clay y Mr. Porter) realmente no lo son, pues la situación fue echada a perder por la propia protagonista. E incluso hay otra, la del poema divulgado, que solo ella, en su psique oscura, la ve como negativa.

Claro, alguien puede decir que no son los hechos individuales sino el conjunto de ellos lo que la llevó al suicidio, pero entonces volvemos al punto anterior: la clave está en la capacidad de cada persona para lidiar con esas circunstancia, su inteligencia intrapersonal, su fortaleza espiritual o de carácter.

De hecho, si lo piensan bien, hay otros personajes, como Justin y Jessica, que tendrían tantas o más razones que Hannah para suicidarse… pero reaccionan diferente. Y si seguimos la “lógica” de Hanna, ella vendría siendo la principal culpable de que Alex Standall se pegue un tiro en la cabeza. Y así, no llegamos a ninguna parte.

Por series como esta y por no tener claro este punto es que, cuando hay un suicidio, no faltan titulares sensacionalistas y superficiales como “adolescente se suicida porque la dejó el novio”, “joven se suicida porque discutió con sus padres” o “estudiante se quita la vida porque reprobó una materia”.

Cuarta sinrazón: querer justicia sin denuncia

En el capítulo final, cuando Hannah dice que va a “darle una última oportunidad a la vida”, acude al consejero escolar en busca de ayuda.

No me puedo imaginar a alguien más sensible a los problemas juveniles y mejor capacitado para tratarlos que Mr. Porter. Pese a la reticencia inicial de ella, él logra establecer comunicación y que ella cuente parcialmente lo que le ocurrió, que fue una agresión sexual por parte de uno de sus compañeros de clase.

Mr. Porter actúa muy profesionalmente y además de mostrarse empático y ofrecerle apoyo, le aclara las dos opciones que ella tiene: una, dar el nombre del agresor y denunciar el hecho a la policía, a lo cual él mismo está obligado como consejero escolar; o dos, si no hay suficiente evidencia incriminatoria o si el hecho no está claro, hacerle ver el peligro de una denuncia sin fundamento y que en ese caso es mejor abstenerse de hacerla.

En este punto hay que tener mucho cuidado, porque seguramente van a salir diciendo “¡hey, pero sí hubo agresión!”. Y sí, eso lo sabemos los espectadores porque vimos las escenas que así lo muestran, pero desde el punto de vista legal y en la posición del consejero, en el contexto del sistema de justicia estadounidense, si la propia víctima no aporta la información suficiente (ni siquiera su testimonio “a no ser que se le garantice 100% que el agresor será condenado”), ¿cómo se le puede apoyar o ayudar institucionalmente?

Alguien dirá “es que el consejero debió insistir”, ajá, pero es que Hannah salió molesta y a toda prisa de la oficina, sin dar tiempo a nada más porque esa misma noche procedió a suicidarse.

La lógica de Hannah es: “tengo la firme determinación de suicidarme, y como usted no me detiene, entonces usted es el culpable”. ¿Qué sentido tiene eso?

Quinta sinrazón: mandar al carajo a quien te quiere

Es evidente, desde el primer capítulo, que el chico Clay está enamorado de Hanna y que el sentimiento es recíproco, pero ambos no se atreven a aceptarlo ni a decírselo mutuamente. Y en cuanto a la visión negativa que Hannah tiene del género masculino, también está claro que Clay “es diferente”, pues respeta a Hanna como persona en toda su integridad.

¿De qué sirvió esto? De nada.

Porque en el momento en que se va a realizar el encuentro amoroso de ambos, Hannah sufre un ataque androfobia (es decir, repulsión a los hombres). Entonces empuja y le grita a Clay “vete al carajo”. ¿Y qué hace él? Pues exactamente lo que debe hacer: irse, en atención a la exigencia de Hanna, respetando su rechazo.

Pero cuando ella narra posteriormente la experiencia en su cinta grabada, le dice a Clay “¿por qué te fuiste, por qué no insististe, por qué no te quedaste?”. Y por eso ella lo culpa y lo pone en las cintas.

Así no se puede.

En conclusión, me parece muy bien que se ponga sobre la mesa el tema del suicidio, que se hable y que se debata sobre ello, aunque esto debería hacerse desde una perspectiva un poco más madura y profesional de la que se presenta en esta serie, la cual puede ser, en todo caso, un punto de partida.

Pero si quieren mejores opciones para tratar el tema del suicidio, mejor busquen la novela corta “Werther”, de Goethe, y en cine, “La sociedad de los poetas muertos”, protagonizada por Robin Williams.

Nada más tengan cuidado de que la trágica belleza de estas obras no los vaya a seducir, porque esta vida es lo único que tenemos y hay que aprovecharla sin caer en semejantes depresiones.

Ah, y si necesitan ayuda... ¡búsquenla!


Posdata: Como bien dijo una comentarista en mi "post" de FB, Hannah presenta un comportamiento patológico, y de ahí mi punto con las "sinrazones": que la serie presenta esa visión enfermiza como algo normal, "ok, cualquier chico/a reaccionará de la misma forma". Claro que dentro del esquema de percepción distorsionada de Hannah, todo tiene "lógica", pero lo perjudicial de la obra es que legitima ese enfoque un tanto retorcido.

sábado, 25 de marzo de 2017

Una satisfacción muy especial

Escribo estas líneas todavía emocionado porque mis chicos/as del ESJ lograron el primer lugar en el IX Certamen Intercolegial de Debate, organizado por la Escuela Superior de Economía y Negocios.

Si bien en 2010 ya se había ganado este certamen, en aquella ocasión apenas di un par de consejos la tarde anterior, pues la iniciativa de participar y la preparación misma estuvo a cargo de los propios participantes, una de ellas mi ahijada.

En los años siguientes, me limité a transmitir la invitación a estudiantes que mostraron interés en el evento, pero objetivamente no tenía disponibilidad de tiempo para ayudarles en su preparación, así que fueron sin mayor tutoría, igual que sus predecesores.

Recuerdo particularmente a un grupo de excelentes estudiantes de esa época que, pese a sus habilidades académicas y de expresión, no logró llegar hasta la Final Four. Este síntoma y otros indicadores me hicieron ver que año con año el nivel de dificultad del evento había ido aumentando, pues cada vez eran más los equipos que se preparaban con respaldo institucional y con mayor anticipación.

Entonces vi que no era justo enviar participantes que, aunque fuesen capaces y entusiastas, no tuvieran el debido apoyo, pues estaban en franca desventaja.

Afortunadamente, esta tesis encontró eco en la dirección del ESJ y así, a finales de 2014, iniciamos el primer proceso organizado para conformar y preparar un equipo que cumpliera las expectativas que naturalmente genera una institución de consolidado prestigio académico.

Con ese equipo que participó en el Certamen 2015 (formado por Sonita, Pablo, Paola y Jackie) logramos un meritorio tercer lugar y su experiencia de aprendizaje fue muy significativa, más allá del galardón obtenido.

En la edición 2016, un equipo tan bueno como el anterior pero con características marcadamente distintas (Marcelo, Jenny, Mario y René) alcanzó el segundo lugar. Aquí incorporamos por primera vez, en cierto momento, a dos redactoras auxiliares: Amalia y Fátima. Valoramos favorablemente todo el proceso, pero como en toda competencia quedó esa micro espinita de que pudimos haber ganado.

Y así llegó 2017, cuando hicimos los ajustes necesarios para capitalizar las experiencias de los años anteriores. Este equipo tuvo a Hugo, Denisse, Betsy e Ivonne, todos de cualidades excepcionales tanto en la expresión como en la investigación y organización del contenido. A ellos sumamos el singular talento discursivo de Murcia, así como la colaboración de Paty como redactora auxiliar.

La cuota de sacrificio invertida en esta participación fue grande, como la de años anteriores, y de la misma forma, desde antes del último día de competencia, la satisfacción estaba asegurada por el hecho de estar entre los cuatro finalistas y haber logrado aprendizajes importantes. Claro que en una competencia de este tipo es bonito ganar, pero nuestra mentalidad explícita fue valorar la experiencia más allá del resultado.

¡Pero ganamos!

Y ese logro, además de la alegría por el premio, tiene una satisfacción muy especial, que me interesa compartir.

La dinámica del certamen es así: acerca de un tema asignado hay dos posturas opuestas, las cuales deben ser preparadas por los equipos participantes y, justo antes de comenzar el debate, se sortea qué postura defenderá cada cual, con independencia de la opinión personal de cada uno de los debatientes.

He aquí lo interesante: cada uno de los contendientes va entendiendo que existen las opiniones contrarias, y que estas tienen ciertas bases y fundamentos que deben ser estudiados y rebatidos con argumentos sólidos. El resultado es necesariamente educativo, pues no hay lugar a fanatismos ni intolerancias.

Y no obstante, a veces aparecen ciertos temas que tocan la sensibilidad y chocan con ciertos valores personales adquiridos o en formación… como ocurrió en esta ocasión.

¿Cómo proceder entonces?

Luego de meditar bien el tema decidimos que, si nos tocaba defender esa postura que no encajaba con historias familiares y valores institucionales, teníamos que buscar una manera de ser coherentes ante todo con nosotros mismos, manejando con mucha precisión y pinzas quirúrgicas los argumentos que nos permitieran sostener el debate con solidez pero sin traicionarnos, siendo al mismo tiempo conciliadores y propositivos.

¡Y vaya que lo logramos!


viernes, 10 de marzo de 2017

El dibujo como herramienta de evaluación

En el ámbito educativo, una de las cosas más temidas por los estudiantes son, sin duda, las pruebas objetivas o exámenes escritos; sin embargo, estos también son un suplicio para el docente, cuando tiene que calificar, responsablemente y con objetividad, cientos de papeletas bajo presión, labor que puede tomar varias horas de jornada extralaboral e incluso de sueño.

A partir de la observación y mi propia experiencia, estoy convencido de que existe una relación inversamente proporcional entre el tiempo que uno dedica a confeccionar el examen y el tiempo requerido para calificarlo.

Aunque no es una receta de aplicación mecánica, es deseable que un buen examen escrito combine diferentes formatos de pregunta (por ejemplo: opción múltiple, pareo y desarrollo). Para elaborarlo, yo necesito generalmente dos horas, los estudiantes tardan entre 20 y 30 minutos en resolverlo, mientras que la revisión me toma aproximadamente 90 segundos por papeleta (una hora por cada sección de 40 estudiantes, revisando una sola pregunta a la vez, en una misma pasada por todas las pruebas, a fin de estandarizar el criterio de corrección).

En casi tres décadas de carrera docente, he utilizado -con sus más y sus menos- ítems de todo tipo, y creí que no había más por innovar hasta que un buen día se me ocurrió explorar el dibujo como herramienta de evaluación de contenidos… con estudiantes que no tienen ninguna formación en las artes gráficas.

Y creo que está funcionando.

En mis exámenes recientes, siempre hay un ítem en donde, en vez de pedirles a los chicos y chicas que describan una escena específica del libro que les dejé a leer, les doy un espacio para que la dibujen.

¿Pero qué pasa si, como buenamente les digo, “el dibujo no es su fuerte”?

Para que este recurso sea válido es importante tener claros los criterios bajo los cuales se califica. El más importante (digamos, dos tercios) es que estén representados todos los elementos importantes de la escena, mientras que el tercio restante se da por la estética visual y el esmero puesto en él, aunque el dibujo sea “de palito”.


¡ALERTA DE SPOILER!


Me explico mejor con este ejemplo del examen sobre Júpiter, de Francisco Gavidia, puesto aquí con autorización de su autora, Karina H.

El contenido está completo: Celis yace muerto en el calabozo, mientras su hija Blanca queda horrorizada por este descubrimiento y Júpiter se suicida, incapaz de soportar la culpa del asesinato cometido contra el padre de su amada imposible (de cuyas intenciones de entregársele para salvar al prócer preso se entera demasiado tarde).

Y, aunque la dibujante no cultive sistemáticamente este arte, se ha esmerado para lograr que la pequeña obra gráfica se vea bien y transmita la idea con algún sentido estético.

Como este, hay muchos otros dibujos que merecieron todos los puntos en juego. Y, ciertamente, calificarlos me resulta mucho más rápido y entretenido, sin que por ello el ítem pierda validez.

martes, 28 de febrero de 2017

Así reaccionamos, Gustavito.

Murió Gustavito, el hipopótamo del Zoológico Nacional.

Según informaron las autoridades, entre la noche del martes 21 y la madrugada del miércoles 22 de febrero de 2017, un grupo de personas no identificadas ingresó furtivamente al lugar de cautiverio y atacó a Gustavito con objetos punzocortantes y condundentes. El pobre animal quedó en agonía hasta que finalmente murió la noche del día 26, a consecuencia de las graves lesiones que le fueron infligidas con varillas metálicas, piedras, machetes y picahielos.

Al momento de redactar esta nota, aún no se conocen las motivaciones de tan brutal acto y la Policía Nacional Civil no ha reportado capturas; sin embargo este día se conoció otra versión de los hechos, dada por el sindicato de Secultura, hipótesis según la cual Gustavito tenía más de dos semanas de estar muy enfermo, tan débil que sufrió varias caídas y heridas en su recinto. Esto apuntaría a negligencia y descuido como causas de la muerte.

A la espera de que se esclarezca el hecho, la tristeza y la indignación han sido las principales reacciones percibidas, tanto las conversaciones cotidianas como en redes sociales.

La necesidad de supervivencia justifica dar muerte a animales para comerlos o para defenderse, incluso para sacrificarlos a supuestas deidades en tiempos arcaicos; sin embargo, la especie humana es la única que tortura y mata a otros seres vivos por placer, diversión o entretenimiento, y para ello ha creado rituales y espectáculos socialmente aceptados, como el deporte de la cacería, la tauromaquia y las peleas de gallos o perros.

Pero si Gustavito fue atacado así como dijeron al principio, sería un escalón más.

De ser así como ocurrieron las cosas, resulta inconcebible cómo puede haber gente tan enferma de la mente como para cometer este acto de crueldad con una criatura en cautiverio, atacada a traición sin otro propósito más que regodearse en el sufrimiento y acaso enviar un mensaje social de matonería, terror y desprecio por la vida animal.

En cualquier caso, a partir del abominable hecho comenzaron a verterse expresiones, poses, enfoques y “razonamientos” de muy amplia gama, y es en algunas de esas corrientes donde el malestar se amplifica y acentúa.

Una primera línea de comentarios impertinentes es la de ciudadanos/as dizque “conscientes de la realidad”, que emiten opiniones de censura contra quienes expresan su dolor y cólera por la tragedia de Gustavito, porque según ellos callan o ignoran las tragedias cotidianas que se viven en el país más violento del mundo.

Esta pose intelectual-humanista parte de un supuesto equivocado, pues quienes han exteriorizado su repudio por la agresión al hipopótamo no lo hacen porque ignoren las desgracias de un país tan miserable con sus habitantes humanos, o porque la vida de un animal les parezca más valiosa que la de una persona, sino porque este acto tan vil representa un nuevo nivel de maldad, que se extiende más allá de la conocida vorágine de bajos instintos.

El estupor nace de un legítimo “por si no bastara con aquello, ahora viene esto”, pero eso no lo comprenden los que se autoerigen como administradores del dolor ajeno.

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La segunda vertiente es la de quienes quieren hacerse los graciosos con comentarios idiotas. Ojo: no niego que sea posible soltar una frase desestabilizadora y original con algo de humor negro, aún en momentos delicados o incluso inoportunos (lo cual suele ser un recurso de distanciamiento como mecanismo de defensa); pero lo visto y oído dista mucho de tener algún tipo de ingenio y sí, en cambio, demasiado de insensibilidad.

Hasta para hacer el tonto hay que tener gracia.

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Un tercer caudal es la de los sesudos analistas sociopolíticos, ases de las neuronas para descubrir ocultas teorías conspirativas. Para estos genios geniales, el ataque a Gustavito es una cortina de humo (¿qué no lo es?) para ocultar siniestros planes de personas o instituciones que quieren ocultar cosas inconvenientes. Su único argumento es la tremenda falacia de “¡es cierto porque es posible!”. Nadie se explica, no obstante, cómo esta clase de inteligencias aún no han migrado a Hollywood, donde podrían encontrar puesto como guionistas de películas B.

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Sin demeritar los ángulos anteriores, lo que realmente mueve al asco es el oportunismo de los politicastros de la Guanaxia Irredenta, quienes aprovechan esta muerte para aparecer como redentores enarbolando banderas tan populares como demagógicas, proponer duras leyes salvíficas o simplemente atacar a sus enemigos partidarios, con genuina vocación de haters.

Tema aparte es el amarillismo de quienes divulgan “las fotos de Gustavito que Secultura no quiere que veas”, como si ese morboso espectáculo de carne y sangre contribuyera en algo a la investigación del hecho, la sensibilización ante el maltrato animal y la prevención de ataques similares.

Así pues, con ese tipo de reacciones, lo más triste de la muerte de Gustavito va a ser que ni siquiera vaya a servir como punto de inflexión para cambiar ni mejorar nada.