O EL ESNOBISMO PEDANTE (PARTE II)
Últimamente los títulos de “crítico de cine” se reparten con tanta facilidad como los de “analista político”, como si para serlo bastara que el editor del respectivo suplemento o sección de un periódico les consultara sobre este o aquel tema, por el mero hecho de ser chero de ellos y de que sus respuestas parezcan inteligentes. Tales sujetos recurren a los lugares comunes con los que (según ellos) garantizan cierta notoriedad basada en una pose de presunta autoridad, como si conocieran algo que el gran público es incapaz de ver o, lo que es lo mismo (ya lo dije en otro artículo), ven la tela invisible con que está hecho el traje nuevo del Emperador.
Cierto es que la majada acude al cine por razones muy diversas y no son pocas las ocasiones en que premia con un profudo “qué chivo” películas que no pasarían de un generoso 5.5 en Imdb.com; igualmente apenas saca un “qué aburrido” ante obras maestras que no siguen los estándares de persecuciones explosivas cada cinco minutos y requieren, al menos, de que se siga con atención el argumento.
No obstante, en contraparte igualmente indeseable están estos tipos con ampulosa cara de imaginaria sabiduría para quienes todo lo que hace la gran industria cinematográfica está contaminada de mediocridad, por su mismo proceso de fabricación. Por descontado damos que esta gente sufre lo indecible con películas con argumentos más o menos previsibles y arquetípicos, pero excepcionales en su realización audiovisual, como “Avatar”. Quizá por ello se muestren desesperados por emitir la sentencia condenatoria del tipo “es malísima” o “le dieron un premio que no se merece”, terrible reprobación que procede de alguien que en su vida no hará siquiera un cortometraje de diez minutos ni manejará para ello un presupuesto superior a diez salarios mínimos, que ya es decir. Mejor aún si se trata de emprenderla contra los efectos especiales per se, estén bien o mal usados; ya no se diga si la película es muy taquillera.
En fin: que con solo plantarse a decir “esto que a Uds. les gusta en realidad no sirve” y nada más, el mensaje más interesante que transmiten es “yo sé algo que todos Uds. Ignoran, por eso me puedo dar el lujo de vituperar esta película tan adorada por Uds.”. En el fondo y en la superficie, lo que esta gente logra con ese tipo de poses es (1) caer mal y (2) deslegitimar el oficio de la crítica estética, que puede ser una herramienta provechosa para ayudarle al gran público (o sea, la masa amorfa e ignorante) a apreciar estos o aquellos detallitos y así… comprender mejor.
sábado, 6 de marzo de 2010
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