sábado, 20 de marzo de 2010

Quimera instrumental

Desde hace veinticinco años vengo soñando reiteradamente, dormido y despierto, con que puedo ejecutar magistralmente el saxofón, instrumento que por diversas razones siempre se me ha hecho esquivo, bien sea por el elevado precio de uno de estos brillantes aparatos, bien por la dificultad de hallar tiempo para tomar clases. El intento más serio que hice a mediados de los 80's fue pedir permiso para hacer un auto-aprendizaje en el local donde ensayaba la banda del Chaleco. La labor no tuvo el éxito esperado, primero porque resultó un tanto incómodo ensayar en un instrumento que no era el propio, al cual había que estarle cambiando la cañuela y la boquilla por unas propias, so pena de contaminarse con anónima saliva ajena; segundo, porque descubrí que sólo para hacer sonar el instrumento en la nota real, verdadera y adecuada (sin desafinar más de medio tono), debía pasar como una semana ejercitando los músculos bucales y templando el golpe de aliento, para lo cual -si acaso estaba dispuesto- habría necesitado, una vez más, un instrumento propio para ensayar en la casa, para suplicio de los vecinos. Así que ni modo: hubo resignación y abandono, dejando sólo para los oídos el placer de tan metálico instrumento.

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