domingo, 5 de octubre de 2014

Carta abierta a predicadores

Estimados religiosos/as, curas y pastores de las diversas iglesias:

Me dirijo a ustedes con buena fe, asumiendo que realizan sus actividades creyendo sinceramente en las bondades de sus dogmas y rituales.

El motivo de la presente es hacerles ver el grave error que están cometiendo algunos/as de ustedes en sus prédicas, al construir sus discursos sobre la base del anatema, es decir, la maldición o imprecación contra personas o grupos que no comparten sus creencias.

Al hacerlo de esta manera, promueven la intolerancia, olvidándose de que el ser creyente, adepto a una u otra religión, agnóstico o ateo es una opción íntima que obedece a muchísimos factores de la historia personal de cada quien, lo cual -si se ha hecho con el debido discernimiento- es digno de respeto.

Quienes solo saben predicar a partir de un espíritu negativo, que suele ir desde la ironía y el sarcasmo hasta el lanzamiento de prejuiciosos dardos contra el resto de los mortales, no se dan cuenta de que, de esa manera, solo hacen ver su propia debilidad de argumentos y reflejan pobreza de espíritu, pues rebajar al resto no es un medio sano de elevarse moralmente.

La amenaza y la reprobación como medio para conquistar almas es cosa de un oprobioso pasado. Con ellas, su comunidad no crece ni en número ni en virtud. Una invitación alegre y entusiasta sobre la base del amor sería, en todo caso, mucho más efectiva.

Si en vez de alegrarse por los feligreses que asisten a la misa o al culto, se dedican a lamentarse y denigrar a quienes no llegan (muchas veces con críticas llenas de generalizaciones reduccionistas), lo único que logran es generar amargura y frustración, y transmitírsela a sus propios fieles.

La gente que busca la religión lo hace por razones tan diversas como contradictorias. Ustedes, que se han erigido como especialistas en el tema, tienen la gran responsabilidad de orientar esas expectativas por caminos que conduzcan a la paz y armonía personal, para desde allí construir una mejor sociedad.

Que la certeza subjetiva que les da su fe no los lleve al fanatismo que promueve la exclusión y el odio explícito o velado contra quienes no piensan como ustedes.

Atentamente,

RFG