lunes, 27 de octubre de 2014

Mi guitarra y su heredera

I. La guitarra

Mi guitarra electroacústica “Palmer” de cuerdas de nailon ha sido jubilada, luego de más de una década de nobles servicios prestados en múltiples eventos musicales, en mi faceta de cantautor y también con el grupo “Balada Poética”.

Guayo, del Centro Cultural de la UCA, conoce las entrañas del instrumento y puede dar fe de que la factura y el sonido de esta guitarra ya amplificada son excelentes, una singular excepción en el estándar de la marca.

Entre las heridas de guerra más notables de mi querida guitarra está una enorme grieta que atraviesa el mástil (daño sufrido no por mi mano, hace ya bastante tiempo); sin embargo, esa dolorosa rajadura se produjo de tal manera que, con la tensión de las cuerdas, se cierra en vez de que abrirse. Hace dos o tres años tuve, no obstante, que enroscarle un tornillo estratégico, para corregir un leve desplazamiento horizontal de menos de un milímetro entre las placas, que entonces ya comenzaba a notarse.

Aún con esas reparaciones y cicatrices, mi guitarra se desempeñó muy bien en diversos escenarios todo este tiempo, siendo incluso internacional en el Teatro “Rubén Darío” de Managua (sobreviviendo heroicamente al transporte terreste).

Esta querida guitarra cumplió con nota sobresaliente sus tareas. Jamás me dejó varado, incluso sacó de apuros a uno o dos guitarristas ajenos a quienes sus instrumentos les fallaron. De esta mi guitarra siempre brotó el mejor timbre. Toda vez tenga buenas cuerdas, su sonoridad y exacta afinación son impecables. Oigan los acordes iniciales de la versión de estudio de “Algo sencillo” o el solo de “Brillo de amor” y me concederán la razón.

Al día de hoy, la guitarra está en muy buen estado y, como es fácil concluir, su valor sentimental es grande. Sin embargo, siento que ya ha cumplido su ciclo y me parece justo darle un honorable retiro.

II. La heredera

Hace ocho años, una niña llamada Fernanda acudió a un curso vacacional de guitarra que tuve a bien convocar. Aprendió como si para ella fuera la cosa más natural y en los años siguientes colaboró conmigo en varias actividades dentro de la institución educativa donde nos conocimos. Con el tiempo, atendió mi invitación para integrarse a lo que luego sería “Balada Poética”.

Hoy, Fernanda está por cumplir veintiún años y estudia ingeniería en la universidad. A esta fecha, no tengo la cuenta exacta de las veces que ha estado conmigo en el escenario, pero son muchísimas.

Desde el punto de vista musical, me pareció natural que fuese Fernanda quien recibiera en herencia mi guitarra electroacústica “Palmer” de cuerdas de nailon. En algún momento anterior se lo dije así y hablaba en serio, pues a lo largo de ocho años la vi transitar por esa etapa tan difícil de la vida, como es la adolescencia, tiempo en el cual supe de varias de sus alegrías e intuí (más que conocí) algunas de sus tribulaciones, me enteré de muchos de sus aciertos y también la vi cometer errores.

Todo eso construyó un valioso nexo maestro-alumna. El hecho de heredarle mi guitarra electroacústica "Palmer" de cuerdas de nailon muestra reconocimiento y aprecio por esos años pasados, pero también significa comprensión y, sobre todo, confianza en que, siendo fiel a ella misma, encontrará el preciado don de la sabiduría.

La guitarra se la entregué directamente en sus manos el pasado viernes. Fue un momento significativo.