Que es infinitamente más interesante leer “Cien años de soledad” y “El otoño del Patriarca” que mirar con lupa a Gabriel García Márquez como persona, lo prueba “El olor de la guayaba” (1982), conversaciones entre el Nobel colombiano y Plinio Apuleyo Mendoza.
Inmersa en esa escuela de mal gusto que pretende esclarecer los nexos entre personajes y acontecimientos de la vida real y sus obras, la entrevista es amena, sí, pero intrascendente. La figura del escritor detrás de los universos literarios es digna de aplauso, respeto y admiración, sí, pero bastante menor a la par de Arcadios, Patriarcas, Aurelianos y Melquíades(es). Y, a diferencia de estos, “Gabo” no ha pronunciado en estas páginas una tan sola frase memorable.
Hay, en cambio, algunos deslices que lo bajan un poco del pedestal: descalificar “El señor presidente”, de Asturias; presumir, en cierto modo, de su largo y único matrimonio, mientras rechaza aventuras extramaritales por razones que nada tienen que ver con la fidelidad conyugal; insistir demasiado el valor de obras repetitivas y extendidas innecesariamente (como “El coronel no tiene quién le escriba” y “Crónica de una muerte anunciada”), mientras parece que le molestara aceptarse como el autor de “Cien años...”; comentar detalles de su estilo de vida “burgués”, como dirían aquellos, sin que ello riña con su publicitada amistad con Fidel y la revolución cubana proletaria; hacer su personal recuento de supersticiones, creídas tan en serio...
En fin, que no es falta privativa ni tampoco su culpa (él sólo responde lo mejor que puede) y cualquiera de nosotros acaso daría peor imagen sin tener ni la centésima parte de mérito. Pero mientras mi devoción por el par de libros mencionados al principio crece exponencialmente a medida que los releo, el valor de la efigie que tengo de su autor tal vez haya decrecido... en un uno por ciento.
miércoles, 6 de diciembre de 2006
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3 comentarios:
No, no. Lo mejor de GGM es, en orden riguroso, los primeros 50 años de "100 años de soledad", "Crónica de una muerte anunciada" y "Del amor y otros demonios". La lista está, sin embargo, sujeta a cambios producidos por relecturas.
¡Ah, lo que es la necedad! Con sólo la frase célebre del mítico dictador en el recital de Rubén Darío, se justifica "El otoño del patriarca" y, en ella, todo el autor y sus relectores.
Mire, como tanto (le) molesta, voy a iniciar justo en este momento, osea, más tarde, la lectura number two del "Otoño". Así que pronto veremos si la añado a mi lista y, más importante aún, en qué lugar la pongo.
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