lunes, 19 de diciembre de 2016

¡Que viva el Tecla City!

El Santa Tecla FC, conocido en este espacio como Tecla City, alcanzó su segunda corona al ganar el Torneo Apertura 2016, luego de un intenso partido contra el Alianza FC, cuya afición tiñó de blanco y celeste el Estadio Cuscatlán.

El título de "la mejor afición" (?) o la más grande pueden disputárselo en interminables discusiones los del Alianza, el Águila y el FAS, pero el ahora campeón tiene la mejor media cancha nacional, pues posee el "tiki-taka" con un juego dinámico y al mismo tiempo de intensa marca: Diego Chavarría, Gerson Mayén, Marlon Cornejo y Kevin Ayala, con Saviolita Baires viniendo desde la banca.

El partido de ayer transcurrió sin un dominador claro hasta el minuto 70, habiendo sido la única diferencia esa que cuenta: los goles.

Se adelantó el Tecla gracias a un fallido despeje de los centrales albos, que dejaron el balón a los pies de Mayén en el 45+1. Entrando al segundo tiempo, se vino el aluvión aliancista con un libre directo de Larín, que entró en el ángulo izquierdo no sin alguna complicidad del arquero Almeida. Pocos minutos después, aprovechando el momentum, Fito la colocó de cabeza justo a la par del poste para el 2-1. Con la afición alba volcada, parecía liquidado. Pero el último cuarto de hora dictó otra sentencia.

Veamos esta breve cronología, que evidencia el punto de inflexión a favor del Tecla, ya con Sergi Souza y Saviolita Baires en el terreno de juego.

ALI 68’: Fito sirve para Sosa que va solo, se enreda y permite recuperación defensiva. Hubiera sido el 3-1 para el Alianza... ¡pero el "hubiera" no existe!

TEC 73’: Gol del Tecla mal anulado, Joel pitó supuesta falta de Abreu previa al tiro de Souza.

TEC 75’: Se la juega DT Corti: ingresa Léster (delantero) por el capi Chavarría (contención), quedándose con línea de tres al fondo.

ALI 76’: Sale Sosa agotado y entrra Guerrero (delantero por delantero).

TEC 77’: GOL DEL TECLA CITY, gol de Loco Abreu, que cabecea sin marca y casi de espaldas al marco, con la inestimable descolocación del arquero albo Arroyo. ¡2-2!

TEC 81’: 15 toques del Tecla City culminan con un centro a manos de Arroyo. El Alianza no encuentra el balón.

TEC 82’: recupera la media cancha del Tecla City y en tres toques ponen a Léster solo, que la revienta al poste. Alianza no reaccciona.

TEC 83’: Gol mal anulado al Tecla City. Joel pitó falta inexistente de Abreu en el forcejeo.

ALI 84’: la afición alba comienza a cantar “¡Movete, Alianza, movete; movete y dejá de joder!” Presión extra para sus jugadores, que no reaccionan.

TEC 85’: nuevo cabezazo de Abreu que se va afuera.

TEC 86’: incursión del Tecla City que salva defensa alba con barrida in extremis.

ALI 87’: balón globeado sin problemas para Almeida (Tecla), mientras Fito se cae solo en el área.

TEC 89’: tiro libre directo para el Tecla City, que Mayén falla por poco a la derecha de Arroyo.

TEC 90’+1: GOL DEL TECLA CITY. Tiro de esquina, Abreu anticipa en el primer palo y cabecea al ángulo contrario, superando la estirada de Arroyo. ¡2-3!

En conclusión, creo que pesó una mejor condición física del Tecla, la convicción en las propias capacidades (que no dejó perder el ánimo con el marcador en contra) y, por supuesto, la destreza cabeceadora de Loco Abreu, intacta a sus 40 años.

Así pues: ¡que viva el Tecla City, señoras y señores!

domingo, 11 de diciembre de 2016

¡Vuela alto, chica piloto!

Hace una semana, la exalumna Silvia López Garay me escribió para compartir unas fotografías aéreas, tomadas desde la avioneta que pilotaba. Hoy, con gran dolor leo en las noticias que ella falleció en un accidente aéreo en El Paisnal. Todavía no termino de asimilarlo.

Silvia se graduó de bachiller en el Externado de San José en 2007 y estudió biología en la UES. Luego nos enteramos de su pasión por los aviones. Así me lo contó ella el año anterior, en un chat de septiembre.

RFG: - ¿Y la biología?

Silvia: Pues la tesis me hace falta nada más.

RFG: Oh, qué bien.

Silvia: ¡Síii! Lo que pasa es que ser piloto fue algo que siempre quise pero que pensé que nunca iba a suceder. Entonces cuando me salió la oportunidad, dejé la universidad con mucha alegría. Obviamente la voy a terminar después, pero mis prioridades me cambiaron.

Este año me visitó en mi oficina y se veía muy feliz, cumpliendo su vocación. Como estudiante, la recuerdo como una jovencita muy aplicada, correcta y talentosa, en actividades de culturales y deportivas. Luego, ya en su vida adulta, mostró iniciativa y determinación para construir sus diversos proyectos.

Su muerte es una tragedia, sí, pero lo importante es que vivió con autenticidad y alegría. Así la recordaremos. ¡Vuela alto, chica piloto!

martes, 22 de noviembre de 2016

Cuida tu imagen virtual




sábado, 19 de noviembre de 2016

Renuncias por decencia

Siendo figura pública, de repente alguien dice en televisión una frase, una cortísima frase con la que ofende gravemente la sensibilidad o incluso el dolor ajeno. En países donde aún no se ha eliminado completamente de la esfera pública el concepto de decencia, ese tipo de deslices puede forzar a que la persona involucrada renuncie a su cargo.

Tal reflexión viene al caso por Francisco Valencia, director de Diario Colatino. "¡¿Qué... el buen Chico Valencia?!" Pues sí, ni más ni menos. Y no es porque él haga periodismo descaradamente partidista (una incompatibilidad ética pero que al fin y al cabo para eso hay libertad de afiliación y credo), sino por un comentario infame.

Como es sabido, el mes de noviembre de este año trajo una ola de asesinatos de policías y soldados, por parte del crimen organizado. Y al respecto, Chico no pudo elegir un peor comentario para lanzar al aire que este:

Patético y sin disculpas.

A algunas personas esto les parecerá una falta menor, acaso sobredimensionada. Estoy seguro de que los amables lectores/as podrán mencionar otros personajes con mayores méritos para que se les pida la renuncia, vía manifestación en la calle.

Y sí, tienen razón, pues haciendo un poco de memoria, es tal la colección de especímenes nacionales que han faltado a la moral y la decencia, que lo de Valencia no pasa de ser el infortunado desliz de un bocón.

Pensemos en otro chico más nocivo para la vida nacional: el incólume Francisco Merino.

Diputado desde hace lustros por el PCN, Chico Merino protagonizó en agosto de 2000 una escandalosa balacera en estado de ebriedad con policías, hiriendo a una agente. No se sabe cómo, pero el partido Arena (del cual había sido miembro) impidió su desafuero, que lo hubiera enviado a bartolinas. El hecho quedó impune y a la fecha de hoy el susodicho sigue siendo diputado por el departamento de Santa Ana. De esto último, tienen culpa grave sus votantes.

Pero no hace falta ir tan lejos en el pasado para encontrar otros casos penosos o indignantes. Hablemos de David Munguía Payés. Este señor es General de División… y tal título no es sarcasmo. Actual Ministro de Defensa, ocupó también la cartera del Ministerio de Justicia y Seguridad. Acumula en su perjuicio desde pérdidas inexplicables de armamento en guarniciones (de lo cual la mejor explicación que ha dado es que “aún es un misterio”), hasta elaboración de carísimos trajes militares estrambóticos.

Sin embargo, lo realmente grave, y por lo que podría ser incluso procesado penalmente, es su rol en la espuria tregua que fortaleció a grupos criminales, notable legado de la presidencia de Mauricio Funes. Uno se pregunta si acaso no hay otro militar de alto rango con el que el FMLN pueda trabajar.

Ya que hablamos de la mal llamada "tregua", ¿se imagina usted a un alto dirigente del principal partido político de oposición (Arena), hoy diputado de la Asamblea Legislativa, negociando con grupos criminales el cierre de la prisión de máxima seguridad de Zacatecoluca, a cambio de apoyo mediante activismo político? Pues ese y no otro es Ernesto Muyshondt.

¿Y qué decir si quien estuvo en otra negociación similar, por encargo del partido de gobierno, es nada menos que el actual Ministro de Gobernación, quien incluso ofreció US$ 10 millones en créditos a delincuentes? El protagonista de dicha traición a la patria es Arístides Valencia (en compañía del exministro Benito Lara).

Ah, pero no todo es política. Aquí tenemos al célebre Carlos Rivas, pastor general del Tabernáculo de Avivamiento Internacional. En marzo de 2015 fue sorprendido en un motel con su amante, quien previamente había llamado a la policía denunciando agresiones del religioso. Su abogado acuñó un término jurídico que revolucionó la jurisprudencia nacional: “infidelidad responsable”.

El caso se resolvió por un aparente acuerdo extrajudicial, pues la mujer retiró la demanda. El pastor, por su parte, lejos de mostrar humildad, la emprendió contra sus críticos… ¡a quienes les concedió el perdón por haberlo ofendido! Y allí sigue predicando, a ciencia y paciencia del rebaño, del cual no vacila en recibir el diezmo.

Y así podríamos seguir por buen rato, tanto que si mencionásemos a todos los personajes públicos que deberían renunciar de sus cargos por sus acciones o declaraciones, el panorama sería desolador y quedaría semidesértico.

Todos cometemos errores, cierto, y también es de humanos reconocer, perdonar y enmendar. Pero de ahí a usar indiscriminadamente y a torcida discreción la cita de Juan 8, 7 (“aquel de ustedes que esté libre de pecado que tire la primera piedra”) hay un trecho demasiado temerario, cuando no cínico. Y es precisamente este aforismo el que esta raza de caraduras suelen esgrimir como argumento para quedarse, persistir y prevalecer (algunos con todo y sus borregos).

sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Qué fue de la locución en El Salvador?

Sí, ya sé: dirán que estoy añorando el tiempo pasado que fue mejor. Pero, a fuerza de sinceridad, en este caso creo que me asiste la razón.

Quizá mi queja pueda atribuirse a mi edad: rondo el medio siglo y crecí escuchando radio con voces de elegante entonación, bien depuradas, pronunciación impecable y claridad de ideas, así fuera para presentar la siguiente canción al aire, leer el comentario del día o hacer la mención comercial correspondiente.

¿Les suenan los nombres de Leonardo Heredia, Sergio Gallardo, Aída Mancía, Alfonso Rauda, Mario Meléndez, Paco Medina Funes o Rolando Orellana? Pues esos y otros dejaron una escuela que, por lo que se escucha hoy en el dial, no va más.

En la época actual, los programas de mayor audiencia son las revistas matutinas, que los automovilistas oyen entre 6 y 8 de la mañana. Allí el panorama es terrible: desde el Morning Show de Radio Femenina 102.5 FM (donde entre tres locutores no hacen uno que hable algo coherente en medio de enormes baches de varios segundos de duración, como si aún no se hubieran terminado de despertar), hasta las lecciones de trastabilleos, tartamudeos y comentarios impertinentes de uno que mejor no digo.

El problema no es solo técnico, sino también de contenidos. Salvador Alas (La Choly), actor vocal muy hábil con la personificación, tiene un espacio en Radio Scan 96.1 FM en donde, si no fuera por la excesiva y aparentemente irremediable tendencia a la vulgaridad, quizá podría ser audible. Casi lo mismo puede decirse del Cosme y el Turrón en la Exa 91.3 FM, simpáticos hasta que te harta su exhibición de machismo y homofobia, y más de alguna conversación al aire sobre el educativo tema de los prostíbulos.

Las diatribas incoherentes de Raúl Beltrán Bonilla en la Crónica de YSKL 104.1 FM son tema aparte, pues reflejan un desorden mental cada vez más agudo. Y del programa deportivo Fuera de Línea ya escribí algo en otra entrada.

En fin: como esta es una entrada de viejito cascarrabias, quizá esperen leer una frase de cajón como “hoy a cualquiera le dan un micrófono”. Y… pues sí, no hay otro modo de decirlo.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Las ventajas de vivir en El Salvador



Que todo está en la mente y la actitud es lo importante ya nos lo dice la nutritiva biblioteca de libros de superación personal, pero para concretizar tales principios llenos de sadiburía tan fundamental, dejo aquí consignadas cinco ventajas de vivir en la Guanaxia Irredenta.

Bien analizadas e incorporadas a su actitud cotidiana, de seguro cambiarán su permanente cara de amargura.

· Deportes extremos gratuitos

Por poco que viaje a lugares turísticos cercanos, como Costa Rica o Panamá, se dará cuenta de la pequeña fortuna que debe gastar si quiere deportes extremos, sean estos urbanos, de ciudad o acuáticos. Por ejemplo: 15 minutos en un paracaídas tirado por una potente lancha sobre el océano puede costarle entre 80 y 100 dólares. Subirse a una montaña rusa súper espectacular, de esas caras, o lanzarse desde un puente al vacío, apenas sujetado por una cuerda elástica, tampoco es barato.

Y todo eso para producir ese golpe de adrenalina para sentir que estamos vivos.

Pero en El Salvador, tal descarga es gratuita y no se necesita de ningún equipo adicional: basta con subirse a un bus o una Coaster del transporte colectivo para experimentar viarias fuerzas G en distintas direcciones, con la sensación de lidiar con la muerte a cada instante. Y los $0.25 que le cobran no cuentan: esos son por el viaje, las sacudidas son gratis.

Filosofía existencial incorporada

¿Recuerda ese sabio consejo existencial que reza: “vive intensamente, como si hoy fuera el último día”? En el Pulgarcito de América, que es el país más violento del mundo, ese principio ya está incorporado en la cotidianidad, pues la posibilidad de fallecer por causas no naturales es bastante alta, según las estadísticas y las experiencias.

Véalo así: por el solo hecho de haber nacido aquí, usted ya trae incorporado un valioso principio filosófico y su vida será, ciertamente, muy intensa.

Defendemos la vida

Hablando de la vida humana, solo nueve legislaciones en el mundo (siete de ellas en América Latina) penalizan de modo absoluto el aborto, incluso en casos de violación, riesgo médico para la madre o inviabilidad del feto. La de El Salvador es una de ellas, porque aquí "defendemos la vida", así sea que con ese lema tengamos que obligar a una niña de diez años a padecer por nueve meses (o hasta donde aguante) para dar a luz al hijo de su violador. Imagínese: ¡somos parte de ese selecto y avanzado grupo de naciones provida!

Enésimas oportunidades

Fíjese en la calidad de nuestros líderes y los graves errores que cometen: diputados que balacean policías, pastores sorprendidos en moteles en pleno adulterio, funcionarios gubernamentales que se reúnen a negociar con grupos criminales, dirigentes partidarios que hacen apología del delito, expresidentes que recibieron millones milagrosamente y sin tener que dar cuenta de sus ingresos, militares que cometen crímenes de lesa humanidad… y así un largo etcétera.

En cualquier otro país, estos tipos estarían presos o, cuando menos por decencia, habrían renunciado a sus puestos y a toda vida pública. Pero aquí no. Aquí hay segundas, terceras, cuartas e infinitas oportunidades. Eso significa, ni más ni menos, que nuestra fe en la humanidad se mantiene incólume, al renovarle de modo permanente la confianza a estos seres y creer -¿por qué no?- que un día, por obra divina o del azar más exquisito, se despertarán transformados en modelos de virtudes.

Y si ellos merecen tales perdones de misericordia sin límites, ¿por qué no nosotros?

Esperanza siempre renovada

En El Salvador, necesitamos de las elecciones como agua de mayo. Y en cada edición, viene la esperanza renovada en forma de soluciones mágicas que -a partir del próximo periodo municipal, legislativo o presidencial- transformarán la vida de los salvadoreños y salvadoreñas. Los más pobres de los pobres encontrarán su redención, habrá fábrica de empleos, se les acabará la fiesta a los malacates, cambiaremos para mejorar, le daremos play y ahora será diferente. Y allá irán las masas a votar por la cúpula de ungidos o el mesías de turno, a quienes defenderán enconadamente.

Y pensar que en esos países desarrollados la gente se suicida porque no tiene esperanza...

sábado, 29 de octubre de 2016

Cinco errores amorosos

DE ADOLESCENTES E INCLUSO ADULTOS/AS

No tengo la menor duda de que los códigos amorosos de mi lejana juventud ya no están vigentes. Pertenezco a otra época y me da grima pensar qué habría sido de mí si hubiera nacido en el milenio y ahora mismo fuera un teenager, no solo en lo tocante a las cosas del corazón sino en casi todo lo demás.

Sin embargo, aun desde una perspectiva antigua, todavía me atrevo a dar algunos consejos, sugerencias o recomendaciones a los jóvenes de hoy en día, acerca de sus relaciones sentimentales, no por haber alcanzado la plena madurez en ese aspecto, sino por la experiencia vista y acumulada (que otros llaman “vejez”).

Quizá no hagan caso, pero también cabe una pequeña posibilidad de que en algo ayude, así que procedo en consecuencia, mencionando cinco errores comunes en el complicado mundo del amor, las hormonas y sus conexos.

Y aunque son para la adolescencia, algunos adultos/as no deberían desoírlos.

1. Enojarse con alguien porque no le hace caso

Si algo logra probar usted al enojarse y armar rabieta con el objeto de su devoción y afecto porque no le hace caso, es su propia inmadurez emocional.

¿En dónde leyó que es obligación de la chica o chico de quien se ha prendado el corresponder a sus requerimientos? ¿Quién lo engañó de esa manera?

Mire: no hallo otra manera de decirlo y espero no se ofenda, pero esta actitud es bastante infantil, pues usted cree que el mundo gira a su alrededor y el universo conspira para su felicidad (© Coelho).

Usted puede echarle la culpa a la multitud de novelas y canciones decadentes que explotan, cultivan, desarrollan y divulgan este sentimiento berrinchudo, pero más pronto que tarde deberá darse cuenta del absurdo que esto supone.

2. Aceptar un noviazgo por amistad

Los intereses, características y motivaciones de una relación amorosa (sea en el noviazgo, matrimonio o vida de pareja) son distintos de la pura amistad. Muchas personas confunden una cosa con la otra y aceptan una relación sentimental con el argumento de que son buenos amigos, no habiendo química corporal de por medio. El pronóstico… ya se imagina.

Si le gusta la trova, escuche atentamente la canción “Para vivir”, de Pablo Milanés, y saque sus conclusiones.

3. Insistir en la amistad después de un noviazgo

Si se terminó el amor, lo mejor es alejarse con dignidad. No se trata de quedar de enemigos, claro, pero tampoco es prudente, justo ni necesario continuar el vínculo bajo el disfraz de la amistad, especialmente si una de las partes aún tiene infundadas esperanzas de regresar. Mejor enarbolar la bandera del “No hurt feelings”, aceptar la ruptura y continuar con su vida… por separado.

4. Proceder antes de convenir

En las películas, se ven bonitas escenas donde los enamorados proceden a las acciones sin que medien palabras; en la vida real, no. Para evitar malos entendidos, decepciones y cóleras gratuitas, dejen claros desde un principio los términos de lo que va a suceder. No es que vayan a elaborar un contrato ante notario, pero el decoro exige al menos una declaración de intenciones y establecimiento de consensos... if you know what I mean.

5. Publicitar las palabras de amor

No es que dude de la sinceridad de quienes andan publicando por aquí y por allá sus parrafadas amorosas, pero he visto demasiados casos de declaraciones públicas para “el amor de mi vida” y “la persona más especial” de los que no ha quedado ni rastro a los pocos meses. O quizá estas rupturas se recuerden precisamente por esos empalagosos discursos. En todo caso, si tiene algo romántico que decirle a su chico o chica, dígaselo personalmente mirando a sus ojos con toda la ternura de que sea capaz.


miércoles, 12 de octubre de 2016

Cinco cosas que la PAES no mide

(Y SON LAS MÁS IMPORTANTES)

En un contexto educativo bastante primitivo, año con año son más los colegios e institutos que viven una auténtica obsesión por demostrar su valía en la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES), destinando valioso tiempo y no pocos recursos para quedar entre los primeros lugares, “preparando” a sus estudiantes específicamente para dicho examen en vez de concentrarse en el desarrollo de las habilidades que marcan los programas de estudio (una de cuyas consecuencias naturales sería, precisamente, salir bien en la PAES).

Ahora bien: comoquiera que se entienda la nota obtenida en la PAES, lo cierto es que este examen no mide muchas competencias y destrezas planteadas como objetivos del proceso educativo. Esto se debe sencillamente a que es un examen de formato opción múltiple, el cual tiene limitaciones inherentes.

Menciono a continuación cinco cosas que la PAES no mide, en el caso particular de la materia Lenguaje y Literatura, habilidades que a mi parecer son las más importantes. Seguramente en las demás asignaturas habrá otras tantas.

- Expresión escrita

¿Cómo saber si un estudiante redacta con claridad, coherencia, pertinencia, ortografía y correcta puntuación? La única forma es poniéndolos a redactar, sea una breve monografía, un argumento, un informe, un currículum, un pensamiento literario, etc. Lo siento por los esforzados y bien remunerados especialistas que elaboran la PAES, pero aquí no hay opción múltiple que valga.

Cierto que en la PAES 2015 incluyeron un ítem de redacción, pero dudo mucho que este haya sido calificado: pedían 3 párrafos para ver puntuación, ortografía y claridad de ideas, pero fueron 87,500 estudiantes. Dedicándole 5 minutos a revisar cada redacción, se necesitarían 175 docentes trabajando 8 horas diarias por una semana, solo para esa pregunta. Evidentemente, la pregunta fue simbólica.

- Expresión oral

En los programas de Lenguaje y Literatura hay muchísimos contenidos y actividades orientados a desarrollar la expresión oral: desde la exposición, el debate, la entrevista y la disertación, hasta experiencias escénicas como la declamación y el montaje de obras teatrales, sin olvidar las incipientes producciones radiofónicas y videográficas. Obviamente, esto no cabe en una PAES como la nuestra.

- Comprensión lectora

Aunque muchos ítems de la PAES pueden responderse correctamente por deducción lógica (lo cual implica un buen nivel de comprensión lectora), esta prueba no evalúa la capacidad de un estudiante para comprender la idea o tesis central de un texto de cierta extensión (por ejemplo, un artículo de opinión, un texto literario narrativo o un libro), menos aún los argumentos en que se apoya el autor o las propuestas que sostiene.

- Creatividad

Uno de los ejes importantes de Lenguaje y Literatura es el descubrimiento y desarrollo de la propia creatividad, animando a los y las jóvenes a intentar expresarse a través de los diversos géneros literarios (prosa, poesía, drama, ensayo, narrativa, testimonio, etc.). Nada de esto está en la PAES.

- Gusto por las artes

Si algún éxito tendría que atribuírsele a un/a docente de Lenguaje y Literatura es, precisamente, haber despertado y cultivado en sus estudiantes el gusto por las artes, formando en ellos/as hábitos de lectura de obras literarias, así como actitudes receptivas como público frente a obras teatrales, musicales, cinematográficas, plásticas y de otra índole. No me imagino una prueba de opción múltiple que pueda medir esto.

¿Y entonces...?

Pese a lo anterior, no hay que despreciar del todo la PAES. La nota obtenida es un indicador de conocimiento de ciertos contenidos susceptibles de ser evaluados en ese formato, pero ojo: no lo es todo ni tampoco lo fundamental.


Posdata: me acomete un presentimiento aterrador (o conclusión intuitiva): si a las cinco habilidades aquí mencionadas nos atuviésemos, quizá los resultados numéricos serían aún peores que los actuales, ya de por sí magros (promedio nacional 5.41)… porque en la Guanaxia redactamos con las de batir lodo, confundimos ladridos con discursos y argumentos, todo lo que exceda a un párrafo nos parece demasiado complicado, preferimos plagiar y “versionar” antes que crear, y las artes nos las pasamos por donde ya saben.


viernes, 7 de octubre de 2016

PAES de figuras políticas

En aras de la educación política de las nuevas y viejas generaciones de la Guanaxia Irredenta, déjoles aquí esta mini PAES sobre prominentes figuras que nos lideran. Anímese a hacerla y compartirla. Si saca un diezón loco, puede pedir puesto de analista en alguno de los muchos programas televisivos y radiofónicos que pululan por estos contornos

CLIC EN LA IMAGEN PARA VER PDF

jueves, 29 de septiembre de 2016

En la Capitanía General

Hace unos días estuvimos en Ciudad de Guatemala con un grupo de trece jóvenes (diez artistas escénicos y tres músicos), en la segunda edición del encuentro artístico de colegios jesuitas centroamericanos Tejiendo Redes Ignacianas. Al frente del grupo fuimos el infrascrito y dos colegas.

Uno se alegra de ver el entusiasmo estudiantil por las artes (y obviamente por el viaje y las atenciones recibidas), pero más allá de la algarabía circunstancial, creo importante destacar la labor creativa realizada, pues los entremeses teatrales y minimonólogos fueron elaboraciones originales de los propios alumnos y alumnas, quienes lograron conectar con el público. Los músicos también tuvieron su cuota de mérito al interpretar un par de canciones de Balada Poética.

Apartando la tentación de colgarse medallas, lo cierto es que uno como maestro (sea yo, aquel u otro/a) lo que hace es acompañar la preparación, poner a disposición su experiencia y recomendar esto o lo otro… pero a la hora de la verdad todo queda en manos del discípulo/a, siendo suyos sus merecimientos.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Con criterio moral bayunco

Los Eclámpticos” fueron un grupo de música satírica, formado por cinco galenos y un abogado inspirados en algunas piezas humorísticas de Les Luthiers (esos maravillosos argentinos a quienes con más frecuencia de la esperada acabaron parafraseando).

Musicalmente, los hilarantes doctores locales eran bastante básicos y tampoco construían novedosos instrumentos. Sus piezas eran casi todas al unísono, con pocas armonías vocales, y acomodaban la métrica de las letras al ritmo casi a martillazos; sin embargo, con eso les bastó para tener su cuota de éxito en la Guanaxia Irredenta, especialmente con la horrorosa pieza “El corrido de la cama” (cuyo remix a cargo de “Los Cocodrilos” se dejó escuchar hace no mucho).

Con todo, hay que reconocer que tuvieron dos o tres ideas ingeniosas y hasta divertidas.

Su primera canción famosa fue la “Samba não sai”, y he aquí el motivo de esta entrada.


La historia de la canción es que Ludwing van Chichelmilsup, un ficticio compositor (versión tercermundista de Johann Sebastan Mastropiero), quiere hacer una samba, pese a no haber viajado nunca ni conocer las peculiaridades o motivaciones de este género.

Las estrofas se repiten monótonamente una a una, contando fracaso tras fracaso hasta que, al final y en un acto desesperado, el protagonista menciona la posibilidad inminente de compensar su frustración con medidas extremas.

El caso es que en la versión en vivo de esta pieza (que tuve oportunidad de escuchar en el Aula Magna IV de la UCA, en los años ochenta), la estrofa en cuestión decía así:

♫ Pienso que para más tarde
tendré lista mi bella sambinha.
Si no lo hago pronto, yo me suicido
o me masturbo hasta quedar sin sentido.

Seguramente alguien (el asesor de imagen o el productor del disco) pensó, con cierta razón, que esta letra no pasaría la censura radial, así que modificaron el último verso, el cual quedó de la siguiente manera:

♫ ... o huelo pega hasta quedar sin sentido.

Resultó entonces que no podía lanzarse al aire una broma sobre la masturbación, que es una actividad inocua, pero sí se pudo hacer con el acto de oler pegamento de zapatos, que es una actividad adictiva terriblemente perjudicial para la salud.

En este enlace al Portal Las Drogas pueden ver los devastadores efectos que provocan este tipo de inhalantes, daños progresivos y e irreversibles que destruyen vidas.

La "corrección" de la letra fue hecha usando un criterio moral entre ignorante, bayunco y ridículo... porque broma intencional no creo que haya sido.

sábado, 17 de septiembre de 2016

La genitalidad en la lengua guanaca

Temas salvadoreños es un libro del maestro y académico Rafael Rodríguez Díaz, recopilación de ensayos que fueron publicados en la revista Taller de Letras, de la UCA, en la década de los ochentas. Me permito aquí reproducir uno de esos textos (con el permiso del autor, obtenido en una plática informal hace un par de años). Merece atenta lectura y reflexión.


LA GENITALIDAD EN LA METAFÍSICA DEL SALVADOREÑO ACTUAL

© Rafael Rodríguez Díaz
Publicado en Temas Salvadoreños
(UCA Editores, San Salvador, 1992).

Con este trabajo se pretende continuar en la línea de reflexión acerca de la idiosincrasia del salvadoreño actual, en el entendido de que, a través de la exploración de los distintos ámbitos en que esa peculiaridad nacional se está manifestando, es como mejor podemos aproximarnos a la complejidad del fenómeno.

En esta ocasión se examinará el campo de ciertas expresiones idiomáticas catalogadas como soeces o vulgares. Antecedentes tenemos, entre otros, el capítulo dedicado por Octavio Paz en El laberinto de la soledad a la “filosofía” de la “chingada” con sus múltiples variantes, y las referencias al mismo tema que aparecen en La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.

Tanto Paz como Fuentes insisten en que, detrás de expresiones como “chingar a alguien” o “dejarse chingar por alguno”, está en juego una concepción acerca de la imposición y del poder sociales, íntimamente vinculada a lo sexual. “Chingar a alguien” se refiere tanto a someter a una persona, dañarla, como a penetrarla sexualmente por la fuerza.

Pues bien, la serie de expresiones que examinaremos giran en tomo a “verga” y a sus múltiples derivados. Y, aunque parezca un tanto crudo y chocante (porque suena a la picaresca de un Quevedo haciendo una apología a los distintos tipos de “culos”, o de un Roque Dalton recopilando todos los apodos que se les daban en su tiempo a las “putas”), el título que mejor cuadraría a este artículo sería “La metafísica de la verga para el salvadoreño actual”.

Las palabras que tomaremos como punto de partida son definidas así por el diccionario Larousse:

Verga: palo colocado horizontalmente en un mástil y que sirve para sostener la vela.

Vergajo: ligamento cervical del toro que, seco y retorcido, se usa algunas veces como látigo.

Es clara la similitud que existe entre esos dos objetos anteriormente descritos y el falo o miembro sexual masculino, y la utilización del sentido figurado “verga” o “vergajo” por miembro sexual masculino debió haber entrado ya con los españoles que vinieron a América.

Sin embargo, ha sido en el medio americano y muy en concreto en El Salvador donde expresiones que tienen que ver con “verga” han pasado a ser no sólo palabras “comodines” (como “volado” o “cosa”, que sirven para designar lo que sea cuando uno no se acuerda en el momento del nombre verdadero) sino que, incluso, se han convertido en expresiones claves para definir con bastante exactitud cierto tipo de situaciones en que se debate la existencia del salvadoreño actual. De ahí el afán por hablar de verdadera “metafísica” expresada a través de giros o palabras que tengan que ver con “la verga”.

Antes de continuar, hay que hacer la siguiente advertencia: en principio, “verga” y sus derivados son expresiones sumamente bajas y soeces; sin embargo, su uso cada vez más generalizado entre sectores medios y “cultos” ha derivado en una trivialización de ese uso; incluso podríamos hablar de que por momentos puede resultar familiar y hasta simpático. Es lo mismo que ocurre con “hijo de puta” o “cabrón”: dependiendo del tono, del énfasis que se les dé, o del ambiente en que se emitan, estas expresiones pueden connotar cariño y admiración (“¡Mirá qué cabrón es este...!”, “¡qui’jueputa sos...!”) o espetarse como francamente ofensivas y retadoras (“¡Párese ahí, cabrón...!”, “¡Usted es un hijo de la gran puta!”). Una misma expresión (“vale verga”, por ejemplo) puede adquirir matices diferentes según como se diga, ser soez y grosera, o familiar y simpática, según el tono y el ambiente.

En siete capítulos agruparemos las expresiones que tienen que ver con “verga”. Partimos de que "la verga” es el órgano masculino. Para los salvadoreños no cuenta ya el sentido originario del término (“palo horizontal en el mástil para sostener la vela”). El sentido “originario” salvadoreño es el sexual y de él van derivando los otros sentidos.

1. Echar verga

“Echar verga” equivale a trabajar con tesón, sacrificarse, esforzarse (en los estudios o en la profesión u oficio que se tenga) para lograr lo que uno se ha propuesto. “El salvadoreño es un echador de verga” es una expresión pariente de aquellas otras consabidas: “el salvadoreño es el mejor artesano del mundo” o “es el judío de Centroamérica”. Todas ellas hacen referencia a una supuesta cualidad del salvadoreño, según la cual este es alguien que le hace frente a todo, con tal de salir adelante.

En realidad esta atribución es, en gran medida, un mito; porque esa movilidad y ajetreo, esa habilidad para hacer cosas, o ese rebuscarse para los negocios se quedan como respuesta inmediata a una crasa necesidad de sobrevivencia. Son actividades que parecen conllevar iniciativa y creatividad; pero que, en última instancia, hacen referencia más bien a un sobreactivismo y a un esfuerzo del momento, algo no sistemático ni continuado, de manera que si proliferan los salvadoreños que hacen muchas cosas y se mueven de un lado para otro (“los hacelotodo” de Dalton) eso no es indicador de qua estamos ante trabajadores cualificados o especialistas en algo, sino todo lo contrario.

Así, pues, “echar verga” o “echador de verga” pueden aludir a un trabajo responsable y aun creativo, pero, dado el contexto económico y social de El Salvador actual, apuntan a un tipo de actividad que se culmina en sí misma: una suerte de trabajo por el trabajo mismo, perdiendo de vista el objetivo o el producto de ese trabajo. Un sobreactivismo de hormiga que se convierte en otra de tantas formas de escapismo: moviéndose constantemente no queda tiempo para detenerse a pensar y a reflexionar sobre la propia situación o sobre la problemática del país.

En su faceta “positiva”, “echar verga” sería algo así como ir con el miembro viril por delante, abriéndose camino agresivamente, utilizando el falo como un machete con el que se va desbrozando el camino. Pero en su faceta negativa, resultante de la contextualización (el trabajo es, en general, enajenante para el salvadoreño), “echar verga” y “echador de verga” devienen expresiones sarcásticas y dolorosamente contestatarias (aunque sea a un nivel inconsciente). “El salvadoreño es un echador de verga” apunta a una persona que trabaja hasta reventar, pero cuya actividad laboral no lo dignifica sino que, eventualmente, lo humilla. Es como si anduviera en público exponiéndose al ridículo al mostrar su miembro viril como si fuera un acial al que nadie le tiene respeto ni miedo.

2. Ponerse a verga

“Ponerse a verga” hace referencia a beber licor, pero no de cualquier manera. No es solo “echarse unos tragos” o “unos tapis”: es beber hasta emborracharse, hasta perder la conciencia y la cordura, de manera que en una situación así pueden darse los mayores excesos: alguien pacífico se convierte de pronto en una fiera, en una persona extremadamente violenta; o aquel otro, ordinariamente tan frío y tan seguro de sí, se torna sentimental hasta las lágrimas (algo que un hombre o un macho no se lo permitiría por nada del mundo en su sano juicio).

“Se puso una gran verga” expresa la situación límite a que llegó una persona en un momento dado, debido a que no fue capaz de controlar la cantidad de licor que consumió. Los abrazos, las lágrimas, las palabras ofensivas y aun la trifulca serían sólo hechos concomitantes, resultantes lógicos de esta pérdida del autocontrol. Comienza uno por “echarse un par de vergazos” (tragos de licor) y termina en ese estado lamentable.

Pero también se puede uno “poner a verga" de tanto estudiar, ver televisión o incluso trabajar. En este sentido, la expresión connota mareo, hastío o, en todo caso, estar poseído por una especie de vaporosidad parecida a la semiinconsciencia o inconsciencia completa que produce el licor.

“Ponerse a verga” hace referencia, pues, fundamentalmente a otra de las formas de evasión que tiene el salvadoreño, en cuanto que este se entrega a cualquier forma de sueño báquico. Porque se bebe para olvidar... penas de amor, penurias económicas, frustraciones laborales, fracasos deportivos... Se bebe para olvidar que se vive en esta perra vida.

Y aquí es donde podemos hacer la aplicación gruesa a la realidad del salvadoreño actual. A este “lo han puesto a verga” la televisión, la propaganda oficial y sus mentiras de sociedades ideales, las religiones y sus falacias de paraísos místicos. En general, al salvadoreño “lo tienen a verga” los medios de comunicación masiva. El salvadoreño medio es un permanente alcoholizado, bolo, porque es incapaz de ver con claridad los contornos de la mentira social y económica que tiene delante. Lo más triste de todo es que se encuentra en medio de un círculo vicioso: una especie de posesión diabólica o encantamiento lo mantienen dando vueltas en redondo hasta caer exhausto. Porque incluso su descontento real ante la crisis económica, social y moral de la que él es una víctima más o menos directa, lo relanza a la búsqueda de otros medios de “ponerse a verga”, todo con tal de no afrontar la “cruda” realidad de injusticia y opresión de la que él es responsable y víctima a la vez.

Romper el conjuro, librarse de esa “curación”, de “estar a verga", supondría para el salvadoreño algo parecido a un proceso de desintoxicación, una desalcoholización que le permitiría acceder a un estado de verdadera sobriedad y lucidez de conciencia, estado necesario para adoptar actitudes responsables y socialmente comprometidas con los cambios. Por ahora, esto es una ilusión: el salvadoreño prefiere seguir flotando entre nubosidades tóxicas, prefiere los fantasmas y los ídolos de su enajenación. Ya se le hicieron más que imprescindibles y necesarias las sombras engañosas que desfilan ante él, gracias a ese su permanente estado de ebriedad existencial.

3. Sentirse de a verga

“Sentirse de a verga” hace referencia a un bienestar físico y aun espiritual, resultante con frecuencia del éxito logrado en los negocios, en el trabajo o en el amor. Si “ponerse a verga” remitía a una condición más bien objetiva, a un estado por todos visible, el “sentirse de a verga” remite a un ámbito más que todo subjetivo, interior. Los dos estados pueden estar interrelacionados, aunque no necesariamente. El que “se pone a verga” puede “sentirse de a verga”, pero no a la inversa: el que se “siente de a verga” puede estar así por razones que ya señalábamos antes, y no necesariamente porque haya ingerido alcohol (o consumido alguna droga).

En el caso de esta expresión (como en el caso de la expresión anterior, “ponerse a verga”), la connotación sexual no es evidente, más bien “verga” tiene aquí un carácter enfático e hiperbólico. Es tan extremoso o tan excesivo lo que se ha hecho o se ha experimentado que el término “verga” se utiliza en lugar de otros equivalentes, igualmente enfáticos, como “lo máximo”, “excelente”, “chivísimo”, etc.; es decir, significando “en grado sumo”. Así, pues, “ponerse a verga” vendría a significar “se puso borracho hasta el máximo grado posible”, “se traspasaron los límites y se cayó en el exceso”. “Sentirse de a verga” equivaldría a sentirse tan bien como si se estuviera bogando entre nubes, acariciado por angelitas sonrosadas tocando la lira y bailando.

En esta línea de expresiones meramente enfáticas estarían también otros ejemplos: “vergo”, “vergazo”, “vergacito”, “vergón”. “Vergo de gente” o “vergo de dinero” equivalen a muchísima gente y a una gran cantidad de dinero. “Vergazo”, palabra comodín que en una línea puramente enfática significa lo mismo que la anterior: muchísimo (así se puede decir: “había un vergazo de papeles”). “Vergacito” equivale a poquito, pero en sentido más bien irónico: “Me cayó un vergacito de agua (de lluvia)”. “Vergón” es otra de las palabras comodines, esta tiene al menos tres significados diferentes. En el aspecto enfático equivale a “muy bueno” o “buenísimo”: “Este dibujo está vergón”. También se podría decir: “Me siento bien vergón”, significando lo mismo que “me siento bien de a verga”.

4. Dar verga

“Dar verga” equivale a pegarle a alguien una paliza, hasta el punto de dejarlo irreconocible o medio muerto. Afines a esta expresión corren otras: “darse verga” o “montarle verga” a alguien. También está el verbo “verguear” y los sustantivos y adjetivos que se le derivan: “vergueador” y “quedar bien vergueado”, según se haya tenido un papel activo o pasivo en la contienda (que pudo ser incluso deportiva y aun académica). “Vergueado” también puede hacer referencia a “rápido”, “apresurado” (“Fulano iba bien vergueado porque lo iban siguiendo”). “Vergueada equivale a “paliza”, también nombrada como “talegueada”, etc.

La connotación más importante de “darse verga” o “dar verga” apunta hacia una actividad o hecho violento en el que se pretendió no sólo vencer al contrario sino también humillarlo, aniquilarlo físicamente si hubiera sido posible. Al rival se le ha hecho morder el polvo y, en este sentido, esta serie de expresiones retoman el cariz sexual de la expresión primera (“echar verga”). El que “da verga” o el que “se da verga” con otro pretende adoptar una posición dominante, parecida a la del varón respecto a la hembra en el acto sexual. El que logró dominar a su contrario -el “vergueador”- actuó como si hubiera utilizado el falo como una fusta o un vergajo; se connota, pues, tanto el dominio sexual como el castigo físico humillante porque es parecido al que se les da a las bestias y a las mujeres.

5. A pura verga.

“A pura verga” sería una variante de la anterior, aunque también presenta algún matiz que la convierte hasta cierto punto en una expresión independiente. “A pura verga” o “a la pura verga” equivalen a “a la fuerza”. La connotación sexual es predominante aquí: se le obligará a alguien a aceptar o a hacer algo de forma parecida a como se introduce a veces el pene en la mujer: sin que ella lo consienta del todo o incluso aunque abiertamente se oponga.

“Vergazo” en una de sus acepciones tiene que ver con estos hechos violentos. “Darle un buen vergazo” a alguien equivale a propinarle un buen golpe. O “se dio un gran vergazo” significa que tuvo, por ejemplo, una fuerte caída o que sufrió una impresión muy fuerte o una tremenda decepción. “Vergaceo”, por su parte, significaría “riña callejera” o “enfrentamiento” entre guerrilleros y soldados. “No voy ni a verga” puede significar: “no voy ni aunque esté tan borracho que no sepa lo que hago”, “no voy ni aunque me den una paliza”.

Parientes de esas expresiones hay otras que no mencionan directamente a la verga pero que tienen las mismas connotaciones: “meterle a uno la yuca” equivale a que se metió en un grave problema; “eso está bien yuca”, por “está muy difícil”. O “¡qué yuca!” por “¡qué barbaridad!”.

6. Valer verga

“Valer verga” es una expresión que remite a una actitud de displicencia o de desentendimiento con respecto a un hecho o persona indeseados. “Me vale verga...” es la variante más usada: equivale a “me importa muy poco”. “Me cae en la mera verga” significaría: “me cae extremadamente mal”; “tenerlo en la punta de la verga” es darle a algo o a alguien la mínima importancia. También existen otras variantes de tinte irónico: “¡qué de a verga!” o “¡qué vergón!” equivalen a “¡qué bien: vos bien cómodo y yo bien jodidol”, por ejemplo. También la expresión “¡verga!” puede adquirir un tinte irónico o burlesco, al mismo tiempo que indicar una negación terminante: “¡verga!” o “en esos términos, ¡no!”. “Ese chamaco... vale verga” significa: “ese tipo no es de fiar” o “con ese chero no se puede contar”.

“Valió verga...” va a constituirse para el salvadoreño en una auténtica máxima filosófica, porque ahí están retratadas tanto la grandeza como la pequeñez del salvadoreño actual. En el “valió verga”, la masa mezquina y mediocre proclama a los cuatro vientos su desinterés cínico ante la tragedia que se está viviendo en el país. Y el “valeverguista” sería el prototipo de ese salvadoreño que ha puesto su beneficio y bienestar por sobre todo lo demás. “¡Me pela la verga!” es la expresión que más claramente pone de manifiesto esta cínica actitud. “Por mí, este país se puede hundir con tal de que no me afecte directamente”, sería la traducción en buen cristiano de la filosofía de estos salvadoreños “valeverguistas”.

Los “valeverguistas” son los que se las arreglan para salir siempre bien parados, esté quien esté en el gobierno; o son los que tratan de sacar máximo provecho, poniendo ellos el mínimo esfuerzo: “Vale verga si lo que estoy haciendo puede catalogarse como corrupción, como genocidio o como lucrar con el dolor y la sangre ajenos…” Y de estos tales, como zancudos, está plagado El Salvador.

Sin embargo, hay también un “valió verga” emitido en un ambiente humano y con un alcance totalmente distinto al anterior. Es aquel “valió verga” que se ha tragado todo un cargamento de dolor, derivado tal vez de un hecho trágico (la muerte de familiares o la pérdida de las posesiones) pero que, en vez de explotar como venganza o hundirse en la resignación y la pasividad, se lanza adelante con más fuerza que antes. “Valió verga…” es, entonces, un escudo protector, un arma defensiva para recibir los embates de un dolor o terror paralizantes.

Este “valió verga...” no niega lo oscuro o lo desgarrador que puede haber en lo que acaba de pasar, no disimula los errores y las metidas de pata que pudieron haber causado aquel doloroso fracaso, pero no absolutiza la desgarradura ni el fracaso hasta hacerlos derivar en una autocompasión lacrimosa y paralizante. Este “valió verga...” es un melancólico pero también sabio puente para seguir asaltando el campo enemigo, ese enemigo que se empeña en mantener estructuras injustas y entristecedoras para las mayorías depauperadas de El Salvador.

“Vale verga” (o el menos conocido “¡vergueta!”) encierran ese doliente humor picaresco que han ido acumulando los sectores más conscientes y aguerridos de este país, reserva de valentía y de coraje que no se arredra ya ante nada. “Más de lo que hemos sufrido... es ya difícil que podamos sufrir. Más profundo de lo que hemos descendido en este hoyo de miseria y de terror, ya no es posible descender. Porque hemos probado hasta lo más hondo y bajo los chingastes de la amargura y de la miseria... Vale verga... ahora nos toca seguir adelante, de ahora en adelante ya no queda sino subir”.

7. Ser la mera verga

“Ser la mera verga” es la expresión culminante de esta metafísica genitalizada del salvadoreño actual. Las variantes abundan: “sos la mera verga parada” o “fulano es la verga pelada”. Aquí confluyen lo enfático y lo sexual como connotaciones evidentes. Para concentrar el máximo de admiración que se tiene hacia otra persona (incluso del sexo femenino) se la identifica con el miembro masculino y, con frecuencia, en estado eréctil. De alguna manera, el personaje al que admira el salvadoreño es el que se caracteriza por una especie de potencia sexual.

Es lo mismo que connota la expresión “Fulanito es vergón”. “Vergón”, en otra de sus variantes, hace referencia a la persona (hombre, se sobreentiende casi en todos los casos) dotada de cualidades que la hacen tener éxito en la vida: decisión, firmeza, sangre fría, “inteligencia”, agresividad, etc. Subliminalmente se impone la imagen del que tiene bien proporcionado el pene y funcionando a todo dar.

Según lo anterior, el salvadoreño es “vergón” porque (en la mitología popular, connivente casi punto por punto con la mixtificación oficial) es, entre los centroamericanos, el que ha demostrado que no se amilana ante nada y domina los problemas o a los enemigos (en un tiempo, los hondureños; ahora, los comunistas) “como si domeñara a una hembra… con su pene por delante”.

Sin embargo, todos esos desplantes de hombría se quedan en meras palabras o en meras bravuconadas sin consecuencias reales. Porque la realidad sigue tan fiera y cruel, cobrando su tributo de sangre y de muerte entre hombres, mujeres y niños por igual. “El salvadoreño es un vergonazo” es, pues, una expresión muy ambigua: puede recoger todo ese tesón e imbatibilidad que, ciertamente, existe en sectores de la población. Pero también, con harta frecuencia, está expresando ese gigantesco autoengaño en que yacen sumidas amplias masas en El Salvador.

Y si todas las expresiones que giran en torno a “verga” reflejan, ante todo, los vicios y deformaciones de la sociedad salvadoreña del presente, estas últimas (“ser la mera verga” o “ser vergón”) parecen reflejarlos en grado superlativo. Una sociedad injusta, represora, se define a sí misma a través de esas expresiones como machista y marcadamente genitalizada. Parodiando un poco podríamos decir que la máxima aspiración existencial, metafísica, del salvadoreño es convertirse y ser un inmenso pene.

Porque esta sociedad de frustrados ha levantado como mítica compensación un culto fálico. Ha hecho del pene un fetiche, un inmenso poste totémico. No es por casualidad que al falo se le den tantísimos nombres: verga, mona, pija, chorcha, pinga, pico, yuca, animala, masacuata, cosa, paloma, etc. El lenguaje del salvadoreño consagra al pene como si fuera un eje cósmico, un axis mundi a partir del cual todo adquiriera sentido y se ubicara en el espacio, en el tiempo y en la historia.

El salvadoreño actual saca a luz su enanismo existencial precisamente a través de ese recurrente culto fálico. Y si hay un objeto que ponga más en evidencia la falacia de todo ese tinglado, es precisamente la famosa y nunca bien ponderada Torre Democracia, obra genial por lo simbólica del insigne arquitecto Jiménez Castillo. La Torre Democracia se levanta en el horizonte como un inmenso pene, lustroso y brillante, para ser admirado desde todos los rincones de la capital. Sin embargo, la práctica ha demostrado “que no sirvió para nada” (“se fue en blanco”, acotaría una expresión grosera y soez). Por eso se está desmoronando, como carcomida por esa tremenda sífilis social y económica en que yace sumido el país.

Con todo, a través de esas mismas expresiones que giran en torno a “verga” se cuelan tonos contestatarios, ironías que anuncian el hastío y el deseo de que vengan tiempos mejores. También -para quienes tienen otra actitud ante la vida, porque están descontentos y han renunciado a identificarse con aquel estado de deformidad existencial- las expresiones que giran en torno a “verga” pueden llegar a convertirse en puras palabras, en meros referentes culturales o instrumentos comunicativos a los cuales, sin embargo, se les logra rescatar toda esa carga emotiva y expresiva, misma que es patrimonio cultural de todo un pueblo y que, en definitiva, es prueba y garantía de su potencialidad creativa.

En otras palabras: toda esa constelación de expresiones que giran en torno a “verga” pueden interpretarse antropológicamente como manifestación directa del estado de retraso psicosocial de un colectivo, o también -paradójicamente- como manifestación de su explosiva aunque reprimida creatividad.

Expliquemos tamaña paradoja.

Ese culto al falo (que hemos visto es algo omnipresente entre los salvadoreños y que tiene incluso su emblema arquitectónico en la Torre Democracia) es un claro indicador de su enanismo existencial, como ya explicábamos. Abundando un poco más sobre este tópico, podríamos añadir que el salvadoreño se comporta en muchos aspectos como si fuera un niño, pero un niño deforme porque tiene un falo enorme. El falo es su bastón, su arma, pero sobre todo su juguete: juega con las palabras que giran en tomo a “verga” como si jugara su pene con las manos. La vida en El Salvador es “excitante” porque “es pura verga” o porque “es de a verga”.

Sin embargo, todo se queda casi siempre en una bravuconada. El manoseo derivó en una excitación, pero una excitación que no condujo a nada productivo; se culminó en ella misma, se quedó en una soberana masturbación. Y este machismo adobado con el culto al falo es de la misma especie del que se retrata en Cien años de Soledad. Ahí, todo aquel semen derramado por los priápicos Buendía no fue capaz de procrear una descendencia sana: todo acabó con el niño con cola de cerdo que terminó siendo devorado por las hormigas.

Es el mismo simbolismo escatológico que puede aplicarse, punto por punto, al “niño monstruo” que es el salvadoreño actual, en cuanto engendrado y amamantado por una sociedad o matriz deformadora, paridora de monstruos, para ser más exactos.

Sin embargo, en medio de esos signos de orfandad y muerte existenciales, se cuelan arrestos de vida y de resurrección. Ya sólo el hecho de la constelación o multivariedad de expresiones en torno a “verga” es síntoma de creatividad. La mente, las palabras y los gestos se han agilizado con tal de apresar los distintos matices en que se debate la existencia humana. Ocurriría más o menos lo mismo respecto del lenguaje esquimal: en este idioma, a lo que nosotros llamamos “nieve” se le conoce y se le nombra de noventa maneras diferentes, según esté dura o blanda, según la tonalidad que le dé el sol, etc.

En suma: una sociedad catalogada como primitiva y atrasada resulta ser sumamente compleja y refinada en un aspecto tan importante como es el lenguaje.

El salvadoreño es deforme -podríamos decir, ya desde otra perspectiva- porque se ha visto obligado a madurar sin haber gozado verdaderamente de su etapa de niño. En El Salvador, los niños que viven sobre todo en zonas de guerra tienen incluso responsabilidades más graves que los adultos. Hay muchachos en las filas del ejército y de la guerrilla que prácticamente se han terminado de criar en medio del combate. Los jóvenes estudiantes que deciden concientizarse adquieren una madurez y una profundidad reflexivas que antes sólo las adquirían los verdaderos adultos, en contadas ocasiones.

No nos extrañemos, entonces, que nuestra sociedad añore tanto los juegos de niños (los programas televisivos) y se comporte tantas veces como un niño. Ya sea porque los adultos no evolucionaron suficientemente y no accedieron a la madurez, quedándose como niños grandotes y deformes, o porque los niños fueron exigidos por las circunstancias a manejarse como adultos, lo cierto es que la sociedad salvadoreña expresa en su lenguaje genitalizado todo el dramatismo de su situación. Los “valeverguistas” reflejan en las expresiones que tienen que ver con “verga” su deformación condenada a la muerte y al acabamiento infecundo; en definitiva, el lenguaje de los “valeverguistas” pone a las claras la situación de castrados de sus usuarios. Ellos están así y son así gracias a esta sociedad machista que los está pariendo: sociedad sin salida, sin verdaderos hijos, condenada a la extinción.

Por el contrario, en expresiones que giran en tomo a “verga”, el salvadoreño verdaderamente “vergonazo” o “vergonísimo” muestra su disposición a transformar la sociedad y los valores tergiversados que se transparentan en un lenguaje machista. Transformar, por ejemplo y entre otras cosas, esa visión de la mujer como objeto o como bestia a la que se puede forzar o a la que, en el mejor de los casos, se debe amansar.

El lenguaje es un vehículo expresivo que también puede transformar y que debe ser transformado desde su raíz. Por ahora, las expresiones que giran en torno a torno a “verga” (el pene) son canales que ponen al descubierto tanto actitudes conformistas y conniventes con status quo, como actitudes contestatarias y revolucionarias. Puede que llegue algún día en que se descarten aquellas expresiones: cuando la sociedad se oriente por otros rumbos. Esperamos que ese día no esté muy lejano.

San Salvador, 3 de agosto de 1991.


sábado, 10 de septiembre de 2016

Peleando con el apellido

En el ejercicio cotidiano de la docencia, muchas veces uno recibe la protesta (desde moderada hasta bastante airada) de estudiantes, molestos porque se les llame por sus apellidos así como están registrados en la lista de clase.

Algunos chicos y chicas creen que uno lo hace por fastidiar, pero no hay nada de eso: simplemente se basa en los documentos oficiales que acreditan su identidad.

Dejando aparte gustos y preferencias, prestigio social o eufonía, la gran mayoría de casos revelan un conflicto emotivo no resuelto con la figura paterna y su apellido, por situaciones familiares que pueden ir desde la separación de sus progenitores (aunque sea en términos relativamente amistosos) hasta el abandono de quienes nunca mostraron interés por ocuparse de su hijo/a o simplemente no quieren saber nada de ellos.

El punto de fondo es que una persona puede divorciarse de su pareja, pero no puede “divorciarse” de sus hijos/as, y esto debería estar claro. La realidad, lamentablemente, es otra, y al final muchas parejas separadas acaban heredando a sus hijos/as sus batallas personales, con resultados emocionalmente desastrosos.

Ahora bien: aunque uno pueda entender todo lo anterior, no puede remediarlo al momento de pasar lista y nombrarlos.

El artículo 14 de la Ley del Nombre de la Persona Natural, vigente desde 1990, establece lo siguiente:

Los hijos nacidos de matrimonio así como los reconocidos por el padre, llevarán el primer apellido de éste, seguido del primer apellido de la madre.

Con esta ley, los apellidos de estos chicos y chicas en conflicto no se pueden cambiar, salvo que sean adoptados legalmente.

Y si al llegar a la mayoría de edad, esta persona decidiera invertir el orden de sus apellidos o anular alguno, esto le valdría nada más para ser “conocida como”, pero conservaría el original en todo documento y trámite oficial.

Alegando razones de discriminación sexista, una ciudadana salvadoreña presentó un recurso de inconstitucionalidad contra este artículo, solicitando que el orden de los apellidos de la persona fuera de libre elección, pero la Sala de lo Constitucional rechazó la petición en 2015.

No tengo conocimiento de que esté en la agenda legislativa alguna reforma de ley, orientada a permitir que alguien erradique de sí uno de sus apellidos, en casos tales como abandono, grave conflicto familiar o desinterés manifiesto del padre.

Hay otros países que han flexibilizado o modernizado su legislación al respecto, pero el nuestro no.

Así pues, los chicos y chicas que se encuentran en esta situación no tienen la culpa de todo lo anteriormente expuesto, pero sufren las consecuencias.

Ante tan difícil panorama, la mejor recomendación es que la actual familia converse con sus hijos e hijas, con madurez emocional y evitando en lo posible trasladarles resentimientos que no les pertenecen… o incluso si fuera el caso, hacerles ver que ese apellido indeseado es, a lo sumo, una palabra ante la cual pueden elegir no amargarse la existencia.



sábado, 3 de septiembre de 2016

El fútbol bien aprendido

Basándose en la experiencia de ineptitud generalizada de la dirigencia deportiva de la Guanaxia Irredenta (particularmente en el fútbol), la presente es una de esas entradas que seguramente nadie tomará en cuenta para llevarla a la práctica; sin embargo, es un aporte aunque sea imaginario.

La desgracia del fútbol nacional es patente y patética, siendo muchos los factores que han configurado un panorama de nula expectativa de éxitos deportivos a corto y mediano plazo.

Luego de la usual eliminación de todo torneo importante (especialmente el Mundial), llueven las mismas cantaletas. Una de ellas es la de “trabajar en las bases”, que no por estribillo deja de ser una exigencia justificada.

Aunque existen varias escuelas de fútbol (FESA la más importante), muy poco se habla de quiénes enseñan a jugar a los chicos. Y en ello está una parte fundamental del problema.

Nunca jugué fútbol, pero tuve por varios años experiencia competitiva y didáctica en otra disciplina: el ajedrez. A finales de los ochentas, leí varios libros y aprendí con dificultad algunos conceptos elementales, pero no fue sino hasta la transición del mileno que tuve conocimiento del método con que entrenadores cubanos venidos al país enseñaban el juego-ciencia.

Y allí estuvo la diferencia: el método.

Tengo la impresión que en las escuelas de fútbol existentes no hay personas capacitadas para enseñar correctamente los fundamentos del fútbol, tanto en su parte técnica como en lo didáctico. La motivación casi siempre es a base de puteadas para que jueguen “con huevos”, pero sin formar hábitos que permitan a los pequeños jugadores dominar el balón y levantar la vista al mismo tiempo, como tampoco dar un pase oportuno al pie del receptor, ni mucho menos colocar un centro medido o patear un córner; es decir, todos esos defectos visibles en la Liga Mayor, pero cuyo dominio básico tienen jugadores de tercera o cuarta división argentina o brasileña, que vienen aquí a ocupar puestos clave en los equipos de la LMF.

El punto no es solo tener escuelas y canteras, sino que se les enseñe con método y disciplina. Mas, por el momento, eso es pura utopía.

domingo, 21 de agosto de 2016

Esa pérdida

Además del fallecimiento de un ser querido, existen otro tipo de pérdidas que generan un proceso de duelo, ciertas muertes simbólicas que arrancan de nuestras vidas a personas con quienes compartimos afecto, confianza, amistad y experiencias.

Hoy quiero hablar de una de esas pérdidas, que necesito desahogar y superar.

Diré que fue un amigo, aunque este término me lo discuten personas cercanas. El concepto de amistad al que estamos acostumbrados en la cultura latinoamericana quizá explique este debate, porque entre varones es muy común la agresión constante como muestra de afecto. De ahí se pasa a la ridiculización e incluso el sabotaje, sin que lo percibas necesariamente como deslealtad, aunque como dicen Les Luthiers en su Iniciación a las artes marciales: “Si aquel que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal en la espalda… ¡debes desconfiar de su amistad!”

Y pese a todo, fue mi amigo.

La etapa en que más cercanos estuvimos fue alrededor de 2007, cuando acepté de buen grado ayudar en un proceso de renovación anímica que tenía objetivos muy claros. Fue difícil y a punto estuvimos de irnos a los golpes a causa de ciertos temas demasiado enquistados, pero pese a todo vi avances significativos. O eso creí, pues lo que en un momento pareció bien encaminado, fue tan efímero como unos cuantos meses.

De aquel tiempo no me quedó la sensación de total fracaso, sino la actitud de consolidar los avances logrados, pero (ahora lo sé) él no lo vio así.

Casi un lustro después, él se buscó un percance que nos sacudió fuertemente. Creo que allí es donde comenzó mi proceso de duelo: la negación. Nunca supe ni quise conocer los detalles específicos, pero la reacción general fue “no puede ser, debió tratarse de un malentendido”… y así lo asumimos.

A partir de entonces, nos vimos muy poco y nuestras conversaciones virtuales fueron disminuyendo.

Uno de los últimos episodios optimistas que recuerdo fue una segunda oportunidad que la vida le dio para borrar el perjuicio sufrido y redimirse… Y nos alegramos… Y se veía tan bien… Y parecía que lo estaba logrando. Pero las apariencias, las apariencias…

En ese tiempo, algo debió pasar en su ánimo que lo llevó a sumergirse en zonas demasiado oscuras… o quizá estaba allí desde antes, sin que me hubiera dado cuenta.

Hasta que hace muy, muy poco… supimos que se metió en un lío muy, muy serio. No conozco todos los detalles, porque la ley impone reserva; sin embargo, uno escucha rumores e historias que configurar un panorama desolador.

Así pues, no más negación: la pérdida es real.

Entonces, es cuando el enojo te invade. Te sientes engañado y en cierto modo traicionado. Descubres que conociste sólo una parte de esa persona, un ángulo mostrado a conveniencia. Luego recuerdas episodios aislados, atas cabos y te sientes como el lector de novela policiaca que se da cuenta del valor de las pistas solo hasta el final, cuando el narrador revela el enigma. Y como no puedes expresar frente al sujeto tu indignación (porque ya lo has perdido), buscas formas indirectas de descargarla, aunque sea comentando con personas cercanas que también saben del caso.

Luego, con la cólera aún instalada, caes en la cuenta de que en este proceso la fase de negociación es inexistente, como buscar o imaginar que se pueda revertir el daño mediante subterfugios, pactos imaginarios o esperanzas infundadas. En la situación actual, incluso si no se agravara más, el tipo está hundido.

Al momento de escribir estas líneas, todavía estoy en depresión.

Si es cierta la teoría de la estupidez, elaborada por Carlo María Cipolla, entonces aquel amigo fue un malvado, que dañó a otras personas para beneficiarse; pero ahora está en condición de estúpido, pues a fin de cuentas en tal destructivo afán también se perjudicó gravemente a sí mismo.

Todos llevamos a un Hyde dentro, pero es nuestra decisión tomar o no la pócima que lo libera.

Releo un texto de aquella época, 2007, y me remueve fuertes sentimientos. En ese entonces, se iniciaba un proceso prometedor y sentí que sí se iba a poder. Hoy veo que no y esa certeza me cae como hachazo en ayunas. Pareciera que ganó el mal y eso me entristece muchísimo.

Sé que no debo dejar sepultar mi ánimo. Un fracaso, una derrota, un dolor, aunque irremediable, no puede acabar con la esperanza que impulsa nuestros mejores esfuerzos cada día.

Así pues, espero que pronto venga la fase de aceptación… pues la vida continúa.

jueves, 11 de agosto de 2016

Control zeta

A propósito de un acontecimiento que me ha producido mucha tristeza, decepción y enojo, viene a mi mente una anécdota de principios del milenio, cuando circunstancialmente tuve ocasión de escuchar una explicación muy ocurrente, dada por cierto personaje que instruía a principiantes en computadoras, acerca del efecto producido por el atajo de teclado “Ctrl + Z”.

Como todos sabemos, pulsar la tecla “Ctrl” y luego (sin soltarla) añadir la tecla “z” produce el efecto de “deshacer” la acción inmediatamente anterior. Este atajo de teclado es prácticamente universal en los programas que corren sobre la plataforma Windows.

Pues bien, el tipo decía algo así a aquellos jovenzuelos/as:

“Control zeta” es “deshacer”, recuérdenlo bien. No es “borrar” solamente, es más que eso: es “deshacer”. Fíjese: con “control zeta”, lo que usted acaba de hacer en este instante, nunca ocurrió. Es retroceder completamente en el tiempo, al estado anterior en que estaba cuando decidió aplicar el “control zeta”.

Imagínense que en la vida misma existiera el “control zeta”, imagínense que ustedes hacen algo, lo que sea que no les guste o les pudiera traer problemas, pero justo un instante después aplican el “control zeta”… Qué alivio, ¿no?

Ahora bien: ¡imagínense cuántos de ustedes hoy no existirían, si sus padres hubieran tenido un “control zeta” a la mano!

(Risas estentóreas y algunas exclamaciones de “¡ay, no, qué grosero!”)

Pese a cierta crueldad, acaso reprochable desde un punto de vista ortodoxo, la analogía me pareció original (considerando la época) y muy divertida, aunque yo personalmente nunca la haya empleado.

Si hemos de ser honestos, no creo que haya alguien que pueda responder con un rotundo “no” a la pregunta de si le gustaría aplicar el “control zeta” a por lo menos un acontecimiento de su vida pasada, en caso de que fuera posible.

Pero la realidad es otra: en la vida no existe el “control zeta” y, de una u otra forma, de nuestros actos se derivan consecuencias. Podemos tratar de ocultar aquellos o de evadir estas; en el mejor de los casos quizá lleguemos a aceptar nuestros errores, arrepentirnos y hasta redimirnos… pero no podemos aplicar el “control zeta” para hacer que no ocurran actos ya consumados.

El hecho aludido al principio, que me produjo la reacción emocional ya descrita, es una de esas situaciones en que uno quisiera, por el bien de todas las personas afectadas, que los protagonistas pudieran aplicar el tan ansiado “control zeta”.

Pero como no se puede, solo queda lamentarse ante ese cuadro de destrucción vital que se contempla con impotencia… y acaso reflexionar con sabiduría (y agarrar pan para tu matata).

sábado, 6 de agosto de 2016

Una tercera vía... ¿imposible?

Tras 32 años de elecciones técnicamente libres, 7 presidentes constitucionales, un acuerdo de paz (desaprovechado para refundar la nación), 20 años de Arena y 7 del FMLN, es cada vez más extendida la sensación que la así llamada “clase política” salvadoreña no ha respondido a las expectativas de la población y, por el contrario, su principal propósito ha sido aprovecharse del poder para beneficios propios.

La victoria electoral de Mauricio Funes en 2009, bajo la bandera del FMLN, representó la esperanza del cambio luego de cuatro gobiernos de derecha (tres neoliberales y un populista), pero muy poco tardó el soberbio bachiller en desencantar expectativas, dejando al país más endeudado, sin levantar indicadores económicos y casi oficialmente sometido al dictado de grupos criminales organizados (vía nefasta “tregua”).

Pese a ello y por escaso margen, la población todavía le endosó un periodo más al partido “de izquierda”, con el excomandante guerrillero Sánchez Cerén al frente, en parte porque aún se resistía a renunciar a la esperanza y en parte porque el candidato adversario, Norman Quijano, representaba el retorno a un pasado todavía anterior a los Acuerdos de Paz.

No obstante los esfuerzos del actual gobierno por revertir el desastre en materia de seguridad pública que Funes dejó como legado, cada vez es más notoria la ineficiencia estatal para lidiar con temas económicos, políticos y fiscales; y sus funcionarios (tanto en el ejecutivo como en el legislativo) se han acomodado a las viejas prácticas de succión de recursos públicos para favorecerse, amparándose en la tradición, en la complicidad de las instituciones y en la aparente legalidad de las mismas.

Así pues, cada día crece la convicción de que Arena y FMLN son tan solo dos variantes del mismo fiasco (como los liberales y conservadores del universo garcíamarqueano, quienes solo se diferenciaban por la hora en la que iban a misa). Y los demás partidos (GANA, PCN y PDC) si acaso compiten en ineptitud y cinismo, aunque inexplicablemente siguen allí consumiendo recursos.

Así, a la par de esa progresiva decepción, aparecen preguntas cuya respuesta quizá sea demasiado dura:

¿Es posible una tercera vía política?

¿Puede haber en El Salvador un liderazgo con el suficiente recurso humano (y económico, que es esencial) como para posicionarse como alternativa real a los desgastados partidos tradicionales?

¿Tendría este hipotético movimiento ciudadano la fuerza suficiente para soportar los embates del statu quo, que lo atacaría a dos bandas al sentirse amenazado?

¿Podría esta tercera fuerza articular un ideario progresista coherente, viable y convincente para solucionar los grandes problemas del país?

¿Lograría esta tercera fuerza conectar con amplios sectores de una población poco educada y, en cambio, malacostumbrada al maniqueísmo, la descalificación, el insulto y el fanatismo como formas de hacer política?

viernes, 5 de agosto de 2016

De notoria honradez e instrucción

Desde hace algún tiempo en la Guanaxia Irredenta, se viene escuchando el clamor de muchas personas contra el bajo nivel académico de funcionarios de elección popular (alcaldes, diputados/as, presidentes), cuya ignorancia supina en ocasiones raya en lo grotesco.

Nuestra Constitución Política pide título universitario solamente a jueces y magistrados (que deben ser agobados), mientras que para diputados/as basta con tener cierta edad, estar en ejercicio de sus derechos ciudadanos y ser de “notoria honradez e instrucción” (art. 126 Cn.). Y para Presidente de la República y sus ministros, el requisito es similar: “moralidad e instrucción notorias” (arts. 151 y 160 Cn.).

El problema es que dichos preceptos constitucionales no están desarrollados en ninguna ley secundaria, por lo que en la práctica son inexistentes.

Este tuit representativo expresa dicha preocupación con bastante claridad.


Lo que parece estar de fondo es el paradigma del filósofo gobernante, formulado explícitamente por Platón en La República, pero también compartido por muchas otras culturas tan antiguas como la humanidad misma.

Cabe recordar que la filosofía en la antigüedad griega comprendía todos los saberes humanos, incluida la ciencia y no solo las humanidades. El planteamiento platónico es que el gobernante, merced a un cuidadoso proceso educativo, llegue a conocer la verdad y el bien, para así guiar a su pueblo a un estado de felicidad.

En similares términos se expresa el rey Salomón, arquetipo del buen gobernante, cuando clama al Altísimo: “Dame ahora sabiduría y conocimiento, para que pueda salir y entrar delante de este pueblo” (2 Crónicas 1, 10).

Sin embargo, un análisis más atento nos revela cierta falacia en el planteamiento del citado tuit, pues el conocimiento académico no necesariamente deriva en sabiduría, y ejemplos sobran, no solo en el ámbito político sino también en el familiar.

La teoría de las inteligencias múltiples explica este fenómeno con bastante claridad. Una persona puede tener gran inteligencia lógico-matemática, con títulos y doctorados, pero carecer de las inteligencias lingüística e interpersonal, esenciales para un liderazgo efectivo. Y a la inversa también es posible.

¡Cuántos hombres y mujeres con estudios muy superiores han fracasado en sus vidas familiares! Inteligentes en el aula, no lo han sido en sus casas.

Desde 1984 en El Salvador tuvimos cuatro presidentes con títulos universitarios (Ing. Duarte, Lic. Cristiani, Dr. Calderón Sol y Lic. Flores) y no hay evidencia de que por ello hayan sido mejores que los bachilleres Saca y Funes. (Personalmente creo que Duarte ha sido el peor de todos los mencionados, por razones que ya comenté en otra entrada.)

En la honorable Asamblea Legislativa tenemos tanto diputados/as semi-analfabetas como otros multi-titulados y hasta con maestrías, pero los niveles de estupidez política mostrados por unos y otros definitivamente no están en proporción directa con sus estudios o la falta de ellos. (Piense en esto: la propuesta barbárica del notable abogado Velásquez Parker no es mejor que cualquier alocución hepática del Diablito Ruiz).

Lo dicho hasta aquí no debe entenderse como un menosprecio a la educación formal y superior, sino como un llamado de atención a no identificar mecánicamente el conocimiento académico con la sabiduría, la cual va más con el concepto de educación integral.

En efecto: es deseable que un funcionario/a de elección popular tenga estudios superiores, pues la educación formal ayuda a desarrollar ciertas áreas del cerebro y sistematiza el conocimiento; pero aún todo ello no garantiza ni su honestidad ni su capacidad de discernimiento, así como tampoco dichas cualidades derivan automáticamente de una filiación política o religiosa.

Si, como dice la voz popular, "para bruto no se estudia", también es cierto que "un título no te quita lo pendejo".

Lo ideal es tener funcionarios/as que sean tan educados como prudentes, discretos y sabios; pero el problema está (y seguirá estando) en que todavía no hay receta comprobada para adquirir dicha sabiduría.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Un marciano sobrevalorado

Debo decir, sin más rodeos, que The martian (2015) no me ha gustado. Es, a mi criterio, una de las películas más flojas de Ridley Scott y seguramente la más sobrevalorada por la crítica, pese a los recursos en ella invertidos.

El motivo principal de la historia es un rescate con muchísimos problemas técnicos, unos con solución científica y otros francamente imponderables. Pero mientras en la primera parte del filme casi todo lo que puede salir mal, sale mal, en la segunda se desvanece toda condición adversa: no más lanzamientos fallidos, los acoples funcionan a la perfección, cesa cualquier tormenta marciana que ponga en riesgo al protagonista (y este puede sobrevivir protegiendo las partes rotas de su hábitat con una lona semitransparente que resulta más efectiva que todo el metal especialmente diseñado para ello), etc.

Claro que al final debe haber un poco de emoción con el agarre, pero igual: es demasiado predecible que habrá una cuerda a la que aferrarse.

Un detalle demasiado incoherente es que, pese a los muchísimos meses que la tripulación lleva en el espacio, la lucidez de los astronautas es tan espléndida como su aspecto, como si el prolongado tiempo de aislamiento e ingravidez no tuviese la menor importancia. Esto quizá sería normal en un entorno típico de la ciencia-ficción de aventuras interestelares, como la saga de Star Trek, pero no encaja en una historia desarrollada conforme a la actual tecnología espacial, donde hay que resolver dificultades mucho más reales.

Y ni hablemos del viaje de más de 3,200 kilómetros por tierra sobre la superficie marciana, con menos posiblidades de éxito que la misma misión de salvamento.

En fin: que si de rescates y supervivientes espaciales hablamos, The Martian queda muy, pero muy por debajo de Gravity (2013) en cuanto a verosimilitud, que es de donde surge la emoción.

lunes, 1 de agosto de 2016

Más viento del necesario

Sin duda, Gone with the wind (1939) es la película más mencionada que nunca vi, hasta el día de hoy. Durante mi infancia se la escuché mencionar a mi madre y mis hermanas, lo que el viento se llevó por aquí, lo que el viento se llevó por allá, y de allí surgió mi impresión de que el filme era una gran cosa.

Y sí, lo es… pese a sí mismo.

Me explico.

La primera parte (de aproximadamente 105 minutos de duración) es realmente épica: una historia de amor obsesivo en el contexto de la guerra de secesión, con escenas impresionantes y personajes si bien bastante estereotipados pero cargados de una fuerza interior clásica. Justo antes del intermedio, la escena de Scarlett con la tierra en sus manos haciendo un valiente juramento debió bastar para un final abierto digno de lo hasta entonces presentado. Hasta allí, una obra maestra

Pero… luego del entreacto, la película continúa por aproximadamente 120 minutos más, que no están a la altura y comprometen su excelencia.

Es allí donde aparece el excesivo melodrama, el novelón diseñado para llorar a moco tendido. Los frecuentes saltos en el tiempo (“una semana después…”, un año después…”) hacen caer la película en lo puramente anecdótico, que por ir en esa prisa no queda bien narrado.

Y luego está el fallido matrimonio de Rhett y Scarlett.

Sobre este punto en particular, me llama mucho la atención que el afiche y toda la publicidad de la película se haya centrado precisamente en esta pareja (protagonizada por Clark Gable y Vivien Leigh), como si representaran la quintaesencia del amor, cuando lo cierto es que el blanco de la gran obsesión amorosa no correspondida de Scarlett siempre fue el pelirrojo Ashley Wilkes. Si bien Rhett dice amar a Scarlett y por momentos esta parece corresponderle, no hay diálogo entre ellos que no esté cargado de ironía y sarcasmo, así como violencias verbales y hasta físicas, incluso en momentos en donde el dolor ante la tragedia aconseja moderación.

El final “final” nos presenta una vez más a Scarlett sola y de cara al futuro, reencontrándose con la tierra, su amada plantación llamada Tara, y formulando una tibia expectativa de recuperar a Rhett (luego de descubrir inexplicablemente que lo ama). Es, pues, un final abierto pero sin la décima parte de convicción ni fuerza del primer “final”, dos horas antes.

No obstante, la primera parte es lo suficientemente buena como para sacar el filme con balance positivo… toda vez no le moleste demasiado una historia contada desde una sociedad patriarcal, conservadora y esclavista a la que nunca se cuestiona.

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Posdata: la traducción del título como "se fue con el viento" me parece mucho más apropiada y sugerente que "lo que el viento se llevó". Cuestión de gustos.

martes, 26 de julio de 2016

¿Usted cree en Dios?

Para no crear falsas expectativas, aclaro que esta entrada no es para responder a esta pregunta, sino para explorar a grosso modo los múltiples sentidos e implicaciones que dicha interrogante puede tener. Al finalizar la lectura, espero comprendan que sería muy atrevido responder con la simpleza que quizá espera la persona que interroga.

En principio, tengamos claro que mucha gente confunde o identifica mecánicamente la creencia en un dios con la adhesión a una religión específica, e incluso con eso que llamamos “espiritualidad”.

(De este tema ya me ocupé en una entrada anterior, a la que remito en este enlace. Baste recordar que el problema filosófico de la existencia de Dios es de otro orden, bien distinto al tema antropológico de la religión, aunque todas las manifestaciones históricas de ésta se autoproclamen como caminos únicos y a menudo excluyentes para contactar con la presunta realidad divina.)

Así pues, en la mayoría de ocasiones pareciera que la pregunta real es “¿qué religión profesa usted?” Y aún esto, en apariencia más específico, no es tan simple de responder.

Una mínima investigación o conocimiento del tema lleva a concluir que dentro de cada religión hay modalidades tan distintas que resulta aventurado concluir algo específico con la sola enunciación de, por ejemplo, “cristianismo”.

¿Cuál cristianismo? ¿Católico, luterano, anglicano, evangélico o de sectas particulares? Y aún diciendo “católico”, ¿de cuál catolicismo? Aún el "católico, apostólico y romano" es muy diverso. Y si hablamos de etiquetas: ¿es el catolicismo de los jesuitas de línea progresista, de los reaccionarios como el Opus Dei o de elitistas tipo los Legionarios de Cristo? ¿Acaso iluminados estilo Carismáticos o Camino Neocatecumenal? ¿O nostálgicos de la Teología de la Liberación (aunque prácticamente ya extinta, con perdón de los devotos)? ¿O simplemente “doctrina social de la Iglesia”?

Sí, dirán que el Catecismo de la Iglesia Católica es uno solo, pero en la práctica los énfasis son demasiado diferentes. ¿Qué tal si profundizamos para conocer si su cristianismo es mágico, comerciante, esclavista o liberador? ¿O si su dios es vengativo y caprichoso, o por el contrario, padre-madre amoroso? ¿Y si Dios, en caso de existir, interviene a discreción en los asuntos particulares de las personas, o bien se abstiene de hacerlo? ¿O si hay o no comunicación entre esa realidad divina y la realidad humana?

¿Verdad que no es tan simple?

Y el lío no para allí, pues también cabe distinguir entre el significado de la pregunta y su sentido.

Muchas personas, al auscultar creencias religiosas, lo hacen a partir de estereotipos. Uno de los más nocivos es la identificación del ateísmo con la maldad, o de otras confesiones religiosas con una condición moral inferior, de tal suerte que la pregunta escondida detrás de “¿cuál es su religión?” sea “¿es usted una buena persona?”

Pero la historia y la vida misma nos llevan a dudar de la supuesta correlación entre ser una persona muy religiosa y ser una persona con altos valores morales. Piense en las fuertes y constantes críticas que, según cuentan, lanzó el mismo Jesús contra los fariseos, los hombres más religiosos de su época. O también en cuánta muerte, dolor y sufrimiento han causado (y aún causan) personas muy religiosas en nombre de su respectivo dios.

Si la religión le ayuda a una persona a mejorarse a sí misma y a su entorno, qué bueno, pero esto también puede hacerse por puro humanismo, sin necesidad de una creencia religiosa.

No pretenden estas líneas agotar la complejidad del tema, sino tan solo dar algunos trazos para prevenirle que, si usted insiste en preguntar por la creencia religiosa o metafísica de una persona, sepa el berenjenal en que se está metiendo.

sábado, 23 de julio de 2016

Tres curiosidades de la sentencia $900M

El pasado 13 de julio, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional el Decreto Legislativo Nº 1000, mediante el cual se autorizaba al Ministerio de Hacienda para emitir títulos valores hasta por US$ 900,000,000 (un préstamo de grandes proporciones).

Está claro que los temas jurídicos, como casi todo en la vida, son objeto de controversia, de tal modo que es posible encontrar argumentos a favor o en contra de determinada postura; sin embargo, siendo necesario tomar una decisión para evitar una discusión eterna, de conformidad con la Constitución Política de la República de El Salvador, la Sala de lo Constitucional es “el único tribunal competente para declarar la inconstitucionalidad de las leyes, decretos y reglamentos, en su forma y contenido, de un modo general y obligatorio, y podrá hacerlo a petición de cualquier ciudadano” (art. 183 Cn.).

En términos sencillos: a la Sala le corresponde resolver y debe cumplirse lo que ella diga. Punto.

Lo anterior no significa que los magistrados sean infalibles, pero sí que es a ellos a quienes les toca dirimir y sus resoluciones, sean o no de nuestro gusto, son inapelables.

(Otra cosa es el berrinche que personas o grupos afectados puedan armar, así como las acusaciones -que a veces rayan en la paranoia política- de que esta Sala está controlada por el poder económico tradicional. Un recuento de las inconstitucionalidades declaradas desde 2009 es suficiente para desvanecer esta presunción, pero ese es tema aparte.)

Sobre el caso particular de los novecientos millones, he de manifestar que la política gubernamental (de esta y las anteriores administraciones) de endeudarse hasta topar el límite me parece errada, más si tenemos en cuenta el tremendo desorden fiscal que padecemos y el nulo criterio de eficiencia que rige desde tiempos inmemoriales el gasto público.

No obstante lo anterior, en la sentencia en cuestión encuentro tres elementos curiosos, muy raros de ver en procesos judiciales. No digo que sean contrarios a derecho, pero sí llaman la atención por inusuales.

Helos aquí.

- Sala rechaza argumentos de demandante, pero aporta por sí misma otras razones (y las valida).

La demanda de inconstitucionalidad fue presentada por el ciudadano René Alfonso Guevara Aguilar, por dos supuestos vicios de forma: primero, que el proyecto de ley debió archivarse al no alcanzar en una primera consideración los 56 votos requeridos (votación calificada); segundo, que un diputado/a propietario debe ser sustituido por su propio diputado suplente y no por otro, de ahí que la sustitución de la diputada Sandra Salgado (del partido GANA, voto clave para aprobar el decreto), no sea válida.

La Sala rechazó ambos argumentos y validó la postura del Legislativo: primero, la Asamblea puede hacer varias votaciones sobre un proyecto de ley hasta alcanzar los votos necesarios, siempre que sea durante la misma sesión plenaria, y es hasta finalizada ésta que deberá darse por desechado y proceder según el art. 143 Cn. (mandarlo al archivo y esperar seis meses para volverlo a presentar); y segundo, cualquier diputado/a suplente puede sustituir a cualquier propietario/a que sea de su mismo partido.

Hasta este punto, lo usual hubiera sido que la Sala se circunscribiera a la pretensión del demandante (principio de congruencia) y diera por concluido el caso, fallando en su contra.

Pero no fue así.

En esta sentencia, la Sala dijo:

La singularidad del papel democrático que este tribunal posee y las funciones que la Constitución está llamada a cumplir, impiden la aplicación rígida y estricta del principio de congruencia en el proceso de inconstitucionalidad. (…) Esta congruencia (…) no debe entenderse como la plena pasividad o abdicación de la Sala de lo Constitucional ante evidentes actuaciones inconstitucionales de las entidades estatales. (…) La congruencia, en los procesos constitucionales, presenta perfiles más amplios que en los procesos comunes.

E invoca el principio de “inconstitucionalidad por conexión”, que aplica “cuando se desestima el motivo de inconstitucionalidad alegado contra una norma o acto normativo por violación a una norma constitucional, pero persiste la incompatibilidad entre una y otra por una razón diversa”.

En palabras simples: la Sala le dice al demandante que el decreto cuestionado no es inconstitucional por las razones que él ha expuesto, pero sí es inconstitucional por otras razones que la Sala misma descubre en el proceso de análisis.

¿Es que la Sala actuó prácticamente “de oficio”? Parece que sí.

- Sala establece fraude de ley pero no interroga a involucrados.

Cualquier observador medianamente inteligente puede ver que hubo fraude de ley en la sustitución de la diputada Sandra Salgado. Con su abstención, el D.L. 1000 alcanzó únicamente 55 votos a las 9:34 p.m. del 23 de abril de 2015. Pero a las 10:46 p.m. del mismo día, fue llamado el diputado suplente José Wilfredo Guevara, que finalmente votó a favor, sin que existiera ninguna justificación para el retiro de la diputada Salgado.

Esto es claramente inconstitucional (art. 131 ord 4º Cn.).

Sin embargo, aunque la Sala presume el fraude, no documenta que haya solicitado testimonio ni declaración alguna a Sandra Salgado, tampoco al jefe de fracción del partido GANA, para conocer su versión sobre el cuestionado llamamiento.

Es posible que ella denunciara o callara el atropello, o que él lo justificara turbiamente (fiel a su estilo), e igual la Sala podría desestimar esas declaraciones, pero habría sido más transparente si les hubieran preguntado.

- ¿Fallo retroactivo contra diputados suplentes?

El otro motivo de inconstitucionalidad aportado por la Sala es la ilegitimidad de los diputados/as suplentes, por cuanto no han sido electos de la misma forma que los propietarios (voto por rostro).

Al margen de otras consideraciones sobre la necesidad de tener 84 diputados/as y que además estos tengan suplentes, el hecho es que ya había 84 diputados suplentes acreditados por el Tribunal Supremo Electoral.

En este caso, la Sala podía haber fallado contra la forma en que fueron electos, mandando que esto se remediase en la próxima elección. Por principio de seguridad jurídica, son válidas sus actuaciones hasta la fecha de la sentencia, pero este mismo principio se podía haber aplicado al hecho consumado de su acreditación; es decir, dejándolos vigentes hasta el final de este periodo legislativo… aunque sean innecesarios.