- ¿Te imaginás el caos que habría si...?
Se refería mi interlocutor a la posibilidad de que, de repente, alguien descubriera una verdad que demoliera los cimientos de nuestras creencias más fundamentales.
- Creo que no habría tanto -le respondí- porque, para la gente, sus creencias son más importantes que la verdad.
En ese momento, me pareció haber hecho una observación aguda y, al mismo tiempo, triste, a propósito de las primitivas ideologías que aún campean con tanta fuerza.
Ante las demoledoras imágenes del carismático líder internacionalista fusilando disidentes de su propia revolución, su incondicional dirá que los ajusticiados lo merecían, por ser agentes del enemigo. Y por más evidencias y testimonios que lo documenten, los fieles de este otro partido político nunca admitirán que su difunto fundador torturó y asesinó.
A unos y otros suelen erigirles estatuas, pero otros menos célebres también fueron defendidos de forma inverosímil, llámense oficiales de derecha o francotiradores de izquierda: “se hicieron pasar por nosotros para desprestigiarnos...”
Al articular la propia vida alrededor de las certezas del fanatismo, ¡cuán fácilmente se niegan, ignoran o distorsionan las evidencias de la realidad, con tal de proteger esa miserable celda mental!
viernes, 17 de noviembre de 2006
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